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EN PRIMERA LÍNEAJuan Van-Halen

¿Un gobierno innovador?

No sé si, al final, la culpa de nuestros males económicos será de Putin, de Franco, de la COVID-19 o de la viruela del mono, pero seguro que del Gobierno no

El Gobierna anuncia, advierte, denuncia –tarde y desdiciéndose– los males que nos acechan, pero no los resuelve. Descalifica e insulta a la oposición porque se opone a sus políticas que es precisamente su papel en democracia. Pedir que la oposición ejerza el «sí, bwana» es una memez, una innovación sanchista. Y cuando el Gobierno, al fin, asume su función de gobernar lo hace con trampas. Es el ejecutivo que más ha utilizado los decretos leyes: 128. Y enmascara en esta fórmula no cuestiones de especial urgencia, que para eso existe, sino para convertirla en un batiburrillo de asuntos, ajenos unos de otros, que por respeto al ciudadano debería evitar. Una sorpresa en el galimatías: el decreto ley más sonado lo defendió ante el Pleno del Congreso la ministra de Transportes, por su inclusión adherida de temas como el bono temporal al transporte ferroviario, mientras permanecía calladita y en su escaño la ministra para la Transición Ecológica, responsable del más importante asunto del decreto ley: las restricciones para ahorro energético.

Este Gobierno resulta innovador en lo que no debería serlo. Por ejemplo, Sánchez va de periplo hispanoamericano para tratar de compensar en el extranjero la imagen que tiene bajo mínimos en España, y aprovecha para atacar a la oposición. Algo nuevo. He viajado hace años como periodista con presidentes de Gobierno y eso no ocurría. Cuando eran preguntados sobre temas de política interior eludían responder. Eran asuntos de España que se trataban en España. Sánchez, no. Utiliza a medios cercanos y, ante sus preguntas, expresa sus opiniones sobre lo perversa que es la oposición y lo maravilloso que es él. ¿Querría controlar también a la oposición? ¿Elegir él a su líder? ¿Marcar él sus estrategias? Pero España, al menos por ahora, no es Nicaragua. Más respeto a los gestos democráticos también en los viajes presidenciales.

Lu Tolstova

Antes del verano los ministros se lanzaron en tromba acusando a la oposición de catastrofista porque anunciaba, coincidiendo con las previsiones de instituciones económicas nacionales, europeas e internacionales, que el otoño sería difícil por la acelerada inflación entre otros motivos preocupantes. En julio aumentó el paro, la peor cifra de este mes desde 2008, se perdieron más empleos que desde 2002, y bajó la afiliación a la Seguridad Social. En agosto las cifras siguen siendo preocupantes. «Se confirma la ralentización en el empleo, en la economía», valora Adecco Grup Institute.

La vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, achacó los malos datos a «la incertidumbre internacional». Balones fuera. Los contratos indefinidos se redujeron en un 12,5 por ciento, cuestión que iba a arreglar su última reforma laboral junto al invento de los «contratos fijos discontinuos», un apaño semántico para reducir sobre el papel las cifras reales de desempleo. Los mismos ministros que acusaban de catastrofistas a quienes pronosticaban un otoño duro lo anuncian ahora desdiciéndose con amnesia y desvergüenza. No sé si, al final, la culpa de nuestros males económicos será de Putin, de Franco, de la COVID-19 o de la viruela del mono, pero seguro que del Gobierno no. La gestión de un país es responsabilidad de su Gobierno y no es decente acusar a otros de sus imprevisiones, improvisaciones y zigzagueos.

España vive al día. De sorpresa en sorpresa. Con una deuda pública que nos destaca muy por arriba de nuestros vecinos, y con unos datos económicos que, en muchos sectores vitales nos colocan en la cola de los grandes países de la UE. Pero amasar las cifras es virtuosismo en el que el Gobierno es experto. La inflación no se padece sólo en España pero compárense los índices europeos. Hacerse trampas en un solitario es siempre posible.

Otra innovación de este Gobierno, pues no tiene precedente, es que la vicepresidenta y ministra de Trabajo, cuya misión sería el diálogo constructivo con las organizaciones empresariales y los sindicatos, se convierta en azuzadora y entusiasta de movilizaciones sindicales contra la CEOE para que suban los salarios. Le da igual que ello suponga aumento del paro y cierre de pequeñas y medianas empresas. Ella responde a impulsos ideológicos. Se enroca en ver a los empresarios, que son quienes crean empleo, como los malos de la película. No entiende su responsabilidad como vicepresidenta y ministra. ¿Por qué no lleva la iniciativa al Consejo de Ministros y se sacan de la manga un nuevo decreto-ley? Probablemente porque el Gobierno no lo ve tan claro. ¡Y Yolanda Díaz es vicepresidenta de ese Gobierno! Utiliza a los sindicatos, a los que favorece con generosas dádivas. Los sindicatos son como un mueble viejo que se resiste a ser restaurado. No protestan en la calle por tantos motivos como la realidad exigiría pero se movilizarán al toque de corneta de quién les paga. Todo muy cutre aunque previsible. Y muy innovador.

La última innovación llega de la UE. La Von der Leyen, del PPE, se apunta a Sánchez. Se veía venir. Ya anoté alguna vez que, visiblemente, le pone ojitos a Sánchez. ¿Será verdad, como dijo la ministra Rodríguez, que lo del presidente guapo vende por esos mundos? Lo mismo doña Úrsula vio la foto del bolsillo abultado de Sánchez y no pensó que era el teléfono móvil. La política está bajo mínimos también en Bruselas. Si el físico tiene más tirón que las neuronas ¿adónde vamos a llegar? Un bochorno. Otro.

  • Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando