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En primera líneaJuan Díez Nicolás

Nivel de vida y estándar de vida

La gran contradicción de nuestro tiempo es la de las crecientes desigualdades en el nivel objetivo de vida, y las crecientes igualdades en nuestro estándar de vida. La frustración personal y el conflicto social están servidos

Los dos conceptos del título de este comentario parecen lo mismo, pero no lo son, aunque su diferencia es causa de ansiedades y frustraciones personales, y de conflictos sociales actuales.

En España, y en el mundo, ha habido épocas mejores y peores. Recordemos la pobreza y la escasez de la posguerra en los años 40, la incipiente recuperación económica de los 50, el desarrollo económico y el crecimiento de las clases medias de los 60, las crisis energéticas y otras de los 70, la bonanza de los 80 y parte de los 90, y los temores crecientes a partir del siglo XXI.

Todos tenemos nuestro nivel de vida objetivo, es decir, un nivel de ingresos, un equipamiento del hogar, unas posibilidades reales de gasto. Y nos diferenciamos según nuestro nivel de vida objetivo, unos tienen más y otros tienen menos. Siempre ha habido desigualdades económicas y sociales, pero no conozco ninguna Arcadia feliz en la que todos los habitantes tuvieran el mismo nivel objetivo de vida.

Creo no equivocarme al decir que, fuese cual fuese nuestro nivel objetivo de vida, todos hemos tenido nuestros sueños del nivel de vida al que aspirábamos. Algunos recordarán aquella canción que popularizó el actor argentino Pepe Iglesias 'El Zorro' en la radio española de los años 50, titulada Todos queremos más, en la que se decía que el que tiene 20 quiere los 40, y el que tiene 40 quiere los 80, etc. Describía muy bien la realidad, porque nunca decía que el que tiene 20 quiere los 80, pues afirmaba que todos queríamos más de lo que teníamos, pero esas aspiraciones eran limitadas, proporcionales a nuestro nivel de vida objetivo. Habíamos internalizado la idea del progreso, de unas mejoras poco a poco. Nadie aspiraba, excepto durante la lotería de Navidad, a pasar «del cero al infinito», sino que aspirábamos a un cambio gradual, no de golpe. Esas aspiraciones son lo que he denominado «estándar de vida».

Lu Tolstova

En una investigación de 1967 lo representé en un gráfico de coordenadas en el que el eje horizontal representa la clase social de los individuos, y en el eje vertical se representa el nivel de vida objetivo, y también el estándar de vida subjetivo. Como es lógico, una línea ascendente indica que cuanto más alta es la clase social de un individuo mayor es su nivel de vida objetivo. Es un reconocimiento de que existen desigualdades sociales y económicas en la sociedad. Pero el estándar de vida se representó por otra línea ascendente, paralela y por encima de la del nivel objetivo de vida, para indicar que todos los individuos aspiraban a un nivel de vida algo superior al que objetivamente tenían.

En mi opinión, esta descripción ha sido válida más o menos hasta el último cuarto del siglo XX, pero no representa la realidad actual. Por una parte, todos los informes e investigaciones realizados por instituciones académicas, económicas y políticas internacionales y nacionales demuestran que las desigualdades sociales se han incrementado de una forma acelerada en las últimas décadas, tanto entre países como dentro de cada país. Pero las aceleradas innovaciones tecnológicas en los medios de comunicación han permitido que todos los seres humanos, en cualquier lugar del mundo, sean hoy conscientes de las diferencias entre su nivel de vida objetivo y el de los que tienen más. Primero fueron el cine y las revistas los medios que mostraban esos contrastes entre «los que tienen más» y «los que no tienen, o tienen menos». Luego fue la televisión por cable, luego la televisión por satélite, y más recientemente por internet y las redes sociales. En la actualidad, los habitantes de cualquier lugar del mundo tienen la capacidad de ver, no solo de imaginar, cómo viven los que más tienen en el lugar más rico y desarrollado de nuestro planeta. Y ello ha tenido como consecuencia una gran revolución de las expectativas, pues el conocimiento de cómo viven los que más tienen alienta nuestros deseos y aspiraciones a imitarles.

Además, al mismo tiempo que se han incrementado de forma extraordinaria las desigualdades sociales y económicas reales, han aumentado también su presencia e influencia a través de los mismos medios las ideologías que defienden la igualdad entre todos los seres humanos y la reivindicación de los mismos derechos para todos. De este modo, la línea a la que antes he hecho referencia tiene un mayor gradiente, pues muestra mayores y crecientes diferencias en los niveles objetivos de vida, acercándose cada vez más al eje vertical, mientras que la línea que refleja las aspiraciones cada vez se va convirtiendo en una paralela al eje horizontal, porque las aspiraciones de los individuos son cada vez más iguales, sea cual sea su clase social, pues todos recibimos los mismos mensajes sobre igualdad y derechos.

El mundo actual, y no solo España, está sometido a esa gran contradicción. Mientras crecen de manera acelerada, casi exponencial, las desigualdades en el nivel de vida objetivo, crecen también de manera acelerada las aspiraciones de todos los individuos, de manera que cada vez son más iguales las aspiraciones de los que tienen y los que no tienen. Esta contradicción necesariamente conduce a toda clase de frustraciones personales y conflictos colectivos. En la situación tradicional, los individuos de cualquier estatus socioeconómico veían como posible, alcanzable, lograr al menos parcialmente sus aspiraciones. En la situación actual, los que tienen siguen viendo posible lograr sus aspiraciones, mientras que los que tienen menos o no tienen, que han internalizado las mismas aspiraciones que los que tienen, consideran imposible llegar a lograrlas. Y por eso se recurre cada vez más a «atajos» para cumplir las aspiraciones, generalmente por vías no legales.

La gran contradicción de nuestro tiempo es la de las crecientes desigualdades en el nivel objetivo de vida, y las crecientes igualdades en nuestro estándar de vida. La frustración personal y el conflicto social están servidos.

  • Juan Díez Nicolás es académico de número en la Real de Ciencias Morales y Políticas