La natalidad en España: «Paña ita iños»
Ciertamente la caída de la natalidad es un proceso generalizado en todas las naciones de nuestro entorno económico y social. En la Unión Europea no hay ningún país que renueve las generaciones, pero todos están mejor que España
Así me sonó la frase que Manuel Fraga pronunció en una conferencia sobre los problemas sociales de España. Reconozco que, al principio, me costó interpretarla, pero en el transcurso de la charla, al comprobar que hablaba de la natalidad, pude reconstruir las palabras mutiladas por la vehemente dicción del político gallego: «España necesita niños». Una afirmación que ya reflejaba cuando la pronunció una carencia evidente, y que hoy adquiere la condición de exigencia imperiosa. No quiero cansarles con demasiados datos, pero para que vean el fuerte derrumbe de la natalidad les diré que en la etapa del baby boom (mediados de los 50 a mediados de los 70) los nacimientos anuales oscilaban entre 650.000 y 660.000 y que en 2020 se alumbraron solo 341.000, lo cual refleja una caída de casi el 50 por ciento.
Una combinación de circunstancias económicas y sociales (crisis, cambios en los modelos familiares y en la jerarquía de los valores, revolución educativa e incorporación de la mujer al trabajo etc.) explican la situación de tres indicadores (factores) de influencia decisiva sobre la natalidad: el nivel de la fecundidad, el volumen de mujeres en edad de procrear y la edad a la que se tienen los hijos.
Para medir la fecundidad suele utilizarse el número medio de hijos por mujer en edad de procrear. Si ese indicador está por encima de 2,1 hijos por fémina se renuevan las generaciones; si está por debajo, no se produce esa circunstancia. Es lo que sucede en España desde hace ya bastantes años. El índice actual es de 1,2 (realmente en 2020 solo 1,18 debido a los efectos de la pandemia), pero hay siete comunidades con valores más reducidos, dos de ellas (Asturias y Canarias) con menos de un hijo por mujer.
La cifra de alumbramientos tiene mucho que ver también con el volumen de mujeres en las edades habituales de ser madres. En nuestro país el 85 por ciento de los nacimientos se concentra en el intervalo de 25 a 40 años, de tal manera que si en esas edades hay muchas mujeres la natalidad puede ser más alta y si hay pocas resultará más baja. La evolución reciente refleja esa circunstancia. Entre 2008 y 2020 perdimos un millón de mujeres en edad de procrear lo cual ha contribuido decisivamente a la caída de los nacimientos. Las madres potenciales son cada vez más escasas, lo cual exigiría a las madres efectivas tener más hijos no ya para esa deseable recuperación de la natalidad, sino para evitar que los nacimientos sigan derrumbándose. Pero las cosas no suceden así, ya que, como hemos visto, el número medio de hijos por mujer no cesa de bajar.
Las cosas se complican por una tercera circunstancia, que es la edad, cada vez más elevada, a la que se tienen los hijos. La edad media del alumbramiento del primer hijo está por encima de los 31 años, el 40 por ciento de los nacimientos corresponden a madres por encima de los 35 años y nunca un porcentaje de madres tan alto (10 por ciento) tuvo a sus hijos por encima de los 40 años. Ahora bien, tener hijos más tardíos no significa tener más hijos. Todo lo contrario: el retraso de la maternidad acaba traduciéndose en un menor tamaño familiar.
Ciertamente la caída de la natalidad es un proceso generalizado en todas las naciones de nuestro entorno económico y social. En la Unión Europea no hay ningún país que renueve las generaciones, pero todos están mejor que España, que ostenta el nada envidiable récord de tener la fecundidad más baja. Y, junto con Italia, la edad más tardía de alumbrar el primer hijo. Los 1,2 hijos por mujer se alejan mucho de los 1,9 de Francia, o los 1,7 de Irlanda y Suecia. Y el caso es que nuestros progenitores dicen en las encuestas que desearían tener en torno a dos hijos. ¿Qué está pasando? ¿Por qué no se tienen los hijos deseados? ¿Tiene esta situación algún remedio? Abordaré estos interrogantes en próximos artículos.
- Rafael Puyol es presidente de UNIR