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En primera líneaPedro Fuentes

El laberinto de la decencia

Dolor es observar la inocente efervescencia del PP ante un PSOE maniqueo, después de la que nos ha caído a los españoles en estos cuatro años de PSOE sanchista

Siempre me pareció importante este asunto de «predicar con el ejemplo».

Así nuestros actos son fiel reflejo de nuestras palabras y evitamos el chanchullo y el truco a la sociedad que nos arropa y, en último término, el engaño a nosotros mismos.

La falta de predicación en este sentido adentra al ser humano en un laberinto donde la decencia se enfrenta al peor de los minotauros: la demagogia.

En estos días he leído en prensa unas declaraciones de un «creador de opinión», en definitiva, de un hombre de nuestra cultura actual.

Tristeza y temor me han dejado sentado en el sillón. Como no soy capaz de pensar en su verosimilitud, quizás estas palabras estén mal interpretadas, fuera de contexto y formen parte de este inmenso deterioro de la comunicación.

Desde la profunda malversación de la responsabilidad, que se experimenta de manera continua, ya pensamos con convicción que la decencia quedó encerrada en la caja de Pandora.

Unas palabras llenas de dolor, profundo, enraizado en el desprecio: «Ser actor lleva a empatizar con el dolor y la tolerancia. Y, si empatizas con el dolor, no puedes votar a Vox».

¿La pérdida de conciencia en este mensaje es el demagógico carácter del dolor?

Es el laberinto. Decía Dostoievsky que «el verdadero dolor, el que nos hace sufrir profundamente, hace a veces serio y constante hasta al hombre irreflexivo».

En primer lugar, en todas las vocaciones se empatiza con el dolor y en muchas profesiones de manera integral. No es menester ser de izquierdas para su ejercicio. No parece ser así con ciertos regímenes políticos que infringen dolor desde el odio nihilista.

En segundo lugar, hay que despejar la duda de que Vox pretenda infringir dolor o no empatizar con él. Sobre todo porque, por silogismo, los votantes de Vox no empatizarían con el dolor, y esto no es cierto.

En tercer lugar: ¿a qué dolor nos estamos refiriendo? ¿Va a formar parte del lenguaje inclusivo?

En nuestros días estamos viendo muchas muestras de dolor: afectados por el rugir de un volcán sin ayudas, desplazados de guerra, ancianos frente al trabajo de toda su vida okupados sin piedad, familias que no pudieron despedir a sus seres queridos en la pandemia, padres que sufren por ver a sus hijos desconcertados con las leyes de género, desempleados sin esperanza, enfermos con precariedad asistencial, hijos que ven en las instituciones a dirigentes que no condenan los asesinatos, destrucción de la legalidad democrática, crecimiento del fracaso escolar en los jóvenes, violadores en la calle ante la sorpresa de sus familiares...

Quizás estos sucesos no están dentro del catálogo del dolor demagógico. Es evidente que, a pesar de los errores, a los gobernantes sí les importa el dolor. De no ser así, sería un mundo absolutamente brutal, sociedades del inframundo.

Paula Andrade

¿Por qué no iba a importarle a Vox este dolor y sí a la izquierda radical?

¿Se da cuenta del alcance del mensaje?

¿No será que el dolor es propiedad de algunos partidos del gobierno?

¿El abandono del Ministerio de Ciencia a casi dos mil jovenes investigadores?

¿La inclusión de etarras en las listas de Bildu?

¿Estamos hablando de dolor?

Hasta el mismo presidente, parece ser, ha dicho: «Hay cosas que pueden ser legales pero no decentes».

A ver si va a resultar que el presidente del Gobierno no empatiza con el dolor, en vista de esta declaración desde la Casa Blanca.

Dolor es el que siente el señor Sánchez ante el derrumbe de la izquierda radical en estos comicios de mayo.

Dolor es el que debe padecer Sumar cuando se siente fuera de juego con el adelanto de elecciones al próximo mes de julio, evitando así el certero hundimiento de Podemos.

Dolor es tener que desayunar con la felicitación de Europa al nombramiento de Pedro Sánchez, cuando éste, después de haber sacrificado al PSOE y ninguneado al país, ahora entrará con laurel de auriga vencedor por el pasillo de la Unión.

Por cierto, ¿alguien escuchó el susurro de la dimisión de Sánchez?

Dolor es observar la inocente efervescencia del PP ante un PSOE maniqueo, después de la que nos ha caído a los españoles en estos cuatro años de PSOE sanchista. Qué pueriles son ustedes con su sonrisa triunfalista.

Dolor es imaginar que vivimos en un caos político parecido al que tuvimos durante el siglo XIX.

Mi crítico amigo, fíjese, que siguiendo su criterio, las últimas elecciones muestran que allí donde Vox no ha asomado la cabeza, curiosamente, son los territorios que más conocen el dolor.

Permítame decirle que «su dolor se irá cuando haya dejado de enseñarle». No lo digo yo. Fue su admirado amigo de adolescencia, Bruce Lee.

  • Pedro Fuentes es humanista