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En primera líneaJuan Díez Nicolás

¿El retorno al mérito?

Mientras no se cambie la ley electoral los políticos en España mayoritariamente (siempre habrá excepciones) «vivirán de la política», no «vivirán para la política»

El anuncio de que Ramón Tamames, catedrático de Estructura Económica y exmiembro del Partido Comunista de España, podría estar considerando la propuesta de Vox para encabezar la moción de censura a Pedro Sánchez, actual presidente del Gobierno del Reino de España, invita a reflexionar sobre la relación entre ciencia y política.

Max Weber tuvo el doble acierto de conciliar política y ciencia, mediante dos conferencias sobre «La ciencia como vocación» y «La política como vocación» que fueron publicadas bajo el título de El político y el científico, y también el de conciliar economía y sociología, pues su libro más conocido fue Economía y sociedad. Para Weber, mientras que el científico siempre quiere más información antes de aceptar una «verdad» (aunque sea provisionalmente), el político tiene que tomar su decisión en el momento oportuno, ni antes ni después, y con la información de que disponga, sin esperar a tener más. El científico diferencia entre hechos y valores, y ello conduce a la neutralidad axiológica, no porque el científico carezca de valores, sino porque su misión no es evaluar, sino describir y explicar, procurando dejar fuera sus propios valores. El político, por el contrario, tiene que evaluar la realidad desde sus propios valores y tomar su decisión desde ellos, sin la obligación de ser neutral, porque la política, y por tanto el político, tiene como objetivo la conquista del poder.

Max Weber hace una tipología de los políticos entre profesionales, semiprofesionales, y ocasionales, pero sobre todo diferencia entre «los que viven para la política» y «los que viven de la política», dando a entender que los «políticos profesionales» son los que «viven de la política», mientras que los «ocasionales» suelen vivir «para la política».

Paula Andrade

Una reciente publicación del Colegio Libre de Eméritos hace un diagnóstico de la situación actual de la democracia española bajo el título de Democracia Menguante, en el que nueve catedráticos miembros de esa entidad, bajo la dirección del catedrático de Derecho Constitucional y expresidente del Tribunal Constitucional, Manuel Aragón, hacen un análisis de nuestra democracia. Una de las principales conclusiones es el descrédito actual de la política y de los políticos, creciente desde hace algunas décadas, y más concretamente por comparación con los comienzos de la Transición. Podría decirse que, mientras en los comienzos de la Transición, la mayoría de los políticos dieron muestras de «vivir para la política», a medida que se consolidaron los partidos políticos con el único objetivo de conquistar el poder, la mayoría de los políticos parecen dar muestras de «vivir de la política». El propio Max Weber decía que ese poder no es sino «la capacidad de ejercer el control sobre la distribución de cargos», o lo que en la calle se ha denominado ya como «la partitocracia». En mi opinión, como he manifestado en diversas publicaciones desde la aprobación de la ley electoral para las elecciones de 1977, «la partitocracia» es la consecuencia de esa ley electoral, pues el sistema de listas elaboradas desde los aparatos de los partidos políticos conduce a que nuestros representantes en el Congreso de los Diputados y en el Senado estén obligados a rendir cuentas ante sus partidos políticos (que les han puesto en las listas), y no ante los ciudadanos que, solo teóricamente, les han elegido. Mientras no se cambie la ley electoral los políticos en España mayoritariamente (siempre habrá excepciones) «vivirán de la política», no «vivirán para la política». Pero el cambio de la ley electoral, desde un sistema de listas hacia un sistema de elección individual, como lo es en todas las democracias occidentales, depende precisamente de los partidos políticos, y estos no parecen dispuestos a hacerse el «harakiri», como hicieron las últimas Cortes franquistas.

Las dudas de Ramón Tamames son las de un científico, un economista y sociólogo, dos veces funcionario (Catedrático y Técnico Comercial del Estado), que ha sido políticamente comunista, pero que siéndolo no tuvo problemas en elaborar trabajos profesionales para la Comisaría del Plan de Desarrollo a partir de 1964, que pudo, como diputado comunista elegido en las elecciones democráticas de 1977, contribuir de manera decisiva a la aprobación por todos los partidos políticos y los sindicatos de los Pactos de la Moncloa en 1977, impidiendo que la incipiente democracia española muriera prematuramente. Influyó sobre Santiago Carrillo para que el PCE aceptara la Monarquía Parlamentaria y la Bandera de España, militó en el CDS de Suárez. Pero solo ocupó cargos públicos cuatro años, y abandonó el PCE auténtico, en 1981, porque no vivía de la política, sino de su cátedra y de sus conocimientos como economista. Nadie puede dudar de que si hubiera querido vivir «de la política» no le habrían faltado oportunidades desde 1981 a la actualidad.

La posibilidad de que Tamames vuelva, a sus 89 años, a intervenir activamente en política como candidato a la Presidencia del Gobierno, debe analizarse con rigor. Parece evidente que la composición del actual Parlamento Español no permite aventurar su triunfo, puesto que Vox no tiene mayoría de diputados. Pero es un ejemplo que podría tener consecuencias, pues escenifica una confrontación entre ciencia y política, entre vivir «para» y vivir «de» la política. Se puede interpretar como un «retorno de la meritocracia», como un punto de inflexión en el futuro de la Democracia Española si otros partidos lo imitasen. Como dijo Felipe González, recordando un viejo proverbio chino, «gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones». Y volviendo a Weber, los funcionarios son expertos al servicio de una política, su ideología es menos importante que sus conocimientos para resolver problemas. Tanto la izquierda como la derecha y el centro tienen una cantera no explotada de personas que, como antes de la partitocracia, tienen su vida perfectamente resuelta y pueden vivir «para» y no «de» la política. Pero mientras los partidos elaboren las listas electorales, esas personas nunca participarán en política, porque los partidos no se lo ofrecerán, y porque mientras no cambie la ley electoral, muy posiblemente no lo aceptarán.

  • Juan Díez Nicolás es académico de número de la Real de Ciencias Morales y Políticas