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EN PRIMERA LÍNEAJuan Van-Halen

La papeleta de Feijóo

La papeleta que ha de afrontar Feijóo es complicada pero ha demostrado saber gestionar, ser un hombre cabal y un político honesto. Es lo que se necesita tras Sánchez

No es que albergue dudas sobre la papeleta que introducirá en las urnas de este año doblemente electoral el presidente del PP. Me refiero a la papeleta en su acepción de dificultad, brete o embrollo que puede alzarse ante Alberto Núñez Feijóo según las decisiones que adopte. No seré yo, por años de conocimiento, viejos afectos y devociones, quien distraiga la atención de la persona en quien descansa, más que en cualquiera otra, la tarea y la responsabilidad de remar hacia la salida de este mar de las tormentas que es el hoy de nuestro país. Pero la veteranía, que es el modo autocomplaciente de invocar la vejez, me permite algunas reflexiones acaso inútiles pero bien intencionadas.

Leo que a una de las nuevas reincorporaciones de Feijóo se le moteja de «verso suelto». Lo repiten varios medios por lo que me suena a interpretación grata en Génova. Mal asunto. Tengo pésimas vibraciones sobre los versos sueltos en política. Conocí a varios. Traté muy cercanamente a un gran político que no eludía ese agudo remoquete, y al final dimitió de su alto cargo por engaños cercanos que acaso no previó ni por dignidad consintió. El último verso suelto se debió al nombramiento como gran fichaje de una mujer y parlamentaria de significados valores. De su nombramiento a su cese transcurrieron sólo unos meses. La acción-rectificación resultó ridícula para quien la nombró. Eso de los versos sueltos, creídos, descreídos, proclamados o autoproclamados, tiene el riesgo del mal de altura.

Conozco como observador y luego desde dentro a la principal formación de la derecha desde que se reducía a un grupo de trabajo, luego un partidito en coalición, más tarde el partido principal dentro de ella, y al final un gran partido de gobierno. Tras ser respaldado con una mayoría absoluta, por motivos externos que nadie desconoce, aquel partido unido perdió el gobierno; pese a ello volvió a gobernar y consiguió otra mayoría absoluta. Al final llegó el tocomocho de Sánchez. Mucho antes una parte del espacio de la derecha entendió que el partido principal había perdido valores y señas de identidad. Y se decepcionó y dividió; la derecha tiene alma cainita. Se produjeron torpezas que no pueden ignorarse. Los vacíos en política se llenan siempre. Seguro que lo tiene presente Feijóo. El momento no es fácil y muy complejas y delicadas las decisiones a tomar.

Creo en el realismo, en la moderación, en alejarse de los extremos… Pero descreo del buenismo, de buscar el halago inútil, de dejarse engañar por señuelos, de andar por la política pidiendo repetidamente disculpas como si tropezases a cada paso. Una rectificación para el aplauso del adversario comúnmente acaba mal y da votos a otros. Por ejemplo, no entiendo la posición de paso adelante y paso atrás asumida en Castilla y León sobre una propuesta que supone mera información a las mujeres que se planteen la interrupción de su embarazo. Ni entiendo plantearse pactos con Sánchez, por pequeños que sean, con lo que tiene tras de sí. Con otro PSOE, sí. Con Sánchez ni a cobrar una quiniela; juraría que era suya.

Paula Andrade

Confío en que Feijóo tenga claro el camino y que no se lo estropeen los apuntadores que nunca faltan aunque sea con las mejores intenciones. Le van a sumar muchos más votos sus anuncios de que derogará las leyes disparatadas de Sánchez y sus socios, los cambios en el Código Penal en beneficio de los golpistas de 2017, y que afrontará bajadas de impuestos y apoyo a las economías familiares, que cualquier ocurrencia que distraiga en zigzagueos ese camino. Habría que repetir esos mensajes en cada municipio. La mayoría de los votantes socialistas –como ocurre en todos los partidos– no son afiliados e introducirán su papeleta como ciudadanos que ven, sienten y viven el cada día de España. No está el patio para cálculos fríos sobre repercusión de mensajes. Casi nunca se acierta.

Y todo ello a la espera de las trampas de Sánchez, como facilitar decenas de miles de nacionalizaciones en tromba, incluidas sus maniobras en el tiempo que queda, con el riesgo de enturbiar la limpieza de las elecciones. La última propuesta de sus socios es que baste con estar empadronados para que los no nacionales puedan votar. Estando activo y rampante el polvo del camino todo puede temerse.

La situación de invasión y desmontaje institucional, de ruptura de la separación de poderes, de amenaza a la unidad nacional, de acoso a la Constitución y, con ella, cada vez con más descaro, su reflejo en la Monarquía Parlamentaria, precisan la reacción mayoritaria de los españoles. Cuatro años más de mandato de quienes no creen en España pero tienen a Sánchez de rodillas, sería un desastre probablemente sin vuelta atrás. A veces otros se han equivocado de adversario. Pero quienes parten como ganadores –aunque nada está escrito– deben saber dónde están, por qué y para qué. Y también con quién.

Es la oportunidad de la verdad, del compromiso con la solución de los problemas no creándolos dónde no los hay, de la asunción de la Historia sin maniqueísmos, del destierro de la demagogia. La papeleta que ha de afrontar Feijóo es complicada pero ha demostrado saber gestionar, ser un hombre cabal y un político honesto. Es lo que se necesita tras Sánchez, el campeón de la mentira como forma de gobernar.

  • Juan Van-Halen es escritor. Académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando