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En primera líneaJuan Van-Halen

Monarquía, Constitución y Frankenstein 2

¿Por qué a Sánchez no le importan los desprecios a la Monarquía? Porque suponen un seguimiento de su agenda nada oculta

La Jura de la Constitución por el heredero de la Corona es un acto fundamental en las monarquías democráticas. Supone el compromiso del presente constitucional con el futuro. En 1986 juró su padre el hoy Rey Felipe, y esta mañana lo hará la Princesa de Asturias. No es un acto rutinario ni de solemnidad impostada. Es el basamento de una responsabilidad asumida y proclamada ante los representantes del pueblo español.

A nadie puede extrañar a estas alturas que los diputados de Podemos, y tres miembros del Gobierno: Ione Belarra, Irene Montero y Alberto Garzón no asistan. Tampoco asistirán los diputados independentistas, ni los filoetarras de Bildu, ni los ingenuos del PNV. Los socios del Frankenstein 2 de Sánchez. Por esta falta de educación, de respeto institucional, y por el desprecio a la Constitución, el débil presidente en funciones debería meditar la consistencia de su futuro Gobierno si llega a constituirlo. Pero no lo hará. Y no sólo por no importarle nada que no sea su afán de continuar, poco o mucho, en Moncloa, sino por otros motivos que recordaré.

Yolanda Díaz sí asistirá. Está perrunamente abducida por el jefe. El ministro de Universidades, Joan Subirats, de la cuota de los comuns, sí acudirá; va por libre. Algún medio tituló: «Sólo tres ministros no acudirán al Juramento de Leonor». Como si fuese normal. No lo es en el seno de las monarquías europeas. La izquierda es responsable y se siente comprometida con sus instituciones. La política en España es un carajal en el que cada cual se cree con derecho a la ofensa gratuita. La izquierda y los independentistas siguen queriendo hacerle pagar al Rey su contundente mensaje a los españoles del 3 de octubre de 2017 que quedará anulado con la anticonstitucional amnistía, se llame como se llame. Si se anula el delito también se anula su condena que pasaría a ser innecesaria, incluso abusiva.

Paula Andrade

La portavoz de Podemos anunció las ausencias cargando contra el acto. Declaró: «Este martes se producirá la jura de la Constitución por parte de la princesa Leonor. Es un acto para blindar la dinastía y la sucesión monárquica y Podemos no va a formar parte de esa operación: ni nuestros diputados ni nuestras ministras acudirán al acto, precisamente por compromiso democrático». Lo del «compromiso democrático» evidencia una falta de instrucción democrática. ¿Conocen la opinión mayoritaria de los ciudadanos? Los diputados, más allá de sus adscripciones políticas concretas y de sus circunscripciones electorales, representan a todos los españoles en el lugar en el que reside la soberanía nacional. La asistencia no supondría aquiescencia sino respeto al pueblo español y a sus instituciones. Ellos no lo tienen. Y, como Sánchez, su menester principal es mirarse el ombligo.

Por su parte, Gerardo Pisarello, de Podemos, secretario primero de la Mesa del Congreso, señaló: «Ya en otras reuniones ha habido diputados que se han manifestado a favor de no asistir a esas reuniones». Considerar una «reunión» la Jura de la Constitución por la heredera de la Corona es cuando menos un desencaje institucional y una ofensa a la inteligencia, en el supuesto de que le haya tocado más cupo de ella que a otros miembros de su grupo parlamentario tan escaso de neuronas. Este personaje, nacido en Tucumán, siendo primer teniente de alcalde de Barcelona con Colau, quiso impedir que la bandera española figurase en el balcón del Ayuntamiento durante las Fiestas de la Merced, y en su despacho oficial no figura la bandera nacional. No consta que haya declinado cobrar su abultado sueldo institucional pagado por los españoles.

¿Por qué a Sánchez no le importan los desprecios a la Monarquía? Porque suponen un seguimiento de su agenda nada oculta. Son conocidos y repetidos sus desplantes al Rey en actos públicos. No vale la pena recordarlos; circulan en internet. Sánchez sigue la vía de la llamada «dictadura constitucional», ya anunciada por el entonces ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, cuando en el Congreso, contestando a ERC, aseguró que estábamos «en medio de una crisis constituyente». Esa crisis pasaría desde la dictadura constitucional, que ya vivimos, a una revisión profunda de la Constitución, previsiblemente por la puerta de atrás, para el acceso a medio plazo a una tercera experiencia republicana que, para colmo, se plantea como una nueva edición de la desastrosa República del 14 de abril de 1931. Sería una versión hispánica de la Venezuela de Maduro. A Sánchez le sobra la Monarquía. Su sueño es ser presidente de esa República y vivir en el Palacio de Oriente como ya hizo Manuel Azaña.

Lo destacable, en negativo, del acto de hoy es la inasistencia del Rey padre Juan Carlos I. No ha sido invitado. Los responsables de esa ausencia han cometido una enorme injusticia personal e histórica. Personal porque se trata del juramento de su nieta, e histórica porque, a ojos del pueblo español, quiebra una línea natural al menos en el plano simbólico. Acaso sea una alegría para Sánchez pero Don Juan Carlos es un español privado de derechos recogidos en la Constitución. Y sin ningún reproche judicial pendiente.

Y porque el olvido es néctar para los sinvergüenzas, estos eran los deseos de Yolanda Díaz en su tiempo gallego: «Fin del régimen pactado en la Transición española, un nuevo camino, proceso constituyente y Tercera República. Y es una pena que nuestra historia no haya tenido la suerte histórica y profunda, civil, de haber cortado la cabeza, guillotinado, a un Rey». Textual.

  • Juan Van-Halen es escritor. Académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando