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La guerra interminable de Almodóvar

Creo que un director que gusta sumergirse en los complejos recovecos del alma, no debería de acomodarse en visiones simplistas de la Guerra Civil cuando tiene al alcance en las historias de sus protagonistas de a pie una infinita y descarnada gama de contradicciones y paradojas

Me llama la atención que Madres paralelas, un canto tierno y a la vez desgarrado a la maternidad de dos mujeres solteras, se promocione casi exclusivamente como una película sobre la «memoria histórica». El último ejemplo son la entrevista y el artículo dedicados el pasado mes de enero por The Guardian al filme de Pedro Almodóvar, apostillados con tanta sensatez como suele por el columnista Santiago González en su blog (https://santiagonzalez.wordpress.com/).

La aproximación del oscarizado director manchego a la asignatura de las fosas de la Guerra Civil se inserta en la vida de una de sus protagonistas, Janis (una dramática Penélope Cruz), que quiere excavar la fosa de su pueblo donde se encuentran su bisabuelo y otras diez personas, fusilados por falangistas en los primeros días de la guerra. El tema se introduce ya desde las primeras escenas, con rapapolvo a Rajoy incluido por haberse jactado de no destinar un euro a la «memoria histórica».

Quizá el reproche debía de haber ido acompañado de otro dirigido a Felipe González, que durante catorce años de gobiernos socialistas tampoco se interesó por las fosas, salvo las de la «División Azul» en Rusia, o a Rodríguez Zapatero, que destinó dos terceras partes del presupuesto de la «memoria histórica» a procurar una financiación millonaria extra para fundaciones y asociaciones afines, y solo el resto a proyectos de exhumación.

Por lo demás, y salvo la iracunda charla de Janis a su amiga Ana (una Milena Smit espontánea) que luego comentaré, Almodóvar ofrece un veraz retrato documental de los proyectos de exhumación de las fosas. Quienes se hayan visto involucrados en algunos de ellos, como es mi caso, se sentirán reflejados en la emoción de las pesquisas sobre las víctimas o la conmoción a pie de fosa de sus familiares, sobre todo los más ancianos, ante los restos encontrados por la posibilidad de cerrar el duelo después de tantos años.

Sin embargo, para Almodóvar solo parece haber existido en la guerra una sola represión en retaguardia. Creo que un director que gusta sumergirse en los complejos recovecos del alma, no debería de acomodarse en visiones simplistas de la Guerra Civil cuando tiene al alcance en las historias de sus protagonistas de a pie una infinita y descarnada gama de contradicciones y paradojas, connaturales a un estallido de sangre y fuego donde la mayoría de los españoles se vio forzada a estar con los «hunos» o con los «hotros».

Los responsables de las localizaciones de un filme no están obligados a conocer la historia de cada pueblo de España, sobre todo si tienes en cuenta que las probabilidades de rodar en una localidad cuyos vecinos sufrieran la represión franquista, durante o después de la guerra, son prácticamente del 100 por 100. Pero esta realidad no puede cancelar que en muchos de aquellos lugares fueron también verdugos los republicanos. Sin ir más lejos, la ficticia Aldea de los Montes, donde se encuentra la fosa común de Madres paralelas, es en realidad la localidad madrileña de Torrelaguna, sobre la que históricamente se abatió en los primeros meses de la guerra, no la represión de los sublevados, que esa vendría después, sino la de las fuerzas del Frente Popular.

Lu Tolstova

Cierto es que los 31 vecinos asesinados por los republicanos tienen su monumento en el cementerio. Pero ahí entra también lo intrincado de las memorias locales, pues el alcalde que en su día se opuso a poner una placa para recordar a los 28 vecinos fusilados por los franquistas era del PSOE.

En relación con lo que denomina el «pacto de olvido» de la Transición, se olvida el director manchego que el primer borrador de la Ley de Amnistía lo presentó el Partido Comunista de España. No fue una ley de amnesia, sino todo lo contrario: precisamente porque se recordaba el horror de la contienda se sentaron las bases para una convivencia democrática que desterrara para siempre la sombra de las dos Españas.

Por eso me sorprende que en el filme Janis reproche a su joven amiga Ana que diga que excavar fosas es reabrir heridas, a la vez que le advierte que hasta que no se exhumen todas ellas «no habrá terminado la guerra». Es lógicamente imposible sostener tal reproche y tal advertencia al mismo tiempo. Pero no es ni lo uno ni lo otro: ni se reabren las heridas ni sigue la guerra interminable. Y si no que se lo digan a dos amigos míos que llevan pateando desde hace un año un monte y mirando con lupa fotografías, mapas y planos de la guerra, en búsqueda de una fosa perdida de la Guerra Civil.

Uno es nieto de una víctima de la represión republicana, cuyos restos están aún perdidos a orillas del Tajo. El otro es bisnieto y sobrino nieto de dos víctimas también de las milicias frentepopulistas en el Madrid revolucionario. Por eso puede sorprender que la fosa que están buscando, con dinero de sus bolsillos, sea la de una relevante figura de izquierdas asesinada de manera asaz cruel por los sublevados al comienzo de la contienda.

Si les dicen a mis amigos que excavar fosas es reabrir heridas o que la guerra aún no ha terminado, responderán seguramente que las brutalidades de un bando nunca pueden justificar las del otro, que todas las memorias familiares son respetables y que, como dice el sabio Fernando Savater, no se puede imponer una visión del pasado para embellecerlo por decreto.

Ni que decir tiene lo orgulloso que estoy de estos amigos y el honor que me hacen cuando me involucran en sus pesquisas. A veces incluso pienso que la España que ellos representan sigue siendo una esperanzadora realidad, pese a que algunos se empeñen en lo contrario.

  • Pedro Corral es periodista, escritor y diputado del PP en la Asamblea de Madrid