¿Es necesario que una sociedad sea culta para ser libre?
La cultura y el conocimiento nos liberará de las ataduras y las cadenas de la opresión de los gobiernos autoritarios y sin escrúpulos
Una sociedad próspera y dinámica necesita que sus integrantes gocen de un nivel cultural y de un conocimiento a prueba de espectáculos y chascarrillos oratorios. Cada día estamos viendo con más asiduidad expresiones inadecuadas, comentarios procaces, términos zafios que no demuestran nada más que el bajo nivel de quien habla, escribe o parlamenta. Y la culpa de esto, en gran medida, es de los gobernantes que, o bien porque quieren tener gregarios sin opinión o porque quieren que se les parezcan a ellos, no se preocupan de dar solución al problema. Y así va la sociedad, paso a paso, a una disgregación, cuando no una disolución intelectual. No hay nada más que ver y oír conversaciones que nos avergüenzan. Cerremos los ojos y escuchemos hablar a un político de estos que comento. Afortunadamente no son todos. Es triste y demoledor. La cultura y el conocimiento es la base del desarrollo de la sociedad.
La transmisión del conocimiento y la cultura, aunque no son la misma cosa, se entremezclan a lo largo de la vida intelectual de la persona conformando los basamentos arquitectónicos sobre los que se sustenta el desarrollo del mundo. Nuestras sociedades necesitan el saber, el motor del progreso gracias al cual todo crece y avanza. El profesor en la educación conforma el soporte, la estructura de la persona que en poco tiempo saldrá al campo de batalla de la Ciencia. Pero no todo queda en eso, en la cultura y en el conocimiento, hay algo más que se olvida y que nos debe estimular a que cada día sea más realidad que quimera. Hay muchas cosas que no se transmiten solo con datos y conocimientos, sino con ejemplos y valores. Es necesario no transmitir solo unos conocimientos, sino un espíritu creativo, no limitarse a enseñar cosas, sino enseñar a aprender y a recorrer el camino de la ciencia. Si solo nos limitamos a la mera transmisión de conocimientos, la universidad no tendría razón de ser, pues como decía Whitehead para eso solo con la imprenta bastaría. Y para esto, no solo hay que tener conocimientos, sino también cultura y saberlo expresar en el momento adecuado. En suma, el educador debe ser un posibilitador de esperanza.
El hombre que posee conocimiento posee la mitad de la solución al problema. El que no lo posee se aleja del mismo y este alejamiento le lleva a la esterilidad intelectual.
La sabiduría, sin embargo, es otra cosa, es algo más. Es el conocimiento adquirido con los años, reposado con el tiempo, la cultura, y alambicado en nuestra experiencia personal para después aplicarlo a la revisión y enjuiciamiento de los diferentes problemas que nos rodean. Personas cultas y con conocimientos no tienen por qué ser sabios. Estos son algo distintos, pues necesitan de una reflexión personal, de una mirada diferente al mundo que nos rodea. Es una condición superior que hace al hombre más sensato en el saber y más justo en lo moral. Por ello, la sabiduría no se queda solo en el saber, sino que tiene además una dimensión más importante, su contenido moral. No existe sabiduría sin conocimiento, aunque lo contrario sí puede ser, pues para el conocimiento, solo se necesita el estudio y el esfuerzo personal. La sabiduría necesita, además de un proceso de ensimismamiento profundo, de una manifestación de interiorización reflexiva importante. El conocimiento sería la impregnación, lo exterior y la sabiduría, lo interior, lo ensimismado, lo reflexionado. Esta nos sirve para hacer una revisión de nuestra vida, del conocimiento recorrido y del que queda por recorrer, tomando ejemplo de lo bueno vivido y lo malo rechazado.
La sabiduría se alcanza cuando se dobla el recodo del camino y se lleva la vista atrás. El conocimiento se tiene cuando vemos camino por delante, cuando miramos al horizonte y todavía no hay camino que mirar y sí mucho por recorrer. Aquí se puede recordar la famosa frase de Antonio Machado: «Caminante no hay camino, se hace camino al andar». Son el conocimiento y la cultura los que nos labran el camino, los que nos marcan el sendero por el que nuestra vida transcurre. Este sendero es un continuo fluir por el que avanzamos con pie más o menos seguro, pero siempre adelante hasta llegar al recodo. Al traspasar este, viene la sabiduría, la reflexión, el intimismo personal.
Hay una frase demoledora de Martin Luther King que dice: «Nuestras vidas empiezan a acabarse el día que guardamos silencio sobre las cosas que realmente importan». Los hombres sin cultura, sin conocimientos, guardan silencio en los grandes problemas de la humanidad y, por ello, su solución no se vislumbra. La educación debe colaborar a que el alumno tenga una personalidad sólida, con valores y principios que debe defender en la sociedad.
Por eso la cultura y el conocimiento nos liberará de las ataduras y las cadenas de la opresión de los gobiernos autoritarios y sin escrúpulos.
- Antonio Bascones es presidente de la Real Academia de Doctores de España