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En primera líneaFernando Gutiérrez Díaz de Otazu

La misión

Para ser eficaces, se ha de mantener como una referencia constante en el quehacer cotidiano la sumisión de todas las actuaciones al cumplimiento de la misión para hacer bueno el principio enunciado al comienzo de esta reflexión de que «por encima de todo, está la misión»

Reza uno de los puntos esenciales del Ideario Paracaidista de la Brigada «Almogávares» VI de Paracaidistas, de nuestro Ejército de Tierra, concretamente el punto número 2, que «por encima de todo, está la misión». Como orgulloso miembro veterano de esa Unidad de nuestro Ejército, no puedo sino ratificar, de acuerdo con mi experiencia, la indiscutible validez de este principio, tanto en el ámbito que le es propio, el castrense, como en la generalidad de nuestras actuaciones vitales. Se dice que ningún viento es favorable para el que no sabe hacia dónde va. Es por ello por lo que es primordial definir adecuadamente cuál es la misión de cada uno en la vida.

Muchas son las modalidades disponibles sobre cómo identificar y definir la misión propia, al objeto de saber qué es lo que se debe hacer y en qué condiciones. La más elemental de todas ellas es la que define la misión como la existencia de un cometido más una finalidad.

De entre todas las modalidades con las que yo he trabajado y he empleado en el desempeño de mis cometidos profesionales, la que percibo como más completa es la que aprendí de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, durante el planeamiento de un importante Ejercicio conjunto combinado realizado en España en 1998. Se sostenía, de acuerdo con aquel planteamiento, esquemático y pragmático, como la mayor parte de los que utilizan los norteamericanos, que una misión estaba bien identificada y definida cuando daba respuesta a cinco preguntas concretas. Las de las cinco «w» decían ellos. Es decir, «who, what, when, where and why», que, traducido a nuestro idioma, se correspondería con dar respuesta a las cinco preguntas siguientes: «quién, qué, cuándo, dónde y por qué o con qué fin».

Trasladado al ámbito de la actuación política y tratando de identificar la misión de los responsables políticos de un país, concretamente el nuestro, en el desempeño de sus cometidos, podríamos identificar la misión de los políticos diciendo algo semejante a que «los responsables políticos analizarán e identificarán los problemas y dificultades de la ciudadanía española en todo el territorio nacional y en su proyección internacional, proponiendo, promoviendo y adoptando, de manera permanente, las medidas más eficaces, realistas y viables para hacer frente a los mismos, a fin de garantizar el progreso y el bienestar general de todos los ciudadanos en todo momento». Creo que con ello se da respuesta a los cinco interrogantes planteados.

Asumiendo dicha definición como aceptable, la pregunta cuya respuesta no se incorpora a la definición de la misión y queda sometida al campo de la imaginación y la creatividad de los proponentes es la de «cómo» afrontar la misión y a través de qué procesos o medios se propugna alcanzar la finalidad definida en la última parte de la misión, es decir «la garantía del progreso y el bienestar general de todos los ciudadanos en todo momento».

Lu Tolstova

Tal como se hace en el ámbito castrense, para ser eficaces, se ha de mantener como una referencia constante en el quehacer cotidiano la sumisión de todas las actuaciones al cumplimiento de la misión para hacer bueno el principio enunciado al comienzo de esta reflexión de que «por encima de todo, está la misión».

Cuando observamos, sin embargo, algunas actuaciones políticas concretas, resulta, como poco, difícil identificar la conexión existente entre esas actuaciones y el cumplimiento de la misión enunciada. En no pocas ocasiones, se percibe un mero interés en descalificar o desautorizar, cuando no en destruir, las propuestas de quienes forman parte de plataformas u organizaciones que proponen procesos o caminos diferentes a los propios, cuando, en buena medida, esa es la razón de ser y el objeto del debate político. Identificar y proponer opciones y medidas sobre la base de las cuales se pueda cumplir la misión, que, como se ha repetido, debe prevalecer sobre toda consideración. Cuando se anteponen a la misión otras consideraciones, se está, en cierta medida, traicionando la responsabilidad que uno pretende ejercer.

Esta semana, se ha debatido en el Congreso de los Diputados la moción de censura planteada por el Grupo Parlamentario Vox al Gobierno de la nación en la que se postulaba como candidato a la Presidencia del Gobierno el profesor don Ramón Tamames. Los medios de comunicación han propuesto a los ciudadanos diferentes interpretaciones sobre las razones que animaban a los diferentes responsables políticos para adoptar una postura u otra ante la propuesta de moción y los eventuales rendimientos obtenidos por cada uno de ellos en el análisis electoralista de cara a los próximos compromisos electorales, locales y autonómicos en mayo o nacionales en diciembre.

Las interpretaciones de tales razones y rendimientos, como suele suceder, dependen mucho de la perspectiva propia del que formula la interpretación y no hay, como es lógico, ninguna que pueda considerarse unánime.

Es por ello por lo que, en mi opinión, resultaría más sensato y equilibrado analizar la coherencia de lo representado esta semana en el Congreso de los Diputados con el cumplimiento de la misión al que entendemos deben entregarse nuestros responsables políticos. En qué medida, la presentación, debate y conclusiones de la moción de censura han contribuido a «identificar los problemas y dificultades de la ciudadanía española en todo el territorio nacional y en su proyección internacional, proponiendo, promoviendo y adoptando, de manera permanente, las medidas más eficaces, realistas y viables a los mismos a fin de garantizar el progreso y el bienestar general de todos los ciudadanos en todo momento».

Desde mi punto de vista, lo expuesto por los representantes políticos y visualizado por la generalidad de la ciudadanía ha sido, más bien, un ejercicio de defensa cerrada de los puntos de vista propios, sin variar un ápice la percepción sobre los problemas reales de los españoles, ni analizar la posibilidad de afrontarlos de manera diferente a como lo estamos haciendo, ni contribuyendo, por lo tanto, con todo ello a garantizar el progreso y el bienestar general de los ciudadanos. En otras palabras, no hemos sido coherentes con la misión.

  • Fernando Gutiérrez Díaz de Otazu es diputado nacional por Melilla del Grupo Parlamentario Popular