¿Nacimientos o inmigrantes?
En materia demográfica no caben las soluciones parciales porque además los diferentes elementos mantienen intensas relaciones entre sí
Ya hay ocho países de la Unión Europea que están perdiendo población absoluta: Bulgaria, Chequia, Grecia, Italia, Letonia, Hungría, Polonia y Eslovaquia. Revertir esta situación no es fácil, pero en cualquier caso para encararla solo caben dos grandes remedios: aumentar los nacimientos porque reducir las muertes es poco menos que imposible dado el fuerte envejecimiento, o favorecer la llegada de nuevos inmigrantes. Ciertamente son soluciones combinables permitiendo la existencia de una «tercera vía» consistente en hacer las dos cosas a la vez, sin duda la mejor de las opciones posibles.
La recuperación de los nacimientos es deseable en nuestras sociedades porque hemos llegado a valores muy bajos que, salvo algunas excepciones, están muy alejados del índice para la renovación de las generaciones ( 2,1 hijos por mujer en edad de procrear). España, con 1,2 hijos, es un ejemplo paradigmático y preocupante de esta situación.
En materia de políticas familiares de ayuda a la natalidad no caben milagros sobre todo en aquellos países que han llegado a tasas muy bajas. Pero si se pueden mejorar las cosas como lo ponen de manifiesto los casos de Francia, Suecia o más recientemente Hungría. Este último país es un claro exponente de la utilización de las políticas natalistas para tratar de evitar la pérdida de población. Y es preciso reconocer que ha obtenido algunos resultados notables. Para ello el gobierno ha desplegado desde 2011 todo un conjunto de medidas de las que cito tan solo un par por su condición de piezas básicas de la política desplegada. La primera es el préstamo de 30.000 euros que se otorga a los matrimonios que si tienen dos hijos solo devuelven 1/3 y si tienen tres o más no precisan restituir. La disposición ha favorecido a más de 200.000 familias, ha permitido aumentar la nupcialidad casi al doble, ha reducido el número de abortos, y ha hecho crecer la tasa de fecundidad desde los 1,25 hijos por mujer en 2010 a 1,6 en 2020. La segunda es la disposición de finales de 2022 que va a permitir desde este año 2023 que las mujeres de menos de 30 años con hijos estén exentas de pagar el IRPF.
La política húngara cumple con dos requisitos básicos considerados como exigencias ineludibles de esta clase de acciones: la implicación decidida del Gobierno (Orbán), y el establecimiento de una partida presupuestaria suficiente (en este caso el 6,1 por ciento del PIB). La mochila húngara que apuesta por la natalidad para tratar de frenar el deterioro demográfico supone la desconsideración de la inmigración como vía prioritaria de solución. Desgraciadamente y pese a los esfuerzos realizados, Hungría sigue perdiendo habitantes y eso que, aunque pequeño, tiene un saldo migratorio positivo. Ahora bien, las pérdidas serían más fuertes de no mediar esa recuperación de los nacimientos debido a una mortalidad muy superior a la natalidad (en 2021 hubo 94.000 nacimientos por 156.000 defunciones).
En las antípodas de esta situación hay otros países que apuestan de manera mucho más decidida por la inmigración para evitar la pérdida de habitantes. Este es el caso de España cuya política de ayuda familiar, si así la podemos denominar, es realmente tibia. Frente al 6,1 por ciento del PIB dedicado por Hungría o el 3,6 por ciento de Francia o el 3,5 por ciento de Suecia nosotros destinamos el 1,3 por ciento. No podemos extrañarnos de que nuestro índice de fecundidad sea tan solo de 1,2 hijos por mujer y que el balance entre nacimientos y defunciones sea en el caso de España tan adverso (menos 113.000 personas en 2021).
Probablemente las cosas podrían mejorar en el caso de Hungría y en el de España, si el país magiar tuviera un balance migratorio más favorable y España una natalidad mejor. Pienso, por ello, que la corrección de la situación demográfica de nuestras sociedades pasa por una combinación dosificada de políticas de natalidad y de inmigración. Es más creo que lo que realmente hace falta es una política de población integral que además de acciones sobre aquellas variables incluya medidas para enfrentar los retos del envejecimiento y la despoblación. En materia demográfica no caben las soluciones parciales porque además los diferentes elementos mantienen intensas relaciones entre sí.
- Rafael Puyol es presidente de UNIR