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EN PRIMERA LÍNEAJuan Van-Halen

Ni desmemoriados ni tontos

El ya citado Stross nos advirtió: «Si lo olvido, es como si no hubiera pasado; la memoria es la libertad». Es esa libertad la que trata de arrebatarnos Sánchez y los suyos desde una historia ideologizada, parcelada y mentida

El año electoral es para Sánchez el año de la amnesia, del olvido. De ahí su intento de utilizar atajos para cambiar leyes orgánicas y llegar así a este 2023 con las trampas hechas. Los tahúres del Mississippi a veces acababan baleados sobre sus cartas marcadas y Sánchez tratará de emplear estos meses hasta las elecciones en llegar indemne y hacer olvidar sus apaños. «Haz que el colectivo pierda la memoria, y podrás ocultarlo todo», escribió Charles Stross. Como todo tramposo, y más si tiene poder y sobre todo si se cree elegido por la fortuna, Sánchez quiere triunfar sobre el adversario en cualquier campo. Pero le quedan flecos por apañar antes de las elecciones de mayo y diciembre.

Sánchez sigue en su papel de ejercer de oposición de la oposición. En todos sus actos (siempre entre palmeros, nunca abiertos) centra su mensaje en atacar a la opción que es su alternativa. Un complejo que no ha superado. Cada vez que aparece en las teles que maneja, que son casi todas, y veo detrás de él a unos tipos que a cada palabra suya mueven la cabeza en gesto afirmativo, me pregunto en qué chiringuitos trabajan y cuánto cobran, si serán próximos jugadores anónimos de petanca en Coslada, si acompañarán su próximo paseo vallisoletano en bicicleta o si ejercerán de tramoya en La Palma, donde no dejaron protestar a quienes no han recibido las ayudas reiteradamente prometidas. El presidente vive en un mundo irreal, de escenario en escenario y confunde el éxito con la añeja actividad de una claque teatral. Ya lo hacía Nerón comprando gentes para aclamar sus recitales y el tañer de su lira. Luego incendió Roma.

La actual batalla de Sánchez es presentar a su principal adversario político como un blandengue lleno de inocencia, capaz de pactar con él mientras le sigue ninguneando, insultando, y descalificando. Así se presenta al respetable como el poderoso, el que no se arrepiente porque no tiene nada que reprocharse. Los otros son los malos mientras él es el bueno, el sabio, el que concede, el guía y talismán de la política y del futuro. Si se convocan elecciones generales cuando corresponde, que hay quien lo duda, y las pierde el «líder planetario» (lo era Zapatero para Pajín y Sánchez no va a ser menos) el sanchismo se deshará como un azucarillo y acaso también el PSOE. El exministro Margallo acaba de darnos su visión del futuro: un pacto del PP, ya en el Gobierno, con un PSOE distinto si existe; nunca con Sánchez. Estoy de acuerdo, mirando más allá de las elecciones, en la superación del sanchismo, pero sin excluir ningún pacto. Soportamos acuerdos vergonzosos de Sánchez con fuerzas antiespañolas. ¿Quién puede exigir una limitación de pactos al PP con cualquier partido democrático?

Paula Andrade

La apuesta de Sánchez por el olvido, por la amnesia colectiva, es evidente. Encontré en internet una intervención de María Jesús Montero en un Pleno del Congreso afirmando que la sanidad pública era un invento de Felipe González, y se asombró cuando se lo negaron. Esta Montero es médico por lo que resulta grave su desconocimiento. Escribió Paul Ekman, investigador de las emociones, que «los fallos de la memoria no son mentiras aunque los mentirosos traten de justificar sus mentiras aduciendo estos fallos». La dicharachera Montero mintió a sabiendas. El Gobierno que padecemos cree que los españoles no sólo somos desmemoriados, también tontos. Pero no somos ni lo uno ni lo otro.

Es la misma manipulación que supone considerar que las mujeres estaban desprotegidas antes de que llegase al Consejo de Ministros esa nulidad de Irene Montero, salvadora de delincuentes sexuales, con una soberbia basada en no se sabe qué para mantener su ignorante postura. Para ella los jueces son culpables. También debe olvidarse eso antes de las elecciones, y por ello se habla de enmendar la ley sin que pueda arreglar los casos resueltos o en curso. O sea: más condenados con penas reducidas o en la calle. Este es el peor Gobierno de la democracia. Y no son responsables los ministros; el responsable último es Sánchez.

El pretendido olvido que busca Sánchez con la mirada puesta en las elecciones y para cumplir su calendario de los horrores, tiene como ariete principal la mal llamada Ley de Memoria Democrática. El ya citado Stross nos advirtió: «Si lo olvido, es como si no hubiera pasado; la memoria es la libertad». Es esa libertad la que trata de arrebatarnos Sánchez y los suyos desde una historia ideologizada, parcelada y mentida. La historia fue como fue, no vale pasar por sus páginas una goma de borrar. Ni Sánchez, que desde su egocentrismo lo consiente todo; ni la ignorante Belarra, dedicada a insultar a empresarios que crean empleo; ni Rufián, definido en su apellido, ni Otegui, que nunca acabará de lavarse las manos, pueden hacer que la historia no sea como fue. Es cosa de historiadores, no de políticos.

Se cumple un cuarto de siglo del asesinato del matrimonio Alberto Jiménez-Becerril - Ascensión García Ortiz. En la cacareada Ley de Memoria Democrática, tan reivindicativa de la supuesta verdad de unos contra otros, no se menciona a las 864 víctimas del terrorismo etarra. ¿Por qué? Mientras los asesinos están ya cerca de sus familias, los familiares de sus víctimas lloran en los cementerios. Hagamos memoria del olvido.

  • Juan Van-Halen es escritor. Académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando.