Refugiados medioambientales
Entre las migraciones medioambientales forzosas hay tres grandes tipos: las provocadas por catástrofes naturales, por la escasez de recursos de agua potable y por la elevación del nivel del mar
Vanuatú es un archipiélago del sur del Pacífico poblado por unos 300.000 habitantes. Por su condición insular y su naturaleza llana es una región especialmente amenazada por el aumento del nivel del mar que podría llegar casi a despoblarla.
El cambio climático es un tema de rabiosa actualidad sobre el que se desatan verdaderas pasiones. Mi intención aquí no es abordar ni sus causas, ni la multiplicidad de sus consecuencias, sino tan solo la influencia que va a tener sobre la movilidad de las personas
El término migraciones climáticas ha hecho fortuna, pero quizás fuera más propio hablar de migraciones medioambientales, considerando las causadas por el clima como una modalidad (sin duda la más importante) de las provocadas por los agentes naturales.
Las primeras relaciones entre degradación del medio ambiente y los flujos migratorios fueron establecidas en los años 70 del siglo pasado. Su consideración aumentó, con la publicación en 1985 del informe de las Naciones Unidas «Environmental Refugees» que da título a este artículo, pero no adquirieron verdadera carta de naturaleza hasta la primera década del siglo XXI. Una serie de catástrofes ocurridas en ese periodo fueron conformando la idea de la importancia cada vez mayor del medio ambiente como causante de significativos movimientos de población. En 2024 fue el tsunami del océano Indico, en 2005 el terremoto de Cachemira y en 2006 el huracán Katrina. Todos ellos supusieron muerte y destrucción y desencadenaron la huida de las zonas afectadas de cientos de miles de residentes.
Desde entonces se empezaron a hacer evaluaciones del volumen de personas que podrían estar afectadas por el cambio climático. Las más modestas oscilan entre 150 y 200 millones, pero algunas instituciones llegan a calcular la cantidad de 1.000 millones para 2050. No es fácil hacer estimaciones y las que se ofrecen se basan más en el cálculo de las personas que habitan en las regiones más expuestas a las elevaciones del nivel del mar. Son más una llamada de atención acerca de las consecuencias de la elevación de las temperaturas que una medida efectiva de los desplazamientos de población que se puedan producir. No obstante nadie duda de que se producirá un crecimiento de este tipo de movilidad en la que cabe diferenciar dos grandes categorías: los movimientos «forzosos» y aquellos que tienen un cierto carácter voluntario, aunque, a veces, sea difícil diferenciarlos completamente.
Entre las migraciones medioambientales forzosas hay tres grandes tipos: las provocadas por catástrofes naturales, por la escasez de recursos de agua potable y por la elevación del nivel del mar. Aumentarán los cambios climáticos bruscos y su secuela de inundación y desgraciadamente seguirán los terremotos que periódicamente destruyen poblaciones y viviendas y destierran a miles de personas. Y lo mismo va a suceder por la escasez de agua potable provocada por la contaminación de las reservas de agua dulce Pero, sin duda, las migraciones más fuertes estarán producidas por la elevación del nivel del mar que probablemente aumentará 1 metro hasta finales del siglo XXI. Las consecuencias de este riesgo van a ser importantes debido a que las zonas litorales concentran una parte sustantiva de la población en todos los continentes. Es cierto que las inundaciones que se originen pueden ser neutralizadas debido a las obras de protección, pero el alto coste de estos equipamientos y los tiempos necesarios para llevarlos a cabo hacen pensar que no estarán disponibles en todos los lugares cuando resulten necesarios. Así pues bien sea de forma espontánea u organizada, la anegación de ciertos territorios producirá miles de desplazamientos bien a otros lugares del propio país o al extranjero.
Una segunda categoría de migraciones ligada al cambio climático será de carácter voluntario y no coercitivo. Se producirá en aquellos territorios donde la elevación de las temperaturas cause situaciones de incomodidad persistente poco compatibles con la calidad de vida que demandan los habitantes. El heliotropismo positivo caracterizado por una emigración de países del norte al sur puede ser sustituido por un heliotropismo negativo, una emigración en sentido inverso. Países como Francia, Italia o España en la orilla norte del Mediterráneo y más aún los de la orilla sur (Marruecos, Túnez o Egipto) pueden verse seriamente afectados por la pérdida de pobladores o visitantes que buscan el sol, pero no sufrir temperaturas extremas prolongadas.
Otro tipo de migración climática es el éxodo hacia zonas que se convertirán en habitables y explotables a causa del deshielo. Así puede suceder con numerosos territorios septentrionales como el norte de Canadá, Groenlandia o Siberia cuyos suelos o subsuelos pueden ser explotados de una forma mucho más intensa. Y quizás pueda pensarse que lo mismo puede suceder en el sur, en la zona antártica que hoy permanece prácticamente deshabitada.
Así pues, resulta bastante evidente que todos estos tipos de movimientos causados por factores medioambientales y particularmente por el cambio climático van a crecer. Urge, por lo tanto, darles una cobertura jurídica específica de la que actualmente carecen, particularmente en el caso de los desplazamientos internacionales.
- Rafael Puyol es presidente de la Real Sociedad geográfica