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en primera líneaJuan Van-Halen

El oso herido

Putin ni siquiera admitiría esa derrota; no se presentaría ante su pueblo como un perdedor. Silenciará a quienes piden su dimisión, que sobre todo son concejales que siempre tuvo en contra

He vivido guerras en directo por esos mundos desde Vietnam, Paquistán-Bangladés, el Sinaí… Las guerras de mi juventud. En todas era reconocible el arma de la mentira. La principal batalla era la de la propaganda. La derrota de Estados Unidos en Vietnam comenzó en las calles de Washington, de Nueva York o de San Francisco cuando multitudinarias manifestaciones clamaban una pregunta: ¿por qué están muriendo allí nuestros chicos? También se lo preguntaban los combatientes. Muchos tenían sus calendarios cortados en el día que les tocaba regresar a casa. Ese espíritu derrotista suponía crispación, desvío y al final enajenación, y es probable que de ese cóctel emocional emanasen tragedias como la matanza de cientos de civiles –hombres, mujeres y niños– en My Lai.

Nunca podría estar de acuerdo con la invasión de un país soberano. Es un claro atentado a la legalidad internacional y a la cordura. Esas acciones han supuesto conflictos de los que el mundo guarda amarga memoria. En España, la última invasión que padecimos nos costó seis años de guerra con Napoleón, el hombre más poderoso de Europa, y a su final sufrimos un golpe regio de vuelta al absolutismo. Putin es el culpable de la guerra de Ucrania desde un autoritarismo con barniz democrático. Durante años, Rusia vivió la trampa de un intercambio sucesivo de la jefatura del Estado y la presidencia del Gobierno entre Putin y Medvédev hasta que cambió la Constitución.

Acaso sea la de Ucrania la guerra que evidencia más claramente la desinformación. Había que hacerse con la opinión pública. Desde el primer día los contendientes atiborraron de falsas noticias a los medios internacionales que demandaban imágenes y no se preguntaban su fiabilidad. Se han ofrecido bombardeos de otras guerras, incendios en otras partes del mundo, declaraciones de personas que no tenían que ver con los sucesos que supuestamente protagonizaban. Una estrategia aupada por la moderna comunicación que emplea redes sociales, Twitter, medios subvencionados, y cualquier sistema que pueda ser eficaz a sus fines.

Paula Andrade

La manipulación de la realidad se utiliza también como defensa. Hay que dar firmeza a los resistentes, destacar su heroísmo, apuntalar el sacrificio de un pueblo que sufre. La estrategia de Putin es tratar de justificar la «invasión» –esta palabra y «guerra» están prohibidas en Rusia–. Se habla de «operación militar especial». Con todo, lo preocupante es la duración que pueda tener un conflicto que Putin creyó un paseo militar. Es cierto que en el Donbás fueron perseguidos, y en parte eliminados, los rusoparlantes desde 2014 –anexión de Crimea, con la importante base naval de Sebastopol– y según la OSCE han sido cerca de 14.000 los muertos en los enfrentamientos entre el Ejército ucraniano y los separatistas de las regiones de Donetsk y Lugansk. Pero no es menos cierto que aquella anexión de 2014 no pareció interesar a los medios europeos y norteamericanos, ni a los Gobiernos ni a la OTAN. Era ya una invasión condenable y el anticipo de una guerra.

Estados Unidos y la Unión Europea han surtido de armamento de última generación al Ejército ucraniano por valor de muchas decenas de miles de millones de dólares, y hasta entrenan a sus soldados. Putin ha amenazado con el empleo del arma nuclear y Henry Kissinger advirtió que «Occidente está obligado a prepararse para lo peor» ya que «se ha desatado una crisis tridimensional –de alimentos, de energía y financiera– con efectos devastadores sobre las economías, los países y las personas». Para la Inteligencia norteamericana, «Putin parece preparado para un conflicto prolongado».

Putin entiende que Ucrania resiste gracias al apoyo militar de Washington y de la OTAN. Y el inicio del problema es que Putin, según Kissinger, «estaba ofendido porque Rusia se sentía amenazada ante la absorción de toda la Europa oriental por la OTAN». Se incumplieron los pactos firmados tras la desmembración de la URSS. Y recordó: «Lo dije en 1997 y en 2008: el presidente Putin declaró que si Ucrania entraba en la OTAN no habría Ucrania». Putin inició su guerra no declarada con reservistas y mozalbetes, aparte de alguna unidad de fuerzas especiales, pero no movilizó ni empleó al grueso de sus Fuerzas Armadas. Es lo que ahora le pide el Partido Comunista. Él se niega.

Tras la retirada de tropas rusas, probablemente sublimada por los ucranianos –de nuevo la desinformación–, se alza una pregunta: ¿y si Rusia perdiese la guerra? Esa posibilidad se baraja con optimismo en Washington y en la OTAN, lo que prueba el nivel de la alta política. Putin ni siquiera admitiría esa derrota; no se presentaría ante su pueblo como un perdedor. Silenciará a quienes piden su dimisión, que sobre todo son concejales que siempre tuvo en contra. Otra vez la desinformación. Como un oso herido, Putin sería capaz de todo, movilizaría sus enormes recursos con el riesgo de que una guerra localizada se convirtiese en una guerra continental. O más. China, una potencia en expansión mundial, es una incógnita, pero ya se abstuvo en el Consejo de Seguridad. Un oso herido supone demasiado riesgo. Hay que desear que se consiga cuanto antes un acuerdo de paz con garantías. Mientras Zelenski resiste en Kiev como un valiente, significados oligarcas ucranianos huyeron a Mónaco para esperar a salvo entre sus lujosos yates y el casino. Pero en Ucrania se sufre y se muere cada día. Ucranianos y rusos. Ojo al oso herido.

  • Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de Sam Fernando