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En primera líneaRafael Puyol

España 2035. ¿Cómo seremos?

Cabalgamos hacia la vida de 100 años cuyos primeros protagonistas ya están en este mundo

La situación demográfica española preocupa cada vez más y a más gente porque los datos son malos y no se hace nada para frenar una tendencia negativa que se va a intensificar. Voy a intentar mostrarles la imagen que tendrá nuestra población dentro de 15 años, de la mano de la última proyección realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). He de advertir que los demógrafos no tenemos una bola de cristal donde mirar el futuro, ni somos magos dotados de un poder adivinatorio infalible. No hacemos predicciones, sino simples pronósticos de la evolución previsible de las variables demográficas partiendo de lo que observamos en la actualidad y estableciendo hipótesis de comportamientos probables. Los posibles errores son más frecuentes en poblaciones en plena transición demográfica, pero menos habituales y de menor cuantía en poblaciones maduras como la nuestra. De tal manera que los resultados que el INE ofrece, especialmente para las proyecciones a corto plazo (15 años), dan una imagen que se va a parecer mucho a la situación que vamos a tener en el horizonte 2035. Veamos los rasgos principales de esa imagen a través de un retrato de brocha gorda.

La primera información es que vamos a crecer, aunque ese incremento sea de proporciones modestas. En 2034 habrá casi un millón de personas más viviendo en nuestro territorio que en conjunto rebasará los 48 millones de habitantes. Y eso a pesar de que en los próximos tres lustros vamos a tener un crecimiento natural negativo. El número de nacimientos va a continuar reduciéndose por lo menos hasta 2027, continuando con la tendencia iniciada con la crisis económica de 2009. Después puede producirse una recuperación de las cifras debido a la incorporación a las edades más fecundas de las mujeres nacidas en el periodo de mayor natalidad que se alargó desde finales del siglo pasado a los años de la crisis. Pese a ello los nacimientos siempre van a estar por debajo de las defunciones que al crecer provocarán la intensificación del saldo negativo. El INE proyecta los nacimientos con la consideración de que la tasa de fecundidad va a subir ligeramente desde el valor actual de 1,2 hijos por mujer a 1,3 en 2034. Ojalá que esa recuperación se produzca, pero en cualquier caso es de muy escasa cuantía para influir decisivamente en el volumen de nacimientos.

En la otra variable, la mortalidad, la mala noticia del aumento de las defunciones tiene la consoladora compensación del incremento de la esperanza de vida. La COVID-19 produjo un descenso pasajero de 0,9 años en los hombres y de 0,8 en las mujeres, pero todo apunta a una rápida recuperación que llevará a los hombres a una esperanza de vida al nacer de 83 años en 2034 y a las mujeres de casi 88. Y paralelamente subirán los años de la vida media que nos quedará a partir de los 65 años (21 y casi 25 años respectivamente para varones y féminas). Cabalgamos hacia la vida de 100 años cuyos primeros protagonistas ya están en este mundo.

Lu Tolstova

La insuficiencia interna para crecer la corrige la inmigración que impide que el país entre en una situación de verdadera involución demográfica. La covid redujo el saldo migratorio positivo que recuperamos, tras la crisis en 2016, pero todo indica que ese saldo volverá a subir provocando una ganancia neta de población debida a las migraciones de 2,7 millones hasta 2034. Sin la llegada de extranjeros perderíamos habitantes; con ella adquirimos volumen, diversidad y riqueza cultural. La inmigración se ha convertido en un elemento estructural de la sociedad española.

Ese incremento modesto de naturaleza migratoria estará acompañado por un proceso fuerte de envejecimiento que hará crecer la población de 65 años y más, el número de octogenarios y el volumen de centenarios que se acercarán a los 50.000. Ese envejecimiento tiene nombre de mujer porque ellas serán las protagonistas principales de la longevidad. Que hombres y mujeres cumplan más años es, en principio, una buena noticia, pero plantea la exigencia de enfrentar sus consecuencias (pensiones, sanidad, dependencia) y aprovechar sus ventajas (trabajo sénior y Silver Economy).

La combinación del doble juego del balance natural y migratorio va a ser distinto en las diferentes comunidades, provocando que unas ganen población y otras la pierdan. De esta manera si las proyecciones se cumplen, es decir, si se mantienen las tendencias demográficas actuales, se darían aumentos en 8 comunidades y descensos en 9. Los mayores crecimientos relativos se producirían en las Islas Baleares, Comunidad de Madrid y Canarias; y los descensos más acusados en Asturias, Castilla y León y Extremadura.

En conclusión, este será el previsible retrato de la población española en poco menos de 15 años. Seremos algunos más gracias a la inmigración que compensará las estrecheces de un crecimiento natural negativo. Esto reducirá la proporción de nacidos en España (80 por ciento) y aumentará la de nacidos en el extranjero (20 por ciento). Algunos habitantes más con una distribución interna distinta: menos jóvenes, más inmigrantes y más personas de edad, particularmente del sexo femenino. Esta previsible evolución plantea la exigencia, cada día más urgente, de establecer una política demográfica integral que contemple acciones para mejorar la natalidad, encauzar debidamente la inmigración y enfrentar los retos y las oportunidades de un envejecimiento galopante.

  • Rafael Puyol es presidente de UNIR