¡Cuidado! Que las carga el diablo
Tenemos unos grupos socialistas y nacionalistas empeñados en fracturar la sociedad en dos Españas irreconciliables
Los que hemos nacido y vivido en Vascongadas sabemos que cuando se genera una fractura social no solo se percibe al leer la prensa; afecta a tu vida cotidiana. Últimamente en diversas reuniones familiares y de amigos me ha tocado coincidir, incluso entablar cierta amistad, con una chica militante en una de esas formaciones políticas del avispero generado por la dispersión de Podemos y que tienen nombres pintorescos como Más Nariz, etc. Ocupa además, debido a su militancia, una colaboración en una institución pública en Madrid. La relación era cordial, con algunas bromas y acudiendo a la ironía, todo ello, con cerveza, café o almuerzo de por medio.
Hoy en día, tras haber contemplado lo ocurrido en Israel, algo que repugna a la dignidad humana como es decapitar a recién nacidos o abrir en canal a embarazadas. Y añadir a ello el deleznable espectáculo de los distintos grupos y grupúsculos del universo socialista español, incluido el de la chica mencionada más arriba, como acompañantes y corifeos del ensañamiento criminal, es lógico pensar que a uno no le queden ánimos para compartir charla y copa con según qué personas. Se ha generado una distancia insalvable. No puedo conversar con alguien mientras me vienen a la mente imágenes de niños degollados o de atentados etarras.
Esta historia me lleva a pensar que es evidente que el socialismo español, en sus diversas taifas, está deseoso de generar una fractura social. Crear como forma de subsistencia un enfrentamiento fratricida entre los españoles; llevar a cabo graves provocaciones para alcanzar un conflicto entre ellos y sus seguidores por un lado y el resto de ciudadanos por el otro.
Esta actitud antes iba necesariamente unida a los nacionalismos ya que todos ellos presentan genéticamente en su ADN un componente «contra». Contra algo o alguien. A la exacerbación de su propia identidad y supuestas peculiaridades tienen que unir ese componente excluyente, supremacista, racial y bélico. Así son y han sido los nacionalismos, incluido el de Hitler. Ahora parece que los socialistas hispanos están adoptando ese componente «contra». Y eso ocurre contra las víctimas del terror palestino, del etarra y también con lo que llaman derecha, fachas, contra la historia o contra lo que convenga. Actitudes propias de los nacionalistas con quienes se asocian. Por lo que es evidente que con su actitud política y social están uniendo a su nombre, socialismo, el calificativo nacional de sus socios; nacional socialismo. Los que no sean como ellos, no van a tener derechos en su objetivo de país.
No estamos ante una mera divergencia de programas electorales; va más allá incluso de subvertir el orden constitucional para, ilegalmente, imponer un nuevo régimen. Se trata también de romper la sociedad, estigmatizar a una parte de ella con objeto de dominarla y eliminar al adversario. Para ello el Gobierno, que no es lo mismo que el Estado, se ha dedicado al asalto del ámbito privado de las personas. O, mejor dicho, diversos partidos políticos se han servido de los organismos públicos para cometer un allanamiento de morada penetrando en el ámbito privado de personas y empresas. Y eso lo han hecho porque lo que deja de ser privado se hace público y, por lo tanto, criticable, tipificable y susceptible de ser convertido en objeto de prohibición. Esto no es más que otro eslabón de la cadena que separará en dos a nuestra sociedad.
Y mientras critican y critican para generar una enorme brecha en la sociedad, uno observa el panorama y ve con desespero el infantil candor (o estupidez) del Partido Popular que como un niño le ha estado pidiendo al PSOE (el jefe de la banda) que juegue con él a la pelota en el patio del colegio. Si los socialistas quieren partir la sociedad en dos para laminar a una de las partes, no van a jugar contigo a la pelota. Todos los ámbitos socialistas y nacionalistas han confirmado su decisión de actuar y gobernar siempre contra quien disienta. Y no a favor de todos los españoles.
Una ruptura social no significa solamente que vayan a existir dos grupos de opinión difícilmente conciliables y de dudosa convivencia. No supone la existencia de ideas antagónicas sino el ataque a los valores y principios fundamentales de gran parte de la sociedad. Significa que habrá unos ciudadanos que gozarán de privilegios judiciales y legales y otros que nos veremos perseguidos por esos mismo jueces. Unos que podrán disfrutar de dádivas fiscales y económicas y otros que sufriremos la incautación de nuestros ingresos y ahorros. Por una parte aquellos que proclamarán una historia inventada y otros a los que se le perseguirá por intentar realizar estudios históricos verdaderos. Grupos de poder que quieren imponer sin discusión ni posibilidad de ser rebatidos falsos dogmas como esas siniestras agendas internacionales y los que vemos cercenados nuestros derechos de libertad de opinión y expresión. Eso y mucho más es una brecha o ruptura social provocada intencionadamente.
Tenemos unos grupos socialistas y nacionalistas empeñados en fracturar la sociedad en dos Españas irreconciliables. Nuestra mayor defensa y la mejor forma de evitarlo, será un determinante, potente y permanente rechazo social a esos grupos, sus integrantes y sus pretensiones. Porque aunque no consigan sus objetivos de cambio de régimen, no por ello la ruptura será reparable. Estos problemas tienden a durar en el tiempo y debemos denunciarlos y combatirlos. Porque ¡cuidado!, que estos procesos son como algunas armas, que las carga el diablo.
- José Antonio García-Albi Gil de Biedma es empresario