China consigue derrotar a Estados Unidos (en el cine)
A China no le interesa un enfrentamiento bélico con su rival, pero sí le interesa un baño de patriotismo de cara al consumo interno; y también echar un pulso cultural a Occidente, en un frente tan intangible como decisivo
China ha llevado su pulso con Estados Unidos a su propio terreno de juego, el cine, logrando que un filme propagandístico, La batalla del lago de Changjin, sobre la guerra de Corea, se convierta en el más taquillero del mundo.
Con Xi Jinping, imbuido de su papel de émulo de Mao, China le disputa a EE.UU. el poder económico, tecnológico y del conocimiento (invierte dos veces más que Norteamérica en tecnología educativa). Solo le faltaba un campo para recuperar el orgullo perdido: el de batalla. Y lo acaba de conseguir. Millones de chinos han visto con sus propios ojos, cómo el Ejército popular derrotaba al coloso americano. No en la realidad, claro, sino en la pantalla que, en la era de la imagen y del relato, es lo que cuenta.
Lo ha hecho con La batalla del lago Changjin, superproducción que reconstruye un episodio de la guerra de Corea en el que el Ejército chino, aliado del régimen comunista de Corea del Norte, se enfrentó en diciembre de 1950 a las tropas de Naciones Unidas, dirigidas por el general MacArthur, logrando que estas se replegaran por debajo del paralelo 38. Fue una victoria pírrica, con un enorme sacrificio de vidas, pero constituyó un golpe propagandístico de la recién nacida República Popular de Mao.
Setenta años más tarde, el régimen de Xi Jinping ha querido obtener otra victoria simbólica sobre EE.UU. recreando aquella gesta. Por razones obvias no le interesa un enfrentamiento bélico con su rival, pero sí le interesa un baño de patriotismo de cara al consumo interno (la prueba es que La batalla del lago Changjin ha tenido más espectadores que la última de 007: Sin tiempo para morir); y también echar un pulso cultural a Occidente, en un frente tan intangible como decisivo. Y el primer round está siendo exitoso: hasta ahora el podio de la taquilla internacional lo ostentaba Hollywood, con películas como Avatar, Titanic o El rey león, pero en 2021, el filme chino está siendo el más rentable a escala mundial.
Con un presupuesto de 200 millones de dólares, la Administración Cinematográfica de China –es decir el Partido Comunista– ha fichado a cineastas taquilleros y occidentalizados como Chen Kaige –director de Adiós a mi concubina, nominada al Oscar y Palma de Oro en Cannes–; el hongkonés Dante Lam; y Tsui Hark, que estudió cine en Texas, y que, entre otras, tiene dos pelis de mamporros de Van Damme en su haber. Y ha contado en el reparto con Wu Jing, factótum de Wolf Warrior 2, otro bombazo taquillero del cine chino.
Con estos mimbres y la parafernalia de efectos especiales al uso, no le pidamos peras al olmo. Se trata de epatar al público, haciéndole vibrar con el heroísmo de unos soldados que combatían a 40 bajo cero, y demostrar que si la épica norteamericana se nutre de El Álamo, China no se va a quedar atrás con su gesta coreana. Solo que esta es de trazo grueso. Los críticos la han calificado de ampulosa pero hueca, y narrada «con la sutileza de un lanzacohetes» (The Guardian).
Pekín no ha contado, esta vez, con Zhang Yimou (premiado en Cannes, Berlín y Venecia y autor de obras como Sorgo rojo o El camino a casa), que con Las flores de la guerra (2011) supo envolver el mensaje propagandístico en calidad, entregando un filme más que digno. Claro que en aquel caso el bueno era norteamericano –encarnado por Christian Bale– y los malos no eran los EE.UU. sino los japoneses. Y Xi Jinping aún no había llegado al poder.
Que La batalla… es más propaganda que arte, lo demuestra el hecho de que la policía haya detenido a un conocido periodista, Luo Changping, por un comentario negativo sobre la película en el Twitter chino. «Después de medio siglo –se atrevió a decir–, pocos chinos han reflexionado sobre si la entrada en la guerra de Corea estaba legalmente justificada». La cuenta ha sido suspendida y a Changping le podían caer tres años de cárcel por difamar a los mártires nacionales.
No hay que olvidar que uno de los productores era el estudio Primero de agosto –propiedad del Ejército chino–; y que la película se estrenó el 1 de octubre, conmemoración de la proclamación de la República Popular por Mao. Está claro que forma parte de un ambicioso proyecto que, en lo cultural, discurre en paralelo con la expansión económica del gigante asiático por África e Hispanoamérica; o la estratégica por el Indo-Pacífico, entre otros frentes.
Mientras tanto, algunos en Occidente se olvidan de la represión de los derechos humanos en Hong Kong o el Tíbet, la persecución de cristianos y musulmanes, o los campamentos de reeducación. Y no falta el típico artista progre dispuesto a pedir perdón por el imperialismo yanqui mientras se hinca de rodillas ante el imperialismo chino. Por ejemplo, el inevitable Oliver Stone, que no ha tardado ni cinco minutos en opinar sobre La batalla del lago Changjin, diciendo que «Corea fue una guerra sangrienta, ridícula e innecesaria, porque provino del miedo a Stalin y al comunismo». Y comparándola con la de Vietnam, por la que se autoflageló en sus películas Platoon y Nacido el 4 de julio.
Lo peor no es que el totalitarismo chino rete al mundo libre, tirando de propaganda –ya lo hizo Alemania con Leni Riefenstahl–, lo peor es que le salga una quinta columna en Occidente.
Alfonso Basallo es periodista y escritor