Madres tardías
Una política que promueva la natalidad no es de derechas, ni de izquierdas. Es políticamente neutra y demográficamente imprescindible
Cada año que pasa el número de nacimientos es más reducido que el anterior. Un solo dato pone de manifiesto el derrumbe de los alumbramientos. En la etapa del baby boom (mediados de los 50 y la mitad de los 70 del siglo pasado) los nacidos vivos oscilaron entre 650.000 y 660.000 y en 2021 la cifra cayó a 337.380, prácticamente una reducción del 50 por ciento. Ya desde 1980 no somos capaces de renovar las generaciones y además nos alejamos de forma progresiva del umbral que lo permitiría. Cada mujer en edad de procrear alumbra 1,2 hijos frente a los 2,1 necesarios para asegurar el mencionado remplazo.
Una de las dificultades que lo impiden es la disminución del número de mujeres en edad de procrear, fruto de las bajas natalidades previas. Entre 2008, el inicio de la antepenúltima crisis económica, y el 2022 perdimos casi 1,3 millones de madres potenciales. Imagínense la pérdida tan cuantiosa de hijos posibles por el simple hecho de la falta de madres.
Pero voy a centrarme hoy en otra circunstancia que está repercutiendo igualmente en la reducción de nacimientos. Me refiero a la edad tan tardía a la que se alumbran los niños lo que acaba provocando la merma progresiva de los tamaños medios familiares. En 1980 la media de edad al nacimiento del primer hijo fue de 28 años. En 1996 se superaron los 30 años y en 2021 se alcanzaron los 32,6. Y todo parece indicar que ese umbral va a seguir subiendo. Comparen. Una mujer que da a luz a su primer hijo a los 25 tiene casi otros 25 años para seguir teniendo descendientes. La que lo hace a los 33 solo tiene 16. Por otro lado, la fecundabilidad (probabilidad de alcanzar un embarazo durante un ciclo menstrual) va disminuyendo con la edad. El retraso deliberado de la maternidad reduce inevitablemente los nacimientos.
En este proceso de tener hijos cada vez más tardíos, España es el país de la Unión Europea con el mayor porcentaje de niños alumbrados por madres con más de 40 años. Superamos ligeramente a otros países del sur (Grecia, Italia o Portugal), pero estamos claramente por encima del resto de los estados de la Unión. El porcentaje de vástagos de madres de 40 años alcanza en nuestro país el 10,7 por ciento mientras que en Francia es la mitad, en Holanda el 3,8 por ciento y en Rumanía menos del 3 por ciento. Además del récord nacional de maternidad retrasada, batimos otras marcas a nivel regional ya que algunas comunidades españolas se sitúan a la cabeza de los territorios con mayores porcentajes de hijos de madres de 40 y más años. Estos son los casos de Galicia (14,4 por ciento), Asturias (12,4 por ciento), Madrid (12,3 por ciento) o Cantabria (12,2 por ciento).
Así pues, el modelo de natalidad español y de la mayoría de sus regiones está definido por dos rasgos básicos: pocos hijos y además tardíos, una circunstancia que lógicamente influye sobre la primera. Más vale que los hijos se retarden que no los haya. El rasgo fundamental de nuestro modelo es la escasez y no el retraso, pero no hay que soslayar este factor por sus evidentes influencias sobre esos hijos de madres maduras. Hoy los avances de la medicina permiten tenerlos sin los problemas de antaño, lo cual no excluye que el riesgo aumente a medida que la madre cumple años.
En buena parte de los casos de madres mayores el retraso no es algo deseado, sino impuesto por las circunstancias (emancipación tardía, dificultades de acceso a la vivienda, retraso matrimonial, precariedad en el trabajo….) En la última encuesta de fecundidad (2018) las madres y los padres no solo manifestaban querer más hijos de los que realmente tienen (dos como media frente a los 1,2 paridos), sino también tenerlos más temprano. Ese adelantamiento sería deseable porque redundaría en una mejor natalidad. Para ello sería imprescindible una buena política de ayuda familiar. Ya lo he dicho aquí muchas otras veces. Una política que tiene que ser nacional y consensuada, no estar ideologizada y tener la financiación adecuada. Que contenga medidas suficientemente probadas en otros países y que sea bien recibida por sus destinatarios y beneficiados. Y vuelvo a insistir una vez más: una política que promueva la natalidad no es de derechas, ni de izquierdas. Es políticamente neutra y demográficamente imprescindible.
- Rafael Puyol es presidente de la Real Sociedad Geográfica