Y brotamos los membrillos
A Miguel Delibes, 'in memoriam'
Juan Gualberto, el Barbas, le preguntaba retador a Miguel Delibes. «¿Roja, jefe? ¿A qué ton le dice usted roja a la perdiz?» Según el viejo Barbas, para usar un calificativo hace falta algo más que poseer un pico y unas patas rojas. Me viene a la memoria el recuerdo de una tarde en la que el escritor me enseñaba las vistas desde su despacho en Sedano (Burgos). Un pequeño valle con arroyo, manzanos floreciendo, peonías silvestres y rumor de agua.
Y por tener memoria, se puede mencionar el Plan Energético por el que, como cualquier otra menudencia, Felipe González decidió paralizar el desarrollo de las centrales nucleares que estaban en construcción. También decidieron que el costo de ese suicidio energético fuese a cargo de los ciudadanos en la factura eléctrica. Estuvimos pagando la llamada «moratoria nuclear» desde mediados de los 80 hasta el 2015. Cuando las decisiones las pagan los demás, la frivolidad se disfraza de seriedad.
Y mientras sufragábamos mes a mes su moratoria, llegó la moda de las plantas de cogeneración. Las que más me gustaron fueron las andaluzas ya que al quemar los alperujos de la oliva, terminaron con aquellas balsas de alpechines tan peligrosas y contaminantes. Hoy las plantas de cogeneración están parando. Imagino que con las incoherentes decisiones actuales, pronto las veremos oxidarse junto a venenosas balsas de negros alpechines. Vamos, que perdemos un gran beneficio ecológico de la cogeneración.
¿Verde, jefe? ¿A qué ton le dicen verde a la electricidad? Pues no lo sé, Barbas. Pero era más cierto aquello de que lo verde empezaba en los Pirineos. Puesto que molinos que precisan talar árboles y descuartizar aves, no parecen muy ecológicos; adefesios que como las placas solares nos roban el derecho que tenemos los españoles a la naturaleza y al paisaje. No puede ser verde una energía que necesita cortar olivos, viñas, sepultar cultivos o talar parte de los bosques y ahuyentar peces, pájaros y otros animales. Energías ineficientes que consumen enormes cantidades de terreno y de espacio aéreo, para una reducida productividad. Lo único realmente verde es el reino vegetal que captura el CO2 de la atmósfera y lo convierte en oxígeno.
Otras veces las llaman renovables. Debe ser porque habrá que renovar la tierra que usan proyectos como el que desarrollan empresas chinas cerca de Jerez y que consumirá más de 1.500 hectáreas de campo para generar unos pocos kilovatios. O los que planean en Almenara/Bocigas (Valladolid) justo entre su espléndido pinar y las ruinas de la villa romana. Tierras y prados desperdigados por toda España, que se tornarán yermos bajo los adefesios solares, en los que no picotearán las cigüeñas, ni anidarán las perdices, en los que las protegidas avutardas no podrán buscar alimentos y ni una nocturna lechuza controlará naturalmente el exceso de topillos. Verdes porque, tal vez tienen esperanza de tranquilizar sus conciencias; pero será vano ese empeño. En España hay inversiones previstas en este tipo de plantas por valor de 30.000 millones de euros. ¿Creen de verdad que por llamarle verde hacen algo bueno por el planeta? Sería más positivo y moral dejar animales y vegetales en paz y trabajar por los habitantes del mismo. Por ejemplo, conseguir que llegue el agua potable y los cultivos a los niños que mueren de hambre en Sudán.
¿Verde, jefe? ¿A qué ton le dicen verde al hidrógeno? Barbas, de ponerle algún color debiera ser azul ya que ese gas se obtiene del agua al separar su partícula de hidrógeno de las dos de oxígeno, mediante un proceso químico llamado electrolisis. Se lleva a cabo introduciendo en el líquido una corriente eléctrica a través de cierto electrodo. Te aseguro que el agua no pregunta si la electricidad proviene de molinillo o de planta solar o si lo hace de un pantano, de una central nuclear o de ciclo combinado. Es falso que haya que destrozar miles de hectáreas de paisaje poniendo placas para generar hidrógeno. Sin embargo, lo que sí es cierto es que consume gran cantidad de agua; bien escaso, generador de vida y de primera necesidad que la UE ahora nos quiere racionar.
Cada día vemos en la prensa la aprobación de nuevos proyectos de estas instalaciones destroza campos, montes y costas. Proyectos que harían poner el grito en el cielo a naturalistas como Rodríguez de la Fuente, a escritores como Miguel Delibes o a pintores como el canario César Manrique que hizo de la no intervención en el paisaje un lema de vida. Instalaciones que cuando se vean superadas por los avances técnicos, en el mejor de los casos pagaremos su desmontaje. Y en el peor, se quedarán oxidadas como chatarra contaminando nuestro suelo.
Hace unas semanas me percaté de que, puntual, estaba brotando el membrillo que tengo en el jardín. Imagino que también lo estarán haciendo los manzanos en Sedano, aunque muchos otros dejarán pronto de verdear en primavera. En su lugar brotamos nosotros, los ciudadanos, que en estos temas parecemos una nueva clase de membrillo no hortofrutícola; el nuevo membrillo zangolotino. Y es que hemos perdido tu intuición, inteligencia y sabiduría popular, Barbas.
«Juan Gualberto empuja le media hoja de la puerta y ya en el oscuro zaguán se toca con un dedo el vuelo de la boina y dice formulariamente: con Dios» (M. D.)
- José Antonio García-Albi Gil de Biedma es empresario