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EN PRIMERA LÍNEAGonzalo Cabello de los Cobos Narváez

¡Ea, ea, ea, la izquierda se cabrea!

Lloran y patalean porque saben que su chollo tiene los días contados. Saben que su inquisición particular, si Elon Musk cumple su palabra, ha tocado a su fin y que tendrán que jugar todos con las mismas reglas del juego

Hace poco tuve una conversación con varios amigos en la que discutimos sobre la razón exacta que habría llevado a Elon Musk a comprar Twitter. Unos, los más racionalistas, decían que el magnate, simplemente, ha visto una buena oportunidad de negocio y ha ido a por ella, otros, los más románticos, en cambio, hablaban sobre la posibilidad remota de que el sudafricano lo haya hecho de forma altruista para garantizar la libertad de expresión y, por último, la gran mayoría, opinaba que esta adquisición se debe principalmente al poder que conlleva controlar una plataforma de las dimensiones y características de Twitter; un poder que para la persona más rica del planeta siempre es bueno tener de su parte. Tras un buen rato de discusión, terminamos con un sorprendente y grato consenso generalizado: Elon Musk lo quiere todo.

Es obvio que una persona de su inteligencia no va a desembolsar 44.000 millones de dólares en un negocio sin potencial. Él sin duda ha visto algo que al resto se nos escapa. Respecto a la parte altruista de la transacción, también debe haber algún plan al respecto. Musk lleva denunciando bastante tiempo la falta de libertad de expresión en Twitter. Y respecto al poder que conlleva controlar la mayor plataforma de opinión del mundo, resulta casi obvio pensar que ha sido uno de los factores determinantes en la compra.

La realidad es que todo son elucubraciones que los pobres mortales hacemos alrededor de una mesa y unas consumiciones. Nadie, excepto algunos iluminados, sabe la razón exacta. Solo el tiempo determinará las verdaderas intenciones del magnate.

Pero, estarán conmigo, en que lo más divertido de esta telenovela no son las razones de Musk, sino las reacciones de la izquierda woke a nivel global ante la compra de su red social favorita. Muchos de ellos, aduciendo las más peregrinas razones, ya han amenazado con irse de Twitter mientras pregonan al mundo que Elon Musk, ese satán disfrazado de multibillonario, convertirá la plataforma en poco menos que un desfile militar al Paso de la Oca, dando crédito y rédito a los más execrables ultras de nuestra sociedad, incluyendo por supuesto al nefando Donald Trump, su obsesión y tortura.

Recordarán ustedes que la cuenta del expresidente del Gobierno estadounidense fue eliminada de la faz de la tierra por Twitter, de forma unilateral, tras los incidentes violentos en el Capitolio de Washington D.C. En aquella ocasión, y en muchas otras, Twitter actuó de acusación, juez y jurado y dictó sentencia condenatoria contra una de las personas más influyentes del planeta, con nada menos que 88 millones de seguidores en aquel momento. Trump no tuvo posibilidad de defenderse. Simplemente fue cancelado.

Paula Andrade

Ahora, uno de los mayores temores de la izquierda estadounidense es que, con esta adquisición, el que fuera presidente de Estados Unidos vuelva a aterrorizar a las masas con sus mensajes. Consideran que, con Musk al frente, ya no podrán hacer nada por callar impunemente a todo aquel sujeto que les incomode. Y eso, como saben, no es tolerable.

Que a nadie le sorprenda si en los próximos meses los demócratas llaman a Elon Musk a declarar para preguntarle qué nuevos planes en materia de libertad de expresión tiene para Twitter. Una forma muy sutil de preguntarle si, en realidad, va a seguir permitiendo que los demócratas hagan y deshagan en Twitter a su antojo y sin impedimento alguno. No se lo van a poner fácil. La nueva caza de brujas ya se está pergeñando.

A nadie se le escapa que están aterrorizados ante el posible advenimiento del malvado Trump. No es de recibo que un expresidente y posible candidato a las próximas elecciones pueda participar en el debate público a través de una plataforma que ellos consideran suya y además tener un altavoz tan potente contra el abuelito Biden, tan fuera de forma en los últimos tiempos. Los demócratas saben que la masacre sería masiva e inmediata.

Pero la realidad es distinta y nada tiene que ver con la libertad de expresión. Lloran y patalean porque saben que su chollo tiene los días contados. Saben que su inquisición particular, si Elon Musk cumple su palabra, ha tocado a su fin y que tendrán que jugar todos con las mismas reglas del juego. Algo que sabemos que la izquierda no suele tolerar amigablemente, sobre todo si concebían la partida como ganada de antemano.

Por ahora, como digo, no sabemos si Elon Musk cumplirá su promesa y en qué términos, pero lo que sí sabemos es que la izquierda, con sus reacciones furibundas e irracionales, ha destapado la verdad y la vergüenza de una situación que, espiral del silencio mediante, era un secreto a voces: Twitter ha seguido durante estos años su inexorable agenda política de izquierda y ha acabado con todos aquellos que han osado contravenirla, ignorando así las más elementales reglas de un sistema democrático. Veremos qué pasa a partir de ahora.

  • Gonzalo Cabello de los Cobos Narváez es periodista