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en primera líneaJuan Van-Halen

Un español y la Constitución

Asistí al Pleno parlamentario en el que accedieron a sus escaños algunos políticos que habían sido utilizados durante años para generar miedo, como el Coco a los niños. Cito sólo a dos: Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri. Pero hubo muchos más

Volvemos al tema con machaconería infantil. Ahora otra vez. Resulta que viaja a España, su país, Juan Carlos I, por cierto el único Monarca europeo que figura con su nombre en una Constitución. Se dice que a Sánchez no le gustan los Reyes ni, por ello, la Monarquía parlamentaria, el sistema que nos dimos los españoles en referéndum por abrumadora mayoría. Ciertos ignorantes, muchos de partidos que llegaron proclamándose «nueva política» y han caído en peores males de los que denostaron en la vieja, proclaman que hace muchos años que se votó la Constitución y hay que proceder a refrendarla de vez en cuando; a su gusto. Desconocen, pobres, que las Constituciones, como los buenos vinos, ganan con el tiempo. Ninguna Constitución la vota cada generación.

La historia constitucional de España es penosa. Nuestras Constituciones han trampeado a contracorriente de la invasión extranjera; de que un grupo de sargentos presionase a la Corona; de que unas tropas revolucionarias se acercasen a la Corte; de que una dictadura, con el beneplácito del entonces Rey, la suspendiese; de que unas elecciones municipales dieran paso a un cambio de régimen por movilizaciones callejeras; de que un poder personal no se abriese sino a un conjunto de Leyes Fundamentales. Pero las Constituciones se han sucedido desde 1812. Por ventura la Constitución de 1978 ha resistido a todas las presiones, a los ignorantes, a los pitufos y hasta a un intento de golpe de Estado. Lleva camino del medio siglo. Se inició con el compromiso multipartidario que apoyó la Transición haciendo posible el acceso a la democracia plena. Esa operación, que supuso riesgos aunque los pitufos de la política no lo sepan porque muchos de ellos no habían nacido y sus lecturas no van más allá de la cartilla partidista, la protagonizó decisivamente Juan Carlos I que recibió todos los poderes de Franco, junto a la jefatura suprema de las Fuerzas Armadas. Y los traspasó al pueblo español.

Lu Tolstova

Asistí al Pleno parlamentario en el que accedieron a sus escaños algunos políticos que habían sido utilizados durante años para generar miedo, como el Coco a los niños. Cito sólo a dos: Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri. Pero hubo muchos más. Quedé convencido de que habría democracia plena y una Constitución. Y detrás estaba el Rey Juan Carlos I. Olvidarlo no es sólo ingratitud; es deslealtad a la historia de España y al conjunto de los españoles. ¿Cometió errores? Desde luego. ¿A veces dejó a un lado la ejemplaridad en asuntos personales? Claro que sí. Pero lo que recogerá la Historia, con mayúscula, es su papel en el acceso de España a la democracia. Y en salvarla cuando estuvo en peligro. Ignorarlo no es cuestión de ideologías, es déficit de neuronas activas. Aunque se inventasen otra ley de memoria desmemoriada prohibiendo hablar de ello desde la objetividad. La Historia es la que es.

Ahora vuelve a saltar el tema: Juan Carlos I en España; un viaje rápido para asistir a una competición náutica que le es grata. Y han saltado las alarmas. He leído que no ha informado al Rey Felipe VI y que se debe a malos consejos de amigos. ¿Somos tan desahogados que nos creemos capaces de saber si el padre y el hijo hablan más o menos y, cuando lo hacen, de qué hablan? La Constitución en su artículo 19 señala «Los españoles tienen derecho a elegir libremente su residencia y a circular por el territorio nacional. Asimismo, tienen derecho a entrar y salir libremente de España en los términos que la ley establezca. Este derecho no podrá ser limitado por motivos políticos o ideológicos». ¿Sánchez condiciona y con nombre propio la aplicación de la Constitución? Me resisto a creerlo.

No hay motivo legal que impida al ciudadano español Juan Carlos de Borbón y Borbón viajar a dónde desee. No tiene ningún impedimento, ni proceso abierto, ni limitación asumible. Creer que su viaje perjudica a la Monarquía es una majadería más. La Monarquía está en muy buenas manos. El Rey demuestra enorme rigor de servicio aguantando lo que a veces aguanta cuando Sánchez, con ínfulas de rey bis, se salta el protocolo. Y más. Entender como preocupante que el viajero reciba aplausos a su paso sólo puede fastidiar a Sánchez por la vía de las comparaciones, amargas para él, ya que no puede pisar las calles sin ser abucheado aparte de los encuentros programados con sus compañeros de partido.

También he leído que la visita es inoportuna por la cercanía de la campaña electoral. Otra memez. Los reyes ni tienen partido ni votan en las elecciones. Que no se entienda que Juan Carlos I viaje a España cuando desee es chocante. En su reciente viaje a París el presidente Macron le convocó a una cena en el Eliseo. Lógico. Ha leído más que nuestros ignorantes pitufos. No encuentro motivo sólido para que pueda molestar o inquietar que un español, y más si ha sido Rey, viaje a su país. La Constitución ampara derechos de todos los españoles. Y no llegaré más allá. ¿Hemos asumido que el viaje del viejo Rey puede influir en los planes de los enemigos de la Monarquía? Sería ingenuo.

No nos engañemos. Sánchez, que se cree el rey bis, se ve en sus sueños residiendo en el Palacio Real, como el presidente Azaña. Con alabarderos, carruajes y palafreneros. Y si ese fuese su designio intentará cumplirlo. No olvidemos que es un resistente y aplaude cuando se mira en el espejo.

  • Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando