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en primera líneaJosep Miró i Ardevol

Elecciones, resultados, expectativas y Cataluña

Solo en la circunscripción de Barcelona, los socialistas aventajan al PP en 8 diputados, el doble de lo alcanzado por los populares en Madrid, a pesar de la desaparición de Ciudadanos, que hasta las elecciones de abril del 2019 tenían 5 escaños en Cataluña

La observación de los datos electorales arroja un éxito para el Partido Popular. Ésta sería una conclusión evidente si se refirieran a un país ajeno, sin implicaciones personales y los leyéramos de buena mañana en el periódico. El partido ganador ha logrado un impresionante aumento de 47 escaños de un total de 350, asegurando la victoria en 41 de las 52 circunscripciones electorales. Sin embargo, a pesar de este logro, tanto el candidato como su equipo y la percepción mediática oscilan entre la frustración y el fracaso. Esto, no solo se debe a que no han alcanzado la cifra necesaria para gobernar, sino también porque las encuestas previas al apagón legal de la última semana auguraban un éxito aún mayor. Todo esto ocurre después de la gran victoria en las elecciones municipales y autonómicas de mayo. Tal vez, si las encuestas públicas se hubieran realizado hasta el día antes de la votación, no se habría experimentado esta derrota moral.

Si descontamos el polémico CIS de Tezanos, que nuevamente se equivocó a favor de su patrón, la media de las encuestas dio a Núñez Feijoo un porcentaje de votos (33,8 por ciento) muy similar al que realmente alcanzó (33,1 por ciento). La falsa expectativa se produjo en la previsión para el Partido Socialista. La diferencia entre el 28 por ciento previsto por el consenso de las encuestas y el 31,7 por ciento obtenido resulta significativa, lo que se tradujo en una victoria a favor del PP, pero con escasas diferencias de escaños en demasiadas circunscripciones o incluso empates. En 17 de las provincias en las que el PP ganó en votos, empató con los socialistas en número de diputados. La ventaja en escaños fue solamente de 1 ó 2 en la mayoría de los lugares donde obtuvo la victoria. Incluso en el importante granero electoral de Madrid, solo obtuvo un beneficio neto de 4 diputados.

ilustración llave independentismoLu Tolstova

Es en este contexto que entra en juego Cataluña, donde la obsesión por un adversario independentista, que ya está debilitado y en desbandada, permitió al PSOE conseguir una extraordinaria victoria sobre el PP. Este éxito le permitió maquillar el resultado en el resto de España y, lo que es más importante, le dio la posibilidad de formar gobierno. Los «sanchistas» lograron 19 diputados, mientras que el PP solo obtuvo 6, una diferencia de 13 escaños. Esto es igual a la ventaja que el líder popular obtuvo sumando los escaños de Madrid, Comunidad Valenciana, Andalucía, Zaragoza y Murcia. Con estas cifras, es difícil para los populares gobernar España. Solo en la circunscripción de Barcelona, los socialistas aventajan al PP en 8 diputados, el doble de lo alcanzado por los populares en Madrid, a pesar de la desaparición de Ciudadanos, que hasta las elecciones de abril del 2019 tenían 5 escaños en Cataluña.

Además, esta emergencia del socialismo en Cataluña, que ya contaba con la gran pieza del Ayuntamiento de Barcelona gracias al regalo del PP, se suma al hundimiento del independentismo. Especialmente, de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) que perdió 6 de sus 13 diputados, y la CUP que ha desaparecido del Congreso. JxCat también sufrió la reducción de un escaño. Sería necesario retroceder hasta 1982 para encontrar una representación menor de los partidos de disciplina exclusivamente catalana. Ha sido una debacle anunciada.

El baluarte catalán de la social progresia no puede explicarse del todo sin tener en cuenta el papel decisivo de La Vanguardia, RAC1 (radio del mismo grupo) y TV3, que ha moderado su enfoque independentista mostrando simpatía por el poder socialista. La importancia de este factor estructural no puede ser ignorada.

En definitiva, el Partido Popular haría bien en preguntarse por qué sus gobiernos son mucho más excepción que regla en España.

El resultado, señala también que VOX forma parte del problema más que de la solución. La amalgama reactiva de reivindicaciones tan heterogéneas como la tauromaquia, el centralismo provincial de las Cortes de Cádiz y, algo tan importante como la defensa de la vida y la familia, revestida de agresividad y adornada de algunos personajes pintorescos, constituye más un puzle de disgustados y marginados culturales que una respuesta política. Sirve para anunciar la necesidad de una alternativa, pero no la constituye. Y está a años luz de los Fratelli de Meloni, afanados en construir una cultura sólida, como constata su interés por asumir y divulgar concepciones como las de Roger Scruton.

Las elecciones no han resuelto nada, más allá de las lógicas de poder. La política sigue más polarizada y cainita que antes. El propio Sánchez ya se instaló en la descalificación total del adversario la misma noche electoral.

Ahora, si consigue formar Gobierno, tendrá que afrontar su propia y difícil herencia. Todo junto puede degradar más la democracia hasta convertirla en inservible, porque al mismo tiempo sigue sin haber un proyecto real de España. Es una lástima, porque la gente ha vuelto a demostrar que son mejores que sus gobiernos. Elevada participación, todas las mesas constituidas, el esfuerzo titánico de los trabajadores de Correos. Como cuando la Covid-19 en 2020, se ha hecho evidente que existen profesionales entregados y ciudadanía consciente. Pero en las actuales condiciones, ¿hasta cuándo?

  • Josep Miró i Ardèvol es presidente de e-Cristians