No habrá tantos viejos como se dice
Todos los interlocutores que actúan en el mercado laboral tendrían que consensuar políticas que favorezcan esa mayor presencia de séniors en el trabajo
Con frecuencia escuchamos que las personas mayores en nuestras sociedades van a tener (tienen ya) cifras muy altas y que los porcentajes de envejecimiento rebasarán el 30 por ciento en pocos años. Y ello es debido a que para calcular los índices futuros se manejan los mismos umbrales estadísticos que utilizamos hoy. Y eso no tiene ningún sentido. Hoy consideramos personas «viejas» a los mayores de 65 años que en el caso de la población española suman 9,3 millones de personas y representan casi el 20 por ciento de nuestro censo.
Se trata de un umbral fijo establecido hace muchos años que no define bien la realidad del envejecimiento. No se puede decir ya que ni desde un punto de vista físico, mental, económico o laboral una persona de esa edad sea un «viejo», una palabra que no es simplemente descriptiva sino que entraña una cierta connotación peyorativa. ¡Hay que elevar ese límite!, sobre todo en países con altos niveles de esperanza de vida. Precisamente uno de los métodos empleados consiste en utilizar un límite móvil basado en ese indicador. La vejez se definiría cuando las personas alcanzan una edad en la que la esperanza de vida media que les resta por vivir es de 15 años. Como la esperanza de vida al nacer sigue subiendo, el umbral estadístico para definir el comienzo de la vejez iría también ascendiendo. El método establecido por Sanderson y Schernov hace ya algunos años no está exento de cierta arbitrariedad (¿por qué 15 años?), pero creo que, a pesar de todo, es más realista que el uso de un umbral fijo e igual para todas las sociedades. Y considero que su utilización permite un cálculo más ajustado del número de personas viejas que habrá en nuestras sociedades en el futuro.
Les hablo ahora de España y del horizonte 2050. Según las proyecciones del INE y utilizando el método que define la población vieja como la de 65 años y más, el volumen de Viejos es de 15,8 millones y el porcentaje sobre la población total del 30 por ciento.
Esa cifra absoluta y ese valor relativo son ciertamente guarismos muy fuertes que desatan todas las alarmas sobre las consecuencias económicas y sociales que podría provocar tal escenario. Personalmente no creo que las cosas vayan a ser así. La esperanza de vida al nacer en 2050 va a ser aproximadamente de 85 años para los hombres y de 89 para las mujeres. Ya sabemos que las féminas son más longevas que los varones aunque las diferencias estén reduciéndose poco a poco. Si restamos de esas esperanzas el monto de 15 años nos daría una edad de comienzo de la vejez de70 años para los hombres y de 74 para las mujeres. De tal manera que la suma de varones viejos y de mujeres viejas sería de unos 11 millones y su porcentaje sobre la población total del 21 por ciento, solo un poco más del valor relativo actual que es del 19,64. Mi intención con estos cálculos es relativizar las cifras que se manejan para la vejez teniendo en cuenta que la condición estadística de viejo ( la estadística y todas las demás) comenzará cada vez más tarde. Eso traerá consigo la necesidad de prolongar la edad legal de la jubilación que, por otro lado, deberíamos considerar un derecho, no una obligación. Y significará un cierto alivio para el pago de las pensiones al haber más cotizantes, aunque no menos pensionistas. Pero, en cualquier caso, la desdramatización de las cifras no significa que no debamos prestarle atención al envejecimiento y definir las políticas necesarias para sacar partido a esa proliferación de mayores-jóvenes. Por razones demográficas derivadas de la existencia cada vez menor de población joven, por motivos ligados a la mejora de la salud de las personas que van cumpliendo años y por la proliferación de empleos que exigen un menor esfuerzo físico, es preciso hacer una apuesta decidida por mantener a los séniors en nuestros mercados laborales. No solo van a ser necesarios sino también útiles por sus conocimientos, su experiencia o su capacidad relacional. Todos los interlocutores que actúan en el mercado laboral
–Administración, Sindicatos, Empresas y los propios trabajadores– tendrían que consensuar políticas que favorezcan esa mayor presencia de séniors en el trabajo incluso más allá de la edad legal de jubilación que tendrá que ser revisada de manera constante a medida que se eleve la esperanza de vida.
- Rafael Puyol es presidente de UNIR