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En primera líneaGonzalo Cabello de los Cobos Narváez

Once principios para mi hijo

Quiero enseñarte once principios que, si te esfuerzas por asimilarlos, te ayudarán mucho a lo largo de tu vida

Querido Íñigo, bienvenido al mundo.

En primer lugar, por aclararlo, me gustaría que comprendieras que, por mucho que el día de tu nacimiento médicos, enfermeras y celadores se empeñaran en decir que soy tu «papi», en realidad se equivocaban; soy tu padre. Por otro lado, tampoco quiero que pienses, y esto es importante, que soy de esas personas que adhieren manoplas al carrito de bebé para evitar los rigores del invierno. Yo, hijo mío, aguanto estoicamente las tormentas y, si la ocasión lo requiere, me pongo unos buenos guantes de cuero para empujar tu cubículo con ruedas. De esta forma, ya lo entenderás, protejo tu dignidad y la mía.

Aclarados estos puntos, quiero enseñarte once principios que, si te esfuerzas por asimilarlos, te ayudarán mucho a lo largo de tu vida.

En primer lugar, quiere a tu madre. Se preocupa tanto por ti y te adora de tal forma que sería injusto no devolver ese amor con la misma intensidad. A veces será muy complicado aguantarla, no lo dudo, pero ten siempre en cuenta que el amor incondicional de una madre es algo único en el mundo. Es un bien precioso que debes cuidar. No lo minusvalores nunca por nadie ni por nada. Es una clase de sentimiento que jamás volverás a encontrar en tu vida salvo en la persona que ahora mismo te está alimentando. Hónrala y serás mucho más feliz.

Cuida siempre de tus amigos. Los buenos amigos son tan escasos que deberás esforzarte en conservarlos. Aparca siempre que puedas tu egoísmo y dedica tu tiempo únicamente a aquellas personas que de verdad lo merecen. Expulsa sin miramientos de tu lado a los interesados, pelotas, cotillas y ese tipo de alimañas que solo viven del mal ajeno y que se regocijan cuando alguien sufre. Hermánate con aquellos que te demuestren una amistad sincera y carente de otro objetivo que no sea el de disfrutar de vuestra mutua compañía.

Pide perdón cuando te equivoques. Yo mismo he desbarrado en incontables ocasiones hiriendo a personas a las que quiero profundamente. La naturaleza humana es así y a ti también te pasará. No obstante, en vez de regocijarte en la vileza de tu acto, debes ser un hombre y asumir tu falta. Puede que la persona a la que pidas disculpas no sea indulgente a la primera, pero si merece la pena, estoy seguro de que al final volverá a recibirte entre sus brazos. Recuerda que el orgullo solo es una forma más de limitarte.

Sé educado. Trata siempre a todo el mundo como te gustaría que te tratasen a ti. «Por favor» y «gracias» deben ser las palabras que guíen tu relación con el mundo. Respeta y siempre serás respetado.

Lu Tolstova

Lee mucho. Devora todos los libros que caigan en tus manos. Comienza con los clásicos y ve afinando tus gustos. Hoy en día son tan pocos los que lo hacen, que sin duda tendrás una gran ventaja sobre el resto. Nunca desdeñes una buena novela o un libro de ciencia, filosofía o historia. Si alguien te dice que son una pérdida de tiempo, compadécete de ese necio y sigue tu camino. No te arrepentirás, te lo aseguro.

Utiliza la tecnología con moderación. Corres el riesgo de engancharte a ella y perder uno de los bienes más preciados que tenemos: la imaginación. No permitas que la tecnología extirpe tu ingenio y te convierta en uno de esos zombis que se alimentan de ganchitos y residen de forma permanente en la oscuridad de sus habitaciones. Un hombre sin imaginación es un hombre perdido.

Ten criterio propio y desconfía de la opinión mayoritaria. Lucha siempre por la verdad y trata de comprender qué se esconde detrás de esas corrientes supuestamente masivas. A menudo lo que consideramos mayoritario, en realidad, ha sido fabricado en un laboratorio de ideas por unas pocas personas al servicio de intereses espurios. Leer, estudiar y comprender te ayudarán a hacerte una composición de las cosas y formar tu propia opinión. Piensa antes de hablar y, sobre todo, no digas tonterías. Si no sabes de algo, cállate y pregunta.

Respeta a las mujeres. Y punto.

Cuidado con el alcohol y las drogas. El alcohol es una herramienta divertida que puede hacer que disfrutes de grandes momentos, pero pasarse siempre es malo. Nadie te dice que no te eches al coleto una buena copa de vez en cuando, pero el exceso solo te hará daño a ti y, sobre todo, a los que te rodean. Mídete y comprueba tu tolerancia, y si alguna vez, como te he dicho antes, metes la pata, agacha la cabeza con humildad y pide perdón todas las veces que haga falta. Prohibidas las drogas.

No te vuelvas loco con el dinero. Dentro de poco comprobarás que es el eje sobre el que gira todo. Los que no tienen dinero quieren ganarlo y los que sí lo tienen no quieren perderlo. Es un concepto básico que debes conocer y por el cual se mueve el mundo, los hombres y sus pasiones. Ten cuidado. La codicia y la envidia son enfermedades evitables siempre y cuando tengas claros tus principios.

Y, por último, lo más importante: sé buena persona. Ayuda siempre que puedas a los menos afortunados y no dejes que la indiferencia se apodere de ti. Abre tu corazón al dolor ajeno y actúa siempre de forma discreta. Evita los gestos teatrales impostados que, en realidad, solo buscan el aplauso fácil.

En resumen, hijo, intenta ser feliz y hacer feliz a los que te rodean. En eso consiste todo.

  • Gonzalo Cabello de los Cobos es periodista