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En primera líneaRamón Pi

Las varias almas del PSOE

Ahí sigue el PSOE, con su alma plural que le permite tener como secretario general a González y, a continuación, a Sánchez Pérez-Castejón

Es casi una tradición, en los medios intelectuales, académicos y periodísticos, referirse a las dos almas del Partido Socialista Obrero Español, prácticamente desde su fundación hasta la guerra civil. Algunos estudiosos de la historia contemporánea de España personifican estas dos almas en dos relevantes socialistas: Indalecio Prieto Tuero sería el «socialista moderado» con algún ribete vagamente liberal, y Francisco Largo Caballero sería el socialista más radical. Los dos basaban sendas atribuciones en apoyos más bien endebles: «Don Inda», como confianzudamente le llamaban sus conmilitones, se había caracterizado a sí mismo con estas palabras: «Soy socialista a fuer de liberal». Largo no habló de sí mismo, pero permitió que en la propaganda su partido lo llamase «el Lenin español»; y así se iban capeando las contradicciones en que incurría con frecuencia el partido socialista.

Después del largo silencio del 39 al 75, cuando la «resurrección» del PSOE tras la muerte de Franco, entre las tradiciones rescatadas estaba la de la doble alma. Los partidos socialistas europeos occidentales habían abrazado los fundamentos doctrinales de la democracia liberal (derechos humanos, libertades públicas, elecciones libres y periódicas, propiedad privada de medios de producción, sindicatos ajenos al poder político...); en una palabra, abandono de las raíces marxistas fundacionales. Los alemanes hicieron su conversión con todas las de la ley en un congreso en el barrio de Bonn de Bad Godesberg; los franceses dejaron de llamarse SFIO (Section Française de l'Internationale Ouvrière) para llamarse Parti Socialiste Français; los socialistas belgas disolvieron el partido (en dos lenguas, eso sí) en 1978, y pervive el partido de Valonia, en francés; en los Países Bajos el partido nació de una escisión maoísta, y degenerando, degenerando, se convirtió en 1991 en un partido socialdemócrata de centroizquierda; los socialistas suecos se convirtieron en socialdemócratas, y los de las esencias marxistas se separaron de ellos para formar un partido pequeño, el Partido de la Izquierda, que al principio se llamó de los comunistas, y ahora, no. Y algunos que provienen de la tiranía soviética no quieren ni oír hablar de socialismo, como los checos, que tienen un partido directamente socialdemócrata por aversión a la sinonimia que los comunistas han establecido entre comunismo y socialismo (en Cuba siguen gritando «socialismo o muerte»). Los italianos, siempre llenos de matices, se llamaron de mil y una formas desde su primigenio Partito Socialista Rivoluzionario Italiano, hasta que, tras disolverse en noviembre de 1994 después de haber abandonado toda relación con el marxismo, ahora parece que quiere resucitar con el nombre de Partito Socialista Italiano; pero todos los socialistas europeos ya no son marxistas, sino socialdemócratas..., menos el español, que se debate en un mar de dudas.

El abandono del marxismo provocó incluso la dimisión de González como secretario general en 1979, pero el gran argumento para su regreso al cargo no fue ideológico, sino pragmático: él ganaba elecciones, como se demostró a partir de 1982, y con sus actos volvió a manifestarse la doble alma de los socialistas. Javier Krahe criticó a Felipe González con la canción «Cuervo ingenuo» a propósito del compromiso incumplido de González de sacar a España de la OTAN, que le valió el veto en TVE, por aquel entonces la única televisión en España.

Lu Tolstova

La incertidumbre en la ideología del Partido Socialista Obrero Español se reflejó en la emergencia en su seno de la corriente «izquierda socialista». Y ahí sigue el PSOE, con su alma plural que le permite tener como secretario general a González y, a continuación, a Sánchez Pérez-Castejón.

La doble alma era la marxista frente a la socialdemócrata; ahora es la socialdemócrata frente a la «banana-sanchista», y dentro de poco, si siguen las cosas por donde apuntan, habrá cuatro almas en el PSOE: la socialdemócrata, la banana-sanchista, la española y la separatista. En efecto, una constante en el socialismo español era su patriotismo, pero a partir de ahora, este elefante en la cacharrería socialista no va a dejar ni los rabos.

A ver si Alfonso Guerra, que era el presidente de la Comisión Constitucional del Congreso que aprobó un proyecto de Estatuto catalán inconstitucional, incluía a su partido cuando vaticinó que a España no la iba a reconocer ni la madre que la parió. Porque todos los diputados socialistas, incluido Guerra, votaron en el Pleno el citado proyecto afirmativamente. Hubo una excepción tardía, Joaquín Leguina, quien tiempo después, en la presentación de su libro Historia de un despropósito, pidió excusas a medias por haber votado 'Sí', y así le fue: la venganza es un plato que se sirve frío, esta vez en forma de expulsión del partido.

  • Ramón Pi es periodista