Manejar la incertidumbre en la cotidianeidad
Si el mundo funcionara de otra manera, todo estaría mucho mejor, pues las disposiciones que se tomasen se elaborarían basadas en la bondad del objetivo a considerar, en la utilidad para la ciudadanía
Estamos en un momento crucial en que tenemos que manejar la incertidumbre de un mundo en constante cambio y desasosiego. La incertidumbre se ha instalado en la cotidianeidad. Si volvemos la vista atrás, veremos cómo han cambiado las cosas desde hace tan solo diez, cinco, dos años. Todo es mutable, pero hemos llegado a un punto en que nada es seguro, todo es cambiante y tornadizo. Cambian las leyes por la oportunidad política, y a mitad del partido, por lo que nadie sabe a qué atenerse. Pero lo peor de todo, es que no podemos tener seguridad en las decisiones que tomemos ya que, no podemos calibrar si estas no serán perjudiciales en un futuro próximo. Una determinación tomada hoy, puede ser un desastre mañana. Por ello es necesario manejar la incertidumbre, vivir con ella, saber que nuestras decisiones pueden ser perjudiciales en un tiempo posterior, por lo que tenemos que decidir soluciones que puedan adaptarse a los tiempos en que vivimos. Sin embargo, esto que es necesario y providencial para la vida actual, puede ser negativo pues nos lleva a un relativismo a corto plazo y entonces ya estamos en una fase en que las decisiones pueden tener consecuencias deleznables para la mayoría.
Los políticos utilizan sus decisiones como ariete contra el adversario o enemigo, sin pensar en la posible utilidad de esta resolución. No piensan nada más que en sus votos. De esta manera, nada es inmutable y nada es ejecutivo. Las decisiones correctas se posponen a los estudios sociológicos que nos indican el número de votos que vamos a obtener con cualquiera de ellas. Son los asesores de imagen los que nos indican el camino que debemos seguir en función de las posibles papeletas en la urna.
Si el mundo funcionara de otra manera, todo estaría mucho mejor, pues las disposiciones que se tomasen se elaborarían basadas en la bondad del objetivo a considerar, en la utilidad para la ciudadanía. Hay una nevada y la decisión adecuada para los madrileños es compaginar el esfuerzo público con el privado, y dentro del primero adecuar los trabajos de los militares en la consecución de conseguir una mayor celeridad en la limpieza de las calles. Pues bien, esto es una medida ariete de unos contra otros, políticos contra políticos. Ellos en sus casas y criticando a los militares que son los que hacen el trabajo.
Hay un proceso de vacunación. Lo correcto es utilizar todos los recursos públicos y privados, hospitales, médicos de empresa, militares, colegios profesionales, sociedades científicas. Pues no. Lo que se lleva es seguir con el proceso de vacunación en los centros de salud que están atiborrados de trabajo. La realidad demostrará que esta decisión política es mala y, muy pronto, ya se vio, comenzaron las vacunas en otros lugares. Se adoptaron las circunstancias a un mejor desarrollo del proceso de vacunación. Pues bien, esta decisión que, se tomó cuando ya la pandemia se extendía por todas partes, debía haberse tomado mucho tiempo atrás y se hubieran conseguido mejores resultados. Debía haber estado previsto. Se acierta cuando se cambia de opinión y de estrategia. Y así todo.
Pareciera que la inteligencia no campa por sus respetos y se encuentra encorsetada por el ambiente político. He puesto dos ejemplos espléndidos, la nevada y la vacunación, que vienen como anillo al dedo, a demostrar palmariamente que estamos en un contexto de rebaño, en el que los políticos se mueven de acuerdo a las circunstancias y a lo que mandan los próceres del partido. Así mal se va a progresar. Nunca llegaremos a tomar decisiones correctas, en el momento adecuado y sin las cortapisas de los votos. Seamos libres para pensar y decidir con inteligencia y sentido común.
- Antonio Bascones es presidente de la Real Academia de Doctores de España