¿Por qué los chinos no quieren tener más hijos?
China refleja una situación en el ámbito de la natalidad definida por una población joven en descenso, una reducción de la nupcialidad y una caída de las mujeres en edad de procrear
Puede parecer sorprendente que un país con más de 1.400 millones de habitantes tenga problemas demográficos, pero así sucede con el gran gigante asiático. Parece que desde 2021 ha entrado en recesión debido a que mueren más personas de las que nacen y el balance migratorio no llega a compensar las pérdidas del saldo natural. Al censo de problemas se une un fuerte desequilibrio en la distribución de los habitantes y sobre todo un acusado envejecimiento fruto de la baja natalidad y del aumento de la longevidad.
El presente y sobre todo el futuro se edifican sobre la evolución experimentada en la segunda mitad del siglo pasado. Desde que se fundó la República Popular en 1949 el Gobierno incorporó la población como un elemento más de su política planificadora. Con algún altibajo logró reducir la mortalidad general e infantil y actuó con decisión para rebajar la natalidad y la fecundidad de forma rápida e intensa. Las políticas chinas de control de los nacimientos han sido las más agresivas de cuantas se han llevado a cabo en el mundo. La primera campaña comenzó en los años 50 y se intensificó en la tercera bajo el lema Wan, Xi, Shao, es decir: matrimonios tardíos, intervalos más largos entre nacimientos y pocos hijos, en realidad solo uno desde 1979 . El balance de esa política fueron los 300 millones de abortos practicados, los 108 millones de mujeres esterilizadas y los 13 millones de niños que nacieron al margen de la ley.
La caída en picado de la fecundidad muy por debajo del nivel de reemplazo (2,1 hijos por mujer) hizo que en 2013 se aparcase la política del hijo único y se animase a las mujeres (y a los hombres) a tener un segundo hijo y más recientemente un tercero. Para ello se establecieron medidas de apoyo a las familias que incluyen desgravaciones fiscales, facilidades de acceso a la vivienda para las parejas jóvenes o servicios de guardería en condiciones ventajosas. Pese a lo cual no hubo reacciones significativas. En 2019 nacieron 14,6 millones de niños y 2021 cerró con solo 10,6 millones. Esta recaída hizo que 17 departamentos establecieran otras medidas entre las que se incluyen asistencia sanitaria pre y postparto, aumentos del periodo de baja maternal, protección de los derechos laborales de la mujer, nuevas ayudas para la vivienda o para sufragar los costes de la educación. Pero sigue sin haber una reacción positiva a favor de una mayor natalidad.
¿Qué está pasando? ¿Por qué China tiene hoy una tasa de fecundidad de tan solo 1,2 hijos por mujer?
Para empezar diré que no existe un contexto demográfico favorable, fruto de la evolución pasada. Hay pocos jóvenes entre 20 y 35 años debido a los reducidos nacimientos de la etapa 1985-2000 cuando regía la política del hijo único. Y particularmente hay menos mujeres en edad reproductiva ya que las parejas si solo podían tener (al menos oficialmente) un solo descendiente preferían un varón. El aborto selectivo fue una práctica habitual durante ese largo periodo malthusiano. Las mujeres en edad de procrear (15-49 años) cayeron de 379 millones en 2010 a 332 millones en 2022, lo cual redujo los matrimonios y el número de nacimientos. A estos factores de índole demográfica, hay que añadir las reticencias de los jóvenes a tener hijos o varios hijos. Un informe reciente realizado a estudiantes universitarios pone de manifiesto que cerca del 60 por ciento dice no querer tener descendientes o solo uno. Por tres, que es ahora lo recomendado, solo se inclina el 2.8 por ciento de los varones y el 1,6 por ciento de las mujeres y el resto muestra su preferencia por dos. Predilección no significa cumplimiento de ese deseo; con frecuencia los hijos habidos están por debajo de los anhelados (así ocurre en España, por ejemplo).
Los argumentos manejados por esos jóvenes no difieren apenas de los empleados en otros contextos. El más importante (43 por ciento) es el temor a no poder conciliar vida laboral y familiar. Le siguen otros motivos como las dificultades para sufragar los gastos asociados a la paternidad o el temor de las madres a que surjan complicaciones sanitarias durante el embarazo o el parto. También manifiestan una cierta preocupación por la salud de los bebés.
Así pues, China refleja una situación en el ámbito de la natalidad definida por una población joven en descenso, una reducción de la nupcialidad y una caída de las mujeres en edad de procrear. Los mimbres para una natalidad mejor no son buenos, pero es que además muchas parejas jóvenes se inclinan por no tener hijos o tener pocos. Los intentos del Gobierno por revertir la política del hijo único no están dando resultados, lo cual va a afectar seriamente al futuro demográfico del país que envejece aprisa y pronto va a comenzar a perder población.
- Rafael Puyol es presidente de UNIR