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Pecados capitalesMayte Alcaraz

El PNV lo está bordando

Ya están todos los malos en sus cárceles amigas, gozando de habitaciones individuales o en módulos de respeto. Solo quedan cincuenta fuera del País Vasco. Pronto estarán allí, como prometió el Gobierno a Otegi. Faltaría más

El PNV tiene dos señas de identidad: su doctrina política bebe en la caudalosa fuente de un racista como Sabino Arana y su deslealtad no conoce límites, como bien podría contar Mariano Rajoy. Por el día aprobaba los presupuestos del PP y por la noche se encamaba con Pedro Sánchez, para colocarle de títere en la Moncloa. Pero este partido escribió su página más oscura durante los tenebrosos años de terrorismo, cuando gustosamente dejaba que ETA moviera el árbol de las bombas y Xabier Arzalluz recogía las nueces, que llenaron de votos enfermos el cesto nacionalista, dinero del chollo del cupo y cesiones de los Gobiernos de Felipe, Aznar, Zapatero, Rajoy y ahora Sánchez, deconstruyendo el Estado hasta el momento actual, donde ya solo le queda al sanchismo abrir la caja común de la Seguridad Social y darle su jugosa parte al PNV. Atentos que no tardará.

No era fácil tocar fondo en la fosa de la inmoralidad que el PNV ha cavado con precisión de sepulturero. Pero nunca hay que tirar la toalla con una ideología tan corrosiva como la nacionalista. Desde hace unos días el lehendakari Urkullu está abriendo las cárceles vascas (gracias a la transferencia que Sánchez les cedió en 2021 y que reclamaba para saltarse la ley a gusto del consumidor etarra) y ha empezado a trasladar presos extranjeros y así dejar vacías algunas celdas-spa donde acomodar por unos meses a los asesinos de ETA, previamente acercados a su tierra por Sánchez. Solo un tramitillo burocrático como paso previo para dejarlos libres definitivamente, bien comidos y descansados a cuenta de los españoles a los que mataban, y que puedan disfrutar de bienvenidas por todo lo alto en sus pueblos, ante la pasividad del que fuera un juez implacable contra el terrorismo, Grande-Marlaska, hoy convertido en un cooperador necesario de la vesania.

Mandan a los reclusos extranjeros a León, Zaragoza, Madrid y Valladolid, limpian sus calabozos, y traen a la esencia misma del RH vasco: los pistoleros etarras, cuya pureza de sangre es incomparable con la que hicieron derramar con sus tiros en la nuca a miles de inocentes. El gran Sabino ya dijo que los españoles éramos sucios, violentos y compartíamos una raza contaminada, por no hablar de que todos habíamos nacido para ser vasallos y siervos. Qué decir entonces de un choricillo checo o de Senegal.

Ya están todos los malos en sus cárceles amigas, gozando de habitaciones individuales o en módulos de respeto. Solo quedan cincuenta fuera del País Vasco. Pronto estarán allí, como prometió el Gobierno a Otegi. Faltaría más. En breve irán para allá el asesino del fiscal Portero y Txapote, el criminal que mató a Miguel Ángel Blanco, Múgica, Ordóñez, Lacalle y Buesa. Sánchez y Marlaska los acercan y el PNV disimula un ratito metiéndolos en las celdas-chollo que controla. Y, finalmente, sus herederos y fieles aliados, los de Bildu (en su particular guerra con echar a Urkullu y colocar a Otegi en Ajuria Enea), defienden en el Congreso el ecologismo, la ganadería extensiva, el reparto de compresas en las escuelas y, por supuesto, el aborto y la eutanasia, como tributo a esos tiempos de furia y muerte. Todo en orden.