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en primera líneaCarlos de Urquijo

Carta abierta a Núñez Feijóo

Que recuperemos el orgullo de pertenecer al Partido Popular depende de ti, Alberto. En tu mano está no defraudar la esperanza de tantos españoles que aspiramos a un futuro mejor

Querido presidente:

Disculpa que no te envíe estas líneas a Génova 13, pero no planteo nada reservado que no haya sostenido públicamente de manera reiterada. Es además más probable que, mediante esta fórmula, exista una remota posibilidad de que accedas a su lectura. Son unas ideas muy básicas que opino deben estar en el núcleo del programa del Partido Popular para las próximas elecciones generales.

Vaya por delante que no me creo nadie para plantearlas, tan solo un español de a pie, afiliado al partido hace cuarenta años y con alguna experiencia en diversos cargos públicos en el País Vasco. Debo decir también que, como consecuencia de esta experiencia institucional, me he vuelto tomista a ultranza, más del Mellizo que de Aquino, aunque siempre en la búsqueda de la verdad. Y una última cuestión previa, te escribo alejado hace años de la política activa, por tanto desde la independencia y la sinceridad de quien nada espera, en un momento en el que te imagino rodeado de aduladores. En todo caso ejerzo como el siervo que sujeta la corona de laurel en la cabeza del general victorioso mientras susurra al oído memento mori.

Al grano. Nadie discute que la economía es un asunto crucial, con las cosas de comer no se juega. Pero igual que todos coinciden en su importancia, son legión los que consideran que en esta materia el PP tiene competencia acreditada. Me centraré pues en otras cuestiones que, en el pasado, no hemos atendido como es debido y que son mucho más trascendentes que tener quince o veinte ministerios –por cierto, he leído que planteas la supresión del de Igualdad y lo celebro, lástima que el 16 de marzo de este año y el 15 de diciembre del pasado, el grupo popular en el Congreso votara en contra de esta iniciativa–.

Primera cuestión, hagamos respetar la forma política del Estado español, la Monarquía parlamentaria y con ella la unidad de España, hoy amenazada. Cierto que el artículo dos de nuestra Constitución reconoce las nacionalidades y regiones, pero en su redacción figura en primer lugar la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles. Los nacionalistas nunca lo aceptarán, pero asegurar su cumplimiento es la primera obligación de un candidato a la presidencia del Gobierno de España. Una obligación que debe llevar aparejado el compromiso solemne de no hacer descansar jamás la gobernación de España en los partidos que buscan su destrucción.

En segundo lugar, nos merecemos también el cumplimiento del artículo tres. El castellano es la lengua oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. Hoy España se ha convertido en una absurda torre de babel en la que no se asegura su cumplimiento en todo el territorio nacional. Leo con agrado que a tal fin reforzarás la Alta Inspección de Educación, ojalá sea así. No permitas el bochorno de que volvamos a ver un solo ciudadano, indefenso y a su costa, solicitando el amparo de los Tribunales por la inacción del Gobierno.

Paula Andrade

Tercera prioridad, asegurar el respeto a la división de poderes y el principio de legalidad. Los últimos años hemos caminado peligrosamente hacia la autocracia de la mano de un Ejecutivo que no solo ha despreciado los demás poderes del Estado, sino que los ha ocupado, intervenido o ignorado, acabando con los equilibrios propios de las democracias liberales. Urge garantizar la independencia de la composición del CGPJ por encima de cuotas.

Cuarta prioridad, España avanza hacia un crecimiento vegetativo negativo mientras aprueba leyes que impulsan el aborto y la eutanasia considerándolas «nuevos derechos». Si a eso unimos despropósitos como la ley del 'solo sí es sí' o la ley trans, toca revertir estos dislates promoviendo iniciativas que ayuden a las familias y apoyen la natalidad. Decisiones que nos devuelvan a nuestras raíces cristianas y que el PP, al menos sobre el papel, hace suyas al defender en el arranque de sus estatutos la dignidad del ser humano.

Quinta, reformar las leyes educativas que han hecho desaparecer el mérito, el esfuerzo y la capacidad de las aulas. Una educación sectaria e ignorante que además esconde nuestra historia común y encumbra la diferencia. De igual modo deben ser derogadas, no vale con evitar dotarlas presupuestariamente, las leyes de memoria que solo buscan la división y tienen poco de historia y mucho de revancha y resentimiento.

Y para terminar no me olvido de otra iniciativa necesaria. Una democracia debe defenderse del totalitarismo, por ello no puede permitir que el brazo político de una banda terrorista esté en sus instituciones. La Justicia tendrá la última palabra, pero la primera es del Gobierno, y por ello debe instar su ilegalización de acuerdo con nuestra Ley de partidos.

Con mayoría absoluta el 23 de julio podrán cumplirse estos objetivos, pero sin ella solo será posible con el apoyo de Vox. Que recuperemos el orgullo de pertenecer al Partido Popular depende de ti, Alberto. En tu mano está no defraudar la esperanza de tantos españoles que aspiramos a un futuro mejor. Ánimo y acierto.

  • Carlos de Urquijo fue delegado del Gobierno en el País Vasco