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En primera líneaRafael Puyol

Cambio de sexo

Esta especie de «fast track» para el cambio de género va a provocar efectos inconvenientes e indeseables, especialmente en el caso de los más jóvenes

Actualizada 01:30

Con la ley del 'solo sí es sí', ahora en revisión, el Ministerio de Igualdad consiguió hacer lo contrario de lo pretendido, provocando el temor de muchas mujeres afectadas y un considerable rechazo social; con la del maltrato animal ha producido un bodrio esperpéntico difícil de superar; y con la del cambio de sexo ha llegado a un estado de locura tan inconveniente como desasosegante. Ya sé que con estas afirmaciones, uno ofrece un blanco fácil para la crítica por parte de algunas (llamadas) fuerzas progresistas que, sin mediar razonamiento alguno, te califican de carca, retrógrado, dinosaurio y, por supuesto, fascista. Pero díganme ustedes, ¿tiene sentido que una persona que está haciéndose hombre o mujer, en pleno proceso de desarrollo físico y mental, sin la necesidad de la intervención de sus padres y sin la ayuda mediadora de un facultativo, se dirija a una ventanilla y manifieste que «quiere» cambiar de sexo? Aunque tenga que volver por segunda vez a ratificar su deseo, esta autodeterminación de género, sin intervención parental, judicial o médica, se va a convertir en una de las operaciones administrativas más sencillas del mundo. Es mucho más complicado cambiar de domicilio, de compañía de teléfono, de médico de cabecera, de escuela o universidad, de empresa eléctrica, de coche, de banco, de peinado y hasta de chaqueta quienes ejercen su actividad en la cosa pública.

No entro en la multiplicidad de consecuencias y contraindicaciones que está provocando que de ser Agapito te conviertas en Vanesa o que entres por una puerta como Pepita y salgas por otra como Ramoncín. Un Ramoncín que sin transformación física alguna, decide ser Pepita «por las ventajas o beneficios que para ciertas cosas tienen hoy las mujeres» (la frase no es mía, sino de Ramoncín). Tengo la sensación de que con esta ley hemos creado una especie de sexo registral que se suma a los de todas la vida: el masculino y femenino.

Ilustración: ley trans, cambio de sexo

Paula Andrade

Me enseñaron desde pequeño a tener respeto por todas las cosas, incluidas las que no compartes. Fíjense, mi crítica no está dirigida tanto a que una persona quiera cambiar de sexo, sino a los prácticamente nulos requisitos exigidos para ello sobre todo en el caso de las personas más jóvenes. Y es que en este caso como en tantas otras cosas estamos haciendo la vida demasiado fácil, sin esfuerzo, sin exigencia, sin templanza, sin sensatez, sin reflexión, sin escrúpulos, con prisa, con improvisación, sin medir el alcance de ciertas decisiones fundamentales en la vida.

Ante la facilidad de la mutación legisladora, se me ocurre que podría crearse del mismo modo un departamento ministerial para el cambio de edad. Los japoneses, que son tan sabios por viejos, nos han anunciado, tras un sesudo estudio, que le estamos ganando vida a los años. A través del seguimiento de diversos marcadores han llegado a la conclusión de que una persona que tenga hoy 70 años equivale a otra que tuviera 60 hace 20. Es una especie de rejuvenecimiento, frente al imparable proceso de envejecimiento cronológico. Entonces, ¿por qué ese ciudadano o ciudadana no podría ir al registro correspondiente y decir: «Oiga, yo tengo 70 abriles, pero me siento como si tuviera 55. Cámbieme la edad»? O, al contrario, que un imberbe de 25 no pueda plantear que «se siente» como una persona de 40 y que por consiguiente desea un adelanto etario de 15 años. De esa manera muchas de esas señoras que se quitan años, podrían adquirir una nueva edad registral más acorde con sus propias sensaciones. En una palabra, ¿por qué no dar las mismas facilidades para el cambio de edad que para el de sexo?

Estoy seguro de que algunos lectores considerarán esta propuesta como una locura. Les tranquilizo: no es más que un divertimento que tiene como objetivo poner de manifiesto la desmesura de una decisión que tal y como está formulada me parece completamente inadecuada. Creo que esta especie de «fast track» para el cambio de género va a provocar efectos inconvenientes e indeseables, especialmente en el caso de los más jóvenes que sin el consejo o la ayuda de nadie pueden adoptar una decisión equivocada que puede marcar negativamente su trayectoria vital.

  • Rafael Puyol es presidente de la Real Sociedad Geográfica
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