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Gonzalo Cabello de los Cobos Narváez

Cuando Mickey Mouse sea una 'drag queen'

Plataformas audiovisuales como Disney han optado por atacarnos a través de los muy funcionales y contrastados sentimientos. No es una idea muy vanguardista, pero estarán conmigo en que funciona divinamente

Los que me conocen de verdad saben que, si hay algo que realmente aprecio en la vida, es escapar de ella. Desde muy pequeño he tratado de evadirme de mil maneras, pero, sobre todo, a través de la literatura y el cine.

Como les ha sucedido a millones de personas en el mundo, Disney ha supuesto para mí un cúmulo incalculable de horas de felicidad. Lo he pasado en grande viendo las aventuras de Aladdin, El Rey León, Robin Hood o Peter Pan; al igual que he disfrutado enormemente leyendo Los Cinco, Los Tres Mosqueteros, La Pimpinela Escarlata o 20.000 leguas de viaje submarino. Todas esas historias infantiles y juveniles han llenado mi cabeza de fantasía, ciencia y valores (que no ideología), y me han ayudado a ser la persona que soy hoy.

No obstante, desde hace unos años, para mí desgracia, he tenido que ir reconociendo poco a poco que Disney, factoría de factorías (Pixar, Marvel, Star Wars), ha pasado de ser una «fábrica de sueños» amistosa e inocente a una todopoderosa corporación al servicio de la progresía internacional, y más concretamente de la violenta ideología woke. Basta comprobar sus tres últimos estrenos, Pinocho, She-Hulk: Abogada Hulka y Lightyear, para verificar que, no solo se han quedado sin ideas originales, sino que además lo que nos ofrece en la actualidad no es más que simple y burda propaganda. Y es una pena.

Las susceptibilidades son tantas y tan profundas que, en la actualidad, los creadores han tenido que relegar a un segundo plano su creatividad, o directamente anularla, para dar prioridad a los caprichos y memeces de nuevo cuño. No quiero ni pensar los juegos malabares que tendrán que hacer los pobres guionistas para contar cualquier historia si, cada vez que se ponen a trabajar, deben tener en cuenta, no solo las miles y miles de sensibilidades que hay en el mundo, sino además los mensajes woke del momento. Debe ser un trabajo realmente agotador.

Lu Tolstova

La dinámica en estos casos es muy fácil. Si, por ejemplo, a usted le molestan los bigotes, no se preocupe, organícese en una asociación con otros antibigotes, llame a Disney para explicarles lo ofendidos que se sienten cada vez que ven un mostacho en televisión, y en poco tiempo verá como todos sus personajes animados serán lampiños. Y si, por desgracia, en las películas antiguas hay bigotes, ¡descuide!, quéjese también y ellos se ocuparán de poner una advertencia muy grande antes de la película para explicar a los desdichados espectadores que aquellos bigotes que a continuación verán en pantalla no son más que una fea reminiscencia del oscuro pasado colonial… Y esto no es una broma. Se llama revisionismo y ocurre todos los días.

Piénselo. Estas plataformas, no se salva ni una, son el altavoz perfecto para introducirnos a través de las risas y las lágrimas conceptos con los que, hasta después de haber visto una serie x, no estábamos de acuerdo. Puede que piense que ya es mayorcito para que jueguen con su cabeza, y en cierta medida tiene razón, pero pregúntese por qué hay ciertas ideas con las que hasta hace bien poco no estaba de acuerdo y ahora, mágicamente, comulga sin problema con ellas. ¿Qué ha pasado por el camino?

No es lo mismo hacer entrar en razón a una persona a través de la cabeza que de las emociones. A través de la cabeza hay que utilizar argumentos y es mucho más complicado. Por eso, para evitar esa incómoda molestia, plataformas audiovisuales como Disney han optado por atacarnos a través de los muy funcionales y contrastados sentimientos. No es una idea muy vanguardista, pero estarán conmigo en que funciona divinamente.

De hecho, si se realiza una pequeña introspección, enseguida se darán cuenta de que muchos de los cambios que se han producido en sus ideas durante estos últimos años no han sido voluntarios, sino que, en realidad, nos han sido inducidos deliberadamente por terceros a fuerza de repetirlos una y otra vez en series, películas y documentales.

Y si a nosotros nos afecta, imagínense lo que sucederá con los niños y los jóvenes. Por eso, este artículo va dirigido especialmente a Disney y no a otras plataformas que utilizan los mismos métodos para absorbernos la sesera con sus particulares e hipersensibles visiones del mundo. Lo que hace Disney, según mi opinión, es mucho más grave sencillamente porque su público objetivo son los niños.

Si usted está de acuerdo en que dentro de poco se presente al ratón Mickey como a una drag queen, genial, no seré yo el que se meta en la educación de sus hijos, pero si por el contrario es de los que cree que el ratón Mickey tiene que seguir siendo ese personaje encantador, inocente y carente de ideología, preste mucha atención a lo que ven sus hijos en el iPad o en la tele. Sus ideas futuras dependerán de ello en gran medida.

  • Gonzalo Cabello de los Cobos es periodista