Sobre la deriva de Vox
Abascal debe dejar su papel de líder carismático, casi místico, y volver otra vez al barro, a lo que le hizo triunfar. Pero eso sí, poniendo primero orden dentro de su propio partido y barriendo los elementos que tanto daño le están haciendo
Cuando surgió Vox, cuando nació de verdad, hubo muchos en la derecha española que se alegraron y pensaron que el partido de Santiago Abascal podría representar una alternativa real al Partido Popular. Una opción que los votantes de ese espectro político no habían tenido en muchos años y que, sin duda, suponía una muy buena oportunidad para destronar a un partido que había ejercido un poder absoluto sobre su electorado sin una mínima oposición.
Lo cierto es que, antes de que apareciera realmente Vox, muchos votantes de la derecha se preguntaban qué debería ocurrir para que el Partido Popular hiciese caso a sus demandas. Hartos de casos de corrupción y de una gestión ejecutiva cuestionable, un gran número de simpatizantes del PP se sentían frustrados ante la imposibilidad de cambiar el rumbo de su partido.
Y es que ese fue el gran error del Gobierno de Rajoy; ocuparse únicamente de la economía olvidándose por completo de la política, de las ideas, de sus votantes y, como pudimos comprobar más tarde, de sus enemigos políticos. Mariano Rajoy creyó sinceramente que arreglando el bolsillo de España y de los españoles gobernaría sin problemas. Se equivocó.
Y entonces, como digo, apareció Vox. Un partido que comprendió rápidamente que gran parte de la derecha española, tras años de incomunicación con su partido, estaba sedienta de ideas y de política. Millones de votantes se sentían abandonados por el PP y cuando escucharon el discurso de Vox tardaron muy poco en echarse a los brazos de aquellos que por fin habían comprendido sus carencias y demandas.
Y gran parte de la derecha comenzó a votar a Vox. Unos votaban al nuevo partido porque su ideario casaba al 100 por cien con lo que ellos pensaban; otros lo hicieron por castigar al Partido Popular y algunos, pocos, lo hicieron únicamente porque aquel partido representaba una novedad. La cuestión es que triunfaron.
Pero claro, todo triunfo requiere un precio. Un crecimiento tan rápido precisaba de un desarrollo orgánico acorde a ese veloz ensanchamiento. Y fue aquí donde cometieron los primeros errores.
Dada la necesidad de cubrir puestos y candidaturas, Vox comenzó a alimentarse de todo tipo de gente sin auditar demasiado a los aspirantes. Por supuesto entró gente preparada, pero también muchos fanáticos. Y en un espectro electoral que abarca desde el centroderecha a la derecha absoluta, fue, según mi opinión, esa derecha radical la que acabó triunfando y la que pasó a engrosar gran parte de la militancia del partido. Y ahora lo están pagando con creces.
Los votantes moderados, aquellos que llegaron al partido para dar un escarmiento al Partido Popular o que simplemente creyeron que el partido de Abascal podría darles algo que otros no le daban están huyendo despavoridos. Y es que, por mucho que pueda gustarnos la fantasía, cualquier persona que más o menos sepa de qué va esto de la política intuye que en las próximas elecciones el batacazo va a ser importante.
En Vox lo saben y se están poniendo nerviosos. Y es precisamente esa inquietud la que hace que estén cometiendo errores. Unos fallos que la derecha en general no puede permitirse si su objetivo prioritario casa con lo que todo el electorado de ese espectro político desea desesperadamente: echar a Sánchez de la Moncloa.
Por eso Vox debe evitar polémicas como la de Federico Jiménez Losantos. Insultar gravemente a una de las pocas emisoras de radio que lleva dándote cobertura desde que nació tu formación y que junto a la COPE representa el último bastión defensivo de la derecha frente a la masacre mediática de la izquierda no es una buena idea. Jiménez Losantos te puede gustar más o menos, pero cualquiera que tenga un poco sentido común en España sabe que es mucho mejor tenerlo como amigo que como enemigo.
Ni Juan García Gallardo estuvo acertado en su entrevista con Ana Rosa Quintana sobre el aborto, ni Iván Espinosa de los Monteros atinó con sus declaraciones posteriores insinuando irregularidades en el grupo mediático de Federico Jiménez Losantos. Porque en política es muy bueno defender tus ideas, pero también es estupendo tener una estrategia y ser prácticos. De nada sirve defender un principio si nunca vas a tener la oportunidad de materializarlo desde el liderazgo de una institución.
La regla número uno de cualquier partido político es ganar votos. Es la única forma de conseguir que un proyecto se concrete en algo real. Lo demás es soberbia, vanidad y ruido mediático innecesario.
Abascal debe dejar su papel de líder carismático, casi místico, y volver otra vez al barro, a lo que le hizo triunfar. Pero eso sí, poniendo primero orden dentro de su propio partido y barriendo los elementos que tanto daño le están haciendo.
Hay que echar a Pedro Sánchez del Gobierno. Ese y no otro debe ser el objetivo.
- Gonzalo Cabello de los Cobos es periodista