Pablo Echenique: te quiero
Nuestro héroe y diputado es el único de todos ellos que de verdad cree en todo lo que dice. Eso es lo más bonito de todo y lo que hace que, de vez en cuando, se me salten las lágrimas de emoción
Durante varios años fui bastante activo en Twitter. Escribía, me informaba, aprendía, me entretenía y, por supuesto, me medía con todo aquel que tuviese tiempo para cruzarse tuits-cuchilladas conmigo. Disfrutaba como un niño de los combates dialécticos a pecho descubierto.
Twitter era un mundo en el que podías encontrar auténticas joyas en 140 caracteres. Muchas veces me sorprendía a mí mismo desternillado de la risa por la última ocurrencia del ciber cachondo de turno o meditando por alguna genialidad que había compartido cualquier persona inspirada. Pero eso fue al principio.
Pasaron los años y la minoría visceral comenzó a tomar protagonismo y a eclipsar las ideas sanas. Los descerebrados tomaron el control. La razón fue sustituida por la sinrazón y la gran minoría comenzó a imponer su discurso. Comprendí que aquello ya no me servía. Dejé de aprender, dejé de entretenerme y, finalmente, dejé de participar. Me quedé como voyeur cibernético casual y dejé de seguir a cientos de personas, a mi entender, poco deseables.
Pero hubo alguien al que, por mucho que lo he intentado, no he podido dejar de seguir. Una persona cuyos tuits consumo como un yonqui ansioso bajo las sábanas mientras mi sangre ebulle furiosa clamando más y más. Y ese, querido lector, no es otro que el celebérrimo diputado de Unidas Podemos por Zaragoza, don Pablo Echenique Robba.
Me gustaría darles un par de ejemplos para que entiendan esta adicción.
Cogiendo al azar uno de sus últimos tuits me detengo en uno que reza así: «En serio que no sé qué os pasa que no creéis en la meritocracia.» El tuit, a colación de la noticia sobre la sucesión de Pablo Isla por Marta Ortega, viene aderezado por cuatro imágenes de Felipe de Marichalar en actitud distendida. En una de las fotos que comparte nuestro alegre tuitero, Froilán está festejando con amigos, en otra se fuma animadamente un puro, en otra con su madre y hermana, etc. Hasta aquí todo anormal, como siempre sucede con nuestro héroe. Es maravilloso.
¿Se dan cuenta de lo que hace? El señor Echenique, apelando a las emociones más bajas de su fiel público de echenófilos, utiliza la imagen de Felipe, un chaval de 20 años que nada tiene que ver con el tema, para atacar, con una sola frase y cuatro imágenes, todo lo que él más desprecia. Por un lado, ataca a la Monarquía, uno de sus temas favoritos, y por otro, a Amancio Ortega, su reconocido archienemigo y alto representante del «capitalismo opresor». Ya saben, Urano devorando a los obreros y tal. Da igual a quién destroce por el camino si con ello incendia los peores instintos de sus seguidores y, de paso, detractores. No deja de tener cierta finura en su tremenda impudicia.
Pero es que da igual el tema que toquemos. El señor Echenique le da la vuelta y lanza alegremente su tuit, sin importarle absolutamente nada más que sus intereses. A ver si se creen que duerme mal por las noches. En absoluto, duerme tiernamente como si de un gusiluz se tratase.
Aquí tenemos otro ejemplo de fantasía que nos da una visión clara de lo que es la democracia para nuestro héroe: «En el telediario de TVE1 han sacado una manifestación fundamentalista contra el aborto y la eutanasia, los han llamado «provida» y han dejado que su portavoz cuente su argumentario ultra sin que nadie le contradiga. Blanqueamiento de la extrema derecha pagado por ti».
Insisto, ¿se dan cuenta? En este caso el señor Echenique se queja porque en TVE, televisión pública de todos los españoles, da voz a una sensibilidad mayoritaria en España de la que, evidentemente, es contrario. Pero claro, como él considera «fundamentalista» esta opción moral, se indigna y nos lo hace saber. «Han dejado que su portavoz cuente su argumentario sin que nadie le contradiga», dice don Pablo. Es decir, traduciendo su mensaje: han dejado que alguien que no piensa como yo hable y, para colmo, no tengo ningún acólito gritón presente, que evite que los ciudadanos conozcan otra opción distinta a la mía.
De verdad les digo que falta muy poco para que Echenique aparezca en televisión acariciando sensualmente la Constitución mientras susurra «mi tesssssoro». ¿No es maravilloso e incluso achuchable?
Por eso me inspira tanta ternura este personaje y no puedo parar de gozar con sus tuits. Dirán ustedes que a lo mejor podría gastar mis horas leyendo cosas más constructivas, pero se equivocan. Nuestro héroe y diputado es el único de todos ellos que de verdad cree en todo lo que dice. Eso es lo más bonito de todo y lo que hace que, de vez en cuando, se me salten las lágrimas de emoción. Por eso, a partir de ahora, les invito a seguir a esta maravilla del siglo XXI. Quizás así puedan aprender a quererlo tanto como yo.
- Gonzalo Cabello de los Cobos Narváez es periodista