Las Academias como lugar de encuentro, cultura y conocimiento
Sin Universidad y sin cultura la sociedad se tambalea y el avance se frena, al tiempo que los valores y principios desaparecen
Las Academias son lugares de encuentro donde el conocimiento y la cultura tienen cabida. Es la escuela filosófica que fundó Platón alrededor del año 387 a. C. en los jardines de Academo en Atenas. Allí se desarrollaron las ciencias que abarcaban el saber de la actualidad como las matemáticas, la astronomía, la medicina y la retórica. El lugar invitaba a la reflexión, pues era un jardín de olivos y un gimnasio dedicado al héroe Academos. Este lugar pervivió durante siglos y allí se registraban las tertulias y los debates intelectuales de la clase culta de Grecia. Podíamos decir que fue el germen de las Universidades. Allí esbozaron y defendieron sus teorías personajes de la talla de Aristóteles, Heráclito, Pitágoras, Parménides, Diógenes, Euclides o Arquímedes, por no hacer la lista larga.
Sin Universidad y sin cultura la sociedad se tambalea y el avance se frena, al tiempo que los valores y principios desaparecen. La educación agavilla una serie de virtudes que forman la base de una sociedad en crecimiento. Cuando la cultura no existe la vulgaridad y la mezquindad campan por sus respetos. La sociedad sin Academias y sin Universidades se irá pudriendo y la mediocridad, la estulticia y la estupidez harán de nosotros una masa deforme incapaz de pensar y actuar. No en balde está el lema de la Real Academia de España de «limpia, pule y da esplendor».
Hubo un tiempo en que el Renacimiento tomaba cuerpo de naturaleza en la persona. Se trataba de un movimiento cultural de la Europa Occidental, durante los siglos XV y XVI, a caballo entre la Edad Media y la Edad Moderna. La ciudad de Florencia, en Italia, fue el lugar de nacimiento y desarrollo de este movimiento, y la Toscana su área de expansión. En ella se asentaron celebridades que dieron impulso a las artes y las ciencias. Son las ideas del Humanismo las que determinan una nueva concepción del hombre y del mundo. Nacía, de esta manera, la vuelta a los valores de la cultura grecolatina y a la contemplación de la naturaleza como forma de expresión. Una nueva etapa en la que pivotaba una manera diferente de ver el mundo y al ser humano, con otros enfoques en los campos de las artes, la política, la filosofía y las ciencias. Rompía, de esta forma, con la tradición artística medieval, a la que calificó como «un estilo de bárbaros». Históricamente, era contemporáneo con la era de los descubrimientos y las conquistas ultramarinas lo que derivaba en una expansión mundial de la cultura europea, con los viajes portugueses y el descubrimiento de América. Todo esto ha desaparecido en el momento actual.
La mejor manera de establecer relaciones entre las personas es merced a la palabra. La conversación es el nexo de unión entre familias, amigos, extraños y conocidos. Todo ello es la base de la convivencia. Merced a la utilización de las palabras, de su riqueza expresiva más innata, tenemos la posibilidad de entablar contactos y, de esta manera, expresar nuestros sentimientos y manera de pensar. Pero la palabra no por expuesta en una conversación común debe tener menos riqueza. En ese vocablo radica la belleza de lo que queremos manifestar. Las Academias, al ser un lugar de encuentro, son donde la palabra toma cuerpo de naturaleza y en donde pivota la argamasa del conocimiento. Su transmisión y la cultura, aunque no son la misma cosa, se entremezclan a lo largo de la vida intelectual de la persona conformando los basamentos arquitectónicos sobre los que se sustenta el desarrollo del mundo. Nuestras sociedades necesitan el saber, el motor del progreso gracias al cual todo crece y avanza. Por ello, el profesor en la universidad conforma el soporte, la estructura de la persona que en poco tiempo saldrá al campo de batalla de la ciencia. Pero no todo queda en eso, en la cultura y en el conocimiento, hay algo más que se olvida y que nos debe estimular a que cada día sea más realidad que quimera. Hay muchas cosas que no se transmiten solo con datos y conocimientos, sino con ejemplos y valores.
También aquí las Academias toman su protagonismo. El ejemplo que traducen es un bálsamo para un mundo en continuo cambio impulsado, a veces, por cierto anarquismo que le lleva por derroteros inimaginables. Las Academias con su saber hacer, con su pensamiento ponderado, libre de posibles influencias del entorno, son el lugar apropiado para sentar las bases de una reflexión templada, contenida en sus términos, pero, por otro lado, también, eficaz por lo que dice y dónde lo dice. Y es aquí donde radica nuestra riqueza, nuestro mejor tesoro: la independencia del entorno.
En un mundo en continuo cambio, que avanza por derroteros inciertos y desconocidos, que trata de mantenerse a flote chapoteando en la cultura y en la ciencia, es necesaria la voz cálida de las Academias, la reflexión contenida, la mirada prudente al escenario en el que se desarrolla. Aquí es donde la palabra toma su esencia más prístina, más primigenia. Desde siempre, el lenguaje, la facundia que exponen los académicos en la defensa de sus ideas, es lo que da cuerpo de naturaleza al saber, al conocimiento expresado con el ardor de quien protege las ideas y las imágenes del pensamiento.
- Antonio Bascones es presidente de la Real Academia de Doctores de España