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En primera líneaGonzalo Cabello de los Cobos Narváez

Me voy de Netflix

Ahora más que nunca toca meter a los niños en una burbuja protectora que les garantice tener una infancia sana e inocente y les proteja hasta que escampe la tormenta

Escribo estas líneas junto a mi hijo de dos meses. Está llorando y no es fácil concentrarse. Creo que pueden ser dos cosas (es que soy muy básico); o bien tiene hambre y tengo que prepararle un biberón de 180 mililitros, espero que sea eso, o bien se ha hecho sus cosas encima y debo recurrir al amor para enfrentarme a su pañal manchado.

Estamos de suerte. Era lo primero. Se ha tragado la leche como si fuera un rebujito en la feria de Sevilla. Tras media hora de operación láctica le he dado unas palmaditas en la espalda para sacar el aire de su diminuto cuerpo y se ha quedado completamente dormido en su cuna. Todo correcto. Si todo va bien, tengo un rato largo por delante para escribir.

Últimamente ha circulado por Whatsapp un vídeo en el que un padre escandalizado muestra un trocito de una serie de dibujos animados emitida actualmente en Netflix. Aparentemente parece una de tantas series para niños: inocente, repetitiva, cursi, aburrida… La serie, Ridley Jones y la guardiana del museo, es tan infantil que, si se fijan, no tiene ni calificación por edades. Pero claro, eso es a priori, porque Netflix no da puntada sin hilo.

Netflix es tan sibilina que no mete su agresiva y parcial ideología en el primer capítulo porque saben perfectamente que los padres suelen ver el principio de las series que ven sus hijos para auditar su contenido y, si no les gusta, prohibírselo. No, la plataforma es astuta e introduce la bomba de racimo en el octavo capítulo de la quinta temporada, cuando los padres ya han bajado totalmente la guardia y han decidido que es una serie apropiada. Ahí es donde hacen realmente daño. Y, si no lo creen, compruébenlo ustedes mismos…

Como algunos de ustedes seguro que han visto, el padre escandalizado hacía referencia a un capítulo concreto de la mencionada serie titulado «Feliz día de la manada». La trama versa sobre una niña bisonte que tiene que liderar la manada, pero que no puede hacerlo bien porque no se siente a gusto consigo misma. Por eso, antes de comenzar su cometido y para arreglar esos problemas tan típicos de los infantes, Winnifred decide ser valiente y tener una conversación con su superabuela todopoderosa y empoderada:

- Hay algo que debo decirte. Esto no puede esperar. Si voy a liderar la manada quiero hacerlo siendo yo. Además, tú dices que hay que liderar con el corazón, ¿no? Bueno, pues mi corazón dice que como me siento más a gusto es usando el nombre de Fred porque soy no binario y Fred es el nombre que más me va. Y también uso elle y elles porque cuando me llaman ella o él no siento que sea lo correcto.

A lo que la tierna abuelita bisonte le responde:

- Eso no lo sabía. No me extraña que te cueste centrarte. ¿Cómo vas a liderar la manada sin ser tu verdadero tú? Siento mucho no haber utilizado el nombre y los pronombres correctos. Gracias por mostrarme tu corazón.

Lu Tolstova

Y así, sabiendo por fin quién es cada uno, todo termina con un tierno abrazo entre la abuela y el nuevo y mejorado Fred que, tras confesar su verdad, se dedica a corretear por las praderas con sus amigos entre simbólicos arcoíris mientras todos cantan una canción alabando su valentía. En fin…

Sobre esto no conviene hacer sesudos análisis. En realidad, es muy sencillo y no cabe autoengañarse. Si ustedes no están de acuerdo con esta ideología, porque hay que recordar que es una ideología, y no quieren que aniquilen a sus hijos con propaganda de este tipo o similar simplemente eliminen Netflix de todos sus dispositivos y televisiones. Dense de baja de forma inmediata. Entiendo que hay series divertidas y que, de vez en cuando sacan un documental entretenido, pero si no quieren que sus hijos sean absorbidos por estos dogmas radicales y peligrosos y que el día de mañana tengan criterio propio, abandonen esa plataforma. O bien hacen eso, que según mi opinión es lo más sensato, o bien auditan una a una todas las series, documentales y películas que van a ver sus hijos. Yo creo que es mejor cortar por lo sano.

Esto ya no es un juego, ni una anécdota. Lo que antes dábamos por hecho, ya no lo es en absoluto. Ahora más que nunca toca meter a los niños en una burbuja protectora que les garantice tener una infancia sana e inocente y les proteja hasta que escampe la tormenta. Porque lo que estos radicales quieren nada tiene que ver con los auténticos problemas de género, que por supuesto existen. Ellos quieren imponer su ideología a toda costa, y como saben que con los adultos no pueden, es demasiado tarde, van a por los niños. Y mientras más pequeños, mejor. Más moldeables.

Todavía no somos conscientes del daño que está haciendo esta locura a la sociedad. Los niños que hoy están siendo objeto de experimentos por parte de los padres, respondiendo a carencias que solo ellos conocen, llegará un momento en el que les pidan responsabilidades por lo que se les está haciendo sin su consentimiento. No me gustaría estar en sus pellejos cuando llegue la hora de rendir cuentas con su hijo o hija por lo que les hicieron cuando ellos todavía no tenían discernimiento. Va a ser un problema muy grave, ya lo verán.

Pero mientras tanto, dejemos que los niños sean niños y no nos empeñemos en adentrarles de forma temprana en el oscuro mundo de los adultos.

  • Gonzalo Cabello de los Cobos Narváez es periodista