El grillo del hogar
El hombre que camina solo es el modelo preferido de Occidente. Un materialismo que nos induce al no a la vida y a la falta de juicio crítico, y que nos priva de nuestro grillo del hogar
El corazón que nunca pesaba más que la pluma era, en la tradición egipcia, la constatación del equilibrio y la armonía necesaria para la existencia.
¿Cuánto le pesa el corazón al mundo? ¿Dónde está el corazón de Occidente?
En la observancia de la cultura actual echo de menos aquella sensación de proximidad hacia la vida sencilla, sin artificios, sin escrúpulos de espiritualidad, con armadura de fortaleza y con la seguridad y la confianza de tener y ser familia. Quizás por ello echo de menos el amor fraternal.
Dickens lo describió con certeza en aquellas líneas que nos hablaban del «grillo del hogar: tranquilidad, vida doméstica, inocente y bonita».
Lástima del grillo que ya escuchamos con la debilidad propia de hombres consumidos por su propio cansancio vital.
¿Cómo es posible que con tanto seamos tan poco?
La ausencia de su canto nos invita a la reflexión.
Si echamos la vista atrás, recordamos la carencia de materialismo, las ganas de prosperar para ser un poco más felices... ¡con esfuerzo! También añoramos el amor, esa idea luminosa que nos encendía ese corazón que pesaba como una pluma.
Estas son algunas de nuestras añoranzas. Los «inventores de los polvos de talco» nos las desempolvan con su espiritualidad de folletín, donde todo es zen, donde valemos tanto por nosotros mismos que para qué acordarnos de los demás, donde nos ofrecen con el dinero de todos un «bono cultural» para los jóvenes, mientras les ofrecen una educación sectaria y limitada a la pobreza moral e intelectual, falseando la Historia (véanse las últimas elucubraciones del Institut Nova Historia).
¿Recuerdan aquellos tiempos?
Hay que ver cómo eran nuestros héroes leídos al fuego del grillo del hogar; nuestro Quijote, los Reyes épicos, El Cid...
Rápidamente aparecerá un gurú que nos diga que mirar al pasado genera estrés, de la misma manera que algún joven de la posmodernidad se cuestiona para qué sirve la Historia... o un transhumanista nos convierta en máquina al antojo de la tecnología.
Ciertamente... parece una exageración. Pero, entonces, si no es una exageración, ¿por qué nos hemos alejado del fuego que provee ese corazón de pluma?
La familia es ese lugar de encuentro, que no forma parte del patrimonio material que debe gestionar la sociedad política. La familia es el patrimonio espiritual de todos en cualquier tiempo y circunstancia existente. Por eso, en su esencia espiritual, nos alimenta ese corazón de pluma.
Ningún político tiene derecho a aumentar el peso de la balanza con leyes que aminoran el verdadero sentido de la familia.
El modelo occidental del single se apoya en muchas de las leyes que favorecen la desintegración de la familia.
La familia se fundamenta en el amor a la vida y al conocimiento. A la vida de los padres, de los hijos y al pensamiento para así poder poseer pasado, presente y futuro.
El hombre que camina solo es el modelo preferido de Occidente. Un materialismo que nos induce al no a la vida y a la falta de juicio crítico, y que nos priva de nuestro grillo del hogar.
Lo terrible del asunto es que esta preferencia social no es una libre elección del hombre; es en muchas ocasiones una manipulación política que nos ayuda a estimar una libertad irreal...
Como muestra de falsedad democrática, se le pide al Constitucional que «evite la impunidad sobre crímenes gravísimos»... ¡Imagínense! La libertad...
En estos días estivales, a golpe de playa, tuve una conversación con un psiquiatra de recio ejercicio: «En las próximas décadas, la destrucción de la familia nos llenará las consultas de depresivos y estresados».
Como humanista y hombre educado con la historia, para así no hacerme trampas a mí mismo, ya descubrí con Maquiavelo que en la política no existe la conciencia moral. Por está razón, los gobiernos que utilizan las cualidades de la familia para sus fines políticos son veneno para la sociedad, porque destruyen el núcleo vital de la misma.
La falta de compromiso a cambio del egoísmo, el hedonismo a cambio del sacrificio, la falsa cultura a cambio de la verdad en el juicio crítico, rompen ese grillo del hogar.
Decía antes que esta ausencia era reflexiva.
A los que nos gobiernan les haría una pregunta...
¿Creen que la actual legislación del aborto favorece a la familia? ¿Estiman adecuada la ideología cultural para la familia? ¿Con sus leyes de todo término y demagogia ayudan a la familia? ¿Con el salvaje liberalismo económico, estamos ayudando a la familia? ¿La tasa de fecundidad española fortalece la familia?
Miren... Estas leyes de ingeniería social que se promueven desintegran los niveles de responsabilidad del núcleo familiar, ese sumar que democratiza los actos sin atender a sus consecuencias.
Pero... ¿Por qué nos ponen peso en la balanza y nos hacen trampas? ¿Por qué permiten que se okupe la propiedad privada de otros? ¿Por qué quieren hablar de obligatoriedad en el alquiler y no de favorecer el modelo familiar? ¿Por qué les parece mal a algunos la política de incremento de natalidad de Díaz Ayuso?
Pues les diré... la lista de porqués sería tan larga... ¡que avergüenza!
Pero contestando a cada una de ellas, la falsedad, la ocupación, el deterioro del esfuerzo familiar y el relego de los hijos en mor de la competitividad, destruyen el grillo del hogar dueño de la generosidad y la esperanza.
Así escribe Proverbios 4,23: «Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él emana la vida».
Si fuera así, tendríamos más conciencia moral y por lo tanto se la exigiríamos con rigor a los que nos gobiernan; escuchen al grillo del hogar.
- Pedro Fuentes es humanista y ensayista