¿Se puede extender la guerra al Pacífico?
Como ocurre con cualquier incendio es susceptible de extenderse siempre que queden ascuas encendidas. Por eso es urgente parar el conflicto, y a Occidente le interesa mucho que el alto el fuego o la paz lleguen cuanto antes
La guerra de Ucrania, la agresión de Putin a su país vecino, que ha producido estupor y estremecimiento en nuestro país y en todo el mundo, dura ya dos meses. Posiblemente, en los planes rusos se contaba con un desmoronamiento del régimen de Zelenski (similar a lo que ocurrió en Afganistán en agosto de 2021). Pero la realidad es que el pueblo ucraniano está haciendo frente con valor y energía admirables a los rusos, y que la guerra continúa
Los precedentes históricos de guerra en Europa en el siglo XX son terribles, porque el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo se propagó en pocas semanas como un conflicto generalizado (1914). En el 39, tras la invasión de Polonia, los ejércitos nazis avanzaron hacia Francia y otros muchos países (1940), y dos años después, la guerra europea se extendió al Pacífico con el bombardeo japonés de Pearl Harbour (1941).
Putin tiene en su mano acabar con la guerra, y bastaría con que los ejércitos rusos se retirasen del territorio ucraniano. Pero no creo que suceda así, y llegará el día en que el presidente ruso declarará su «victoria» (aunque salga derrotado) al haber conseguido sus «objetivos» (mission accomplished). Mientras tanto, las hostilidades pueden propagarse a otros países. O, como ocurrió en las dos guerras mundiales, que los Estados Unidos decidan participar de una forma más directa (inclinando la balanza a su favor).
El ex primer ministro japonés Shinzo Abe acaba de publicar un luminoso artículo en el que plantea las similaridades y diferencias de los casos de Ucrania y Taiwán. Las similaridades son: la enorme diferencia militar entre China y Taiwán (como entre Ucrania y Rusia). Segundo, Taiwán tampoco está integrada en ningún pacto de defensa y tiene, en principio, que afrontar sus amenazas sola. Y tercero, tanto China como Rusia tienen poder de veto en el Consejo de Seguridad, lo que incapacita a las Naciones Unidas para tomar medidas serias para frenar la guerra.
Con la que conocíamos antes como Formosa existe el agravante de que en la «Taiwan Relations Act» de 1979 no hay mención explícita de compromiso norteamericano de defenderla. Adicionalmente, no es un Estado independiente reconocido internacionalmente. De ahí se concluye que, para evitar la guerra en los estrechos de Taiwán, Estados Unidos debería rearmar la isla y, como dice Abe, superar la ambigüedad existente con respecto al compromiso de su defensa.
En febrero de este año, en los prolegómenos de los Juegos Olímpicos de invierno de Pekín, los presidentes chino y ruso firmaron una declaración que da a entender que China dejará las manos libres a Rusia en sus pretensiones ucranianas y que Rusia haría lo propio, según interpreta Florentino Portero, con respecto a mirar para otro lado si China decide invadir Taiwán. Aunque la Administración Biden se ha concentrado en el Pacífico, nadie esperaría una reacción contundente norteamericana en ese caso (también es cierto que en 1941 Japón tuvo un error de cálculo garrafal).
En otro punto caliente de la geografía de Asia, la península de Corea, el conflicto en Ucrania podría estimular el apetito de Kim Jong Un y animarle a lanzar una ofensiva para conseguir la reunificación del país por la fuerza (como ya intentó su abuelo Kim Il Sung en 1950). El conflicto es menos probable porque los americanos tienen estacionados 30.000 soldados en Corea del Sur, pero como en el caso de Taiwán y Ucrania, hay similitudes y diferencias.
En cuanto a las similitudes cabría mencionar que el Estado potencialmente agresor, Corea del Norte, es también una autocracia, capaz de ocultar sus verdaderas intenciones, como lo hizo Rusia cuando defendía durante semanas que la concentración de sus tropas en las fronteras de Ucrania eran meras maniobras militares. La República Democrática Popular de Corea tiene la bomba atómica (como la tienen Rusia y China) y una poderosa máquina militar (las baterías norcoreanas que apuntan al Sur podrían causar millones de muertes en el área metropolitana de Seúl, poblada por más de 20 millones de personas). La diferencia estaría en que Corea del Norte no es miembro del Consejo de Seguridad, aunque tanto Rusia como China podrían plantear un veto si se produce alguna iniciativa internacional para controlar el uso de la fuerza por el apadrinado régimen norcoreano.
Se podrá decir que el conflicto de Ucrania está circunscrito al territorio de ese país, pero como ocurre con cualquier incendio es susceptible de extenderse siempre que queden ascuas encendidas. Por eso es urgente parar el conflicto, y a Occidente le interesa mucho que el alto el fuego o la paz lleguen cuanto antes (4,5 millones de refugiados ucranianos en Polonia, Hungría, Rumanía y otros países lo esperan con ansiedad). La misma ansiedad que comparte el resto del mundo, temiendo que se propague la guerra por Europa o, incluso, como se ha apuntado, por el Pacífico.
- Gonzalo Ortiz es embajador de España