Quo vadis, mundus?
Las actuales tecnologías de la información y la comunicación permiten hoy al poder un ejercicio que haría palidecer de envidia al 'Gran Hermano' o 'Hermano Mayor' de Orwell
En 1980, finalizada la década del desarrollo y todavía bajo la sorpresa y las consecuencias de la primera crisis del petróleo de 1973 y la segunda de 1979, el mundo no solo abandonó el optimismo que habían generado la reconstrucción de Europa durante la década de los años 50 y el intenso y sostenido desarrollo de la década de los años 60, sino que comenzó a preocuparse por el futuro. El primer aviso fue el primer informe al Club de Roma elaborado por Meadows y su equipo en 1972, titulado Los Límites al Crecimiento. El mundo, y especialmente el más desarrollado, pasó del optimismo al pesimismo, pero entre optimismo y pesimismo se elaboraron importantes informes como el de Meadows, que pretendían conocer las tendencias que iban a caracterizar las próximas décadas: el Informe de Naciones Unidas sobre la Situación Social del Mundo en 1978 (1979), los Interfuturos de la OCDE (1980), y el Informe Global 2000 para el presidente de los Estados Unidos (1980) y muchos otros.
La mayoría de dichos informes coincidían en este pronóstico para las décadas siguientes: (1) crecimiento acelerado de la población mundial, (2) creciente deterioro del medio ambiente, (3) empeoramiento de la calidad de vida, (4) incremento de las desigualdades sociales (entre países y dentro de cada país), (5) incremento de los conflictos sociales latentes y/o manifiestos (entre países y dentro de cada país), y (6) recurso a sistemas de gobierno autoritarios para enfrentarse a los conflictos.
En lo que respecta al crecimiento de la población, debemos recordar que estamos llegando a la población que desde hace décadas diversos científicos han señalado como el máximo que podría soportar la Tierra, los 10.000 millones de habitantes. Utilizando las cifras estimadas y aceptadas como aproximadas por los mejores demógrafos del mundo, la población del mundo que era de unos 250 millones en el año 0 de la era cristiana, se ha duplicado en 1.650 años, luego en 200, luego en 100, y luego en 50 años, de manera que en el año 2000 la población del mundo era de 4.000 millones de personas, y en solo 22 años es de 7.963 millones, es decir, se ha duplicado en solo 22 años.
No parece necesario demostrar que el medio ambiente se ha deteriorado, y que los recursos, aunque no se han agotado, cada vez cuesta más extraerlos o producirlos, y sobre todo trasladarlos de un lugar a otro. La población creciente presiona cada vez más sobre los recursos, como vemos muy claramente en lo relativo a las fuentes de energía. Es evidente que la tecnología siempre ha permitido mejorar de forma extraordinaria la capacidad de extraer, transformar y trasladar los recursos, pero el crecimiento de la tecnología requiere a su vez recursos, como sabemos muy bien respecto a los semiconductores y los minerales raros.
El empeoramiento de la calidad de vida se pone de manifiesto en múltiples aspectos. Ciertamente las nuevas tecnologías han mejorado extraordinariamente nuestra calidad de vida (sólo internet y los ordenadores dan cuenta de múltiples ejemplos), pero no es menos cierto que muchos otros aspectos de la cultura no material han empeorado, debido sobre todo al crecimiento exponencial de la población.
Y como se preveía, los que tienen más poder no aceptarían perder calidad de vida, de manera que para conservar el suyo han empeorado el de otros. Es evidente que el crecimiento del estado de bienestar y de las clases medias desde el final de la II Guerra Mundial ha iniciado el proceso inverso, y están aumentando las desigualdades sociales y económicas entre países y dentro de cada país. Frente a los desacuerdos con esta afirmación los datos parecen confirmarlo. En efecto, en 1965 el país con mayor renta per cápita (Kuwait) tenía una renta per cápita 94 veces más alta que la del país con la renta per cápita más baja (Malawi). En 2022, la renta per cápita más alta, la de Catar (92.080$), es 128 veces más alta que la del país con la renta per cápita más baja, Burundi (800$).
En cuanto a los conflictos, no ha habido ninguno como la II Guerra Mundial, pero han proliferado los regionales desde Corea hasta el actual de Ucrania, y sobre todo han aumentado de forma exponencial los conflictos internos en cada país, desde las revoluciones de colores de Soros hasta los chalecos amarillos de Francia, los derivados de toda clase de movimientos de protesta, como jóvenes, mujeres, aficionados deportivos, pensionistas, etc.
Todo lo cual parece conducir al final pronosticado, y que ya asoma en muchos países de forma más abierta: gobiernos autoritarios, de izquierda, de derecha o de extremo centro. Cuando el poder se siente amenazado o necesita restaurar el orden social, o cuando desea ampliar su poder, la respuesta más fácil es recurrir al autoritarismo, en sus vertientes más duras o blandas. El retorno al autoritarismo parece ser una respuesta a los excesivos conflictos sociales que provocan toda clase de problemas a la gente, para trabajar, para estudiar, para vivir en definitiva, por lo que en gran medida ese retorno será exigido por las propias sociedades, que son las que padecen los conflictos. Pero no parece difícil de creer que eso ya lo saben, y lo esperan, los que promueven y provocan los conflictos sociales. Las actuales tecnologías de la información y la comunicación, la digitalización, permiten hoy al poder, con mayúscula, un ejercicio que haría palidecer de envidia al 'Gran Hermano' o 'Hermano Mayor', de Orwell. El nuevo orden mundial que lleva anunciándose desde hace años no acepta fácilmente que los estados nacionales puedan ponerle normas o reglas de ningún tipo. Pero eso es otro tema que no se puede abordar aquí, porque requiere su tratamiento en profundidad y detalle.
- Juan Díez Nicolás es académico de número en la Real de Ciencias Morales y Políticas