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en primera líneaTeófilo de luis

¿Es necesario corregir la política hoy?

Todo parece indicar que, para muchos, esta forma de hacer política, la forma que hoy vemos, no es la conveniente y sería muy interesante la revisión

Según ciertos estudios sociológicos, se advierte un muy alto nivel de desconfianza de la ciudadanía hacia los políticos. Un porcentaje superior al 20 por ciento otorga relieve a los problemas políticos y casi un 20 por ciento de los consultados valoran mal a nuestros representantes.

Esta desafección es altamente preocupante y responde a percepciones no siempre ajustadas a la realidad, aun cuando sí se advierten fallos que deberían corregirse, fallos que no son estructurales de nuestro sistema político y que en mi opinión son debidos a ciertas circunstancias que conviene repasar y corregir por quienes hoy ocupan responsabilidades políticas en España.

La Constitución de 1978 define nuestro sistema político y, como se reconoce con carácter general, hace posible la convivencia en libertad y la libre expresión de toda ideología, dando lugar a un marco de estabilidad, con el esfuerzo de toda la población.

Esta Constitución fue el resultado de un ejercicio de responsabilidad colectiva que se ejerció por quienes jugaron un papel fundamental que, sin renunciar a sus principios, fueron capaces de encontrar un espacio común en beneficio del interés general, como así lo demandaba la mayoría de la ciudadanía.

Hoy, es cierto, cambia el escenario, es un modelo consolidado y por ello puede que se deba volver a la exigencia del servicio público, abandonando cierta relajación.

Es también cierto que la desafección de una parte de la opinión pública hacia la política y los políticos hizo posible la aparición de formaciones políticas que tratan de conectar, sin mucha profundidad, con la sensibilidad de los electores, logrando un cierto apoyo en las urnas y contribuyendo a una dispersión del voto.

Es evidente que todos los ciudadanos que de forma voluntaria se involucran en la actividad política, sea en la gestión o en los órganos colectivos, asumen, o deberían hacerlo, un firme compromiso con el interés general de la ciudadanía desde unos principios que aglutinan al grupo político. Ello, por tanto, significa que su objetivo debe ser lograr un mejor entorno por toda la sociedad siendo consciente que se legisla o gobierna para una pluralidad de personas con sensibilidades diversas. Un triunfo en las urnas no significa la imposición de modelos basados en ideología que es rechazada por un grupo numeroso de la sociedad.

Es por ello que en democracia es clave el diálogo y saber encontrar espacios comunes para solucionar problemas de la mayoría sin imposición que podrían dar lugar a un rechazo de parte de la población. Ello no significa renuncia de valores fundamentales, por el contrario, significa poner en primer lugar el interés de todos sobre el deseo de imponer una ideología de forma plena no asumida por todos.

Lu Tolstova

La capacidad de liderazgo o la función de ese liderazgo que, de forma intrínseca, es consecuencia de la ostentación de una función política obliga a la ejemplaridad de quien ocupa esa posición, concepto que significa observancia estricta de la legislación en todos los aspectos, la presencia coherente de los principios que sustentan su acción política, asumir de forma natural el carácter representativo y de servidor público que le obliga a conocer la realidad social y los problemas que debe contribuir a resolver con plena comunicación y diálogo de forma natural con aquellos sectores sociales o económicos que tienen inconveniente para alcanzar sus lícitos objetivos.

Esta forma de asumir responsabilidades le permite conocer problemas, procesarlos según su ideología política y, desde ahí mediante el diálogo, contribuir a la solución. En el desarrollo de esta acción el responsable político está obligado a no generar expectativas no alcanzables, pues ello implicaría un auténtico fraude a la población.

Los partidos políticos, por mucha presión que reciban de otras opciones no deben abandonar la solvencia y la viabilidad de la propuesta de solución, por honestidad, que debe valorarse de forma positiva por sus votantes. Es por ello que el crédito de quien aspira al liderazgo de la sociedad debe lograrse mediante una oferta clara en pos de la solución de un problema no exclusivamente por la crítica de la oferta del adversario.

La tensión que obliga al liderazgo debe ser continuada de forma natural y no sólo en el momento de una convocatoria electoral o cuando un determinado problema se expande por la opinión pública, incluso el problema debe plantearse antes de su eclosión por daño a la ciudadanía.

Esta forma de asumir el compromiso de forma individual, a través del grupo político por el sumatorio de actuaciones singulares, no debe buscar nunca la proyección personal de ningún tipo, más bien la buena valoración de los electores sobre el conjunto, es decir, sobre el grupo político.

Hoy, por desgracia, la acción política que sufre el país debería ser revisada por los responsables de los distintos partidos y quizá se pudieran identificar las causas del bajo valor otorgado a la política y a sus responsables por una importante representación de la sociedad.

En amplios sectores de la población no se acepta la negación sin razón, desean que vaya acompañada por una alternativa, desean que entre las distintas opciones se busque mediante el diálogo zonas compartidas que logren soluciones reales. Los electores huyen de imposiciones ideológicas que excluyen a muchos.

Todo parece indicar que, para muchos, esta forma de hacer política, la forma que hoy vemos, no es la conveniente y sería muy interesante la revisión.

  • Teófilo de Luis fue diputado en el Congreso