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En primera líneaEduardo Coca Vita

Carta a un presidente indecente

No se quejará, mi presidente, del muestrario donde elegir la tarjeta de presentación para cuando demande asilo a los cuatro pelagatos que le queden de amigos

Actualizada 01:30

En el debate de las legislativas de 2015, Pedro Sánchez, ya embrión de malquerencia y larva de indecencia, le espetó a Rajoy el famoso «usted no es una persona decente», respondido serenamente por este con el no menos recordado «ha hecho usted una afirmación mezquina, ruin y miserable». Todo ello me vino a la memoria tras oír la infamia a los jueces de esa catalanista rubia de tintorería con cara de posaderas trasmudadas de zona anatómica, boca de alcantarilla, ojos de besugo, leporinos labios carnosos y lengua viperina. Una diputada que, tan cobarde como maleducada, se jiña en la Constitución que no jura ni acata, pero la invoca y abraza para hacer inimputable su calumnia.

Le advierto, míster Sánchez, que no voy de loas. Me propongo desollarlo vivo, sin saber por dónde empezar a acumular las pruebas de no ser usted decente. Y en cuanto a persona, lo rebajo a simple ser, sujeto o criatura. Fluye de su organismo un venero inagotable de inspiración para que, contra lo que le acontecía al coronel de García Márquez, le escribamos mucha gente, y peyorativamente. Le llamo míster porque la RAE los define como entrenadores, y usted prepara y dirige la mejor selección de dejadeces y desvergüenzas gubernamentales: maridos pillos de Calviño y Rodríguez; el descarrilado hortera Óscar Puente; la Gracita Bolaños con tres carpetas y el inculto bailaor embajador; un Patxi pelota con collar de mascota; la yunta de juez condenado y fiscala desahuciada; la nena Magdalena, que dice que no se va, que ella se queda; el aislado fiscalizador Ortiz en cuarentena y Rufián, Nogueras y Aizpurua, de espiados a espías; el encubrimiento de abusadores de tuteladas menores; los políticos okupas del Constitucional; el vidente Tezanos recibiendo la sacramental confirmación; la negra de Tierra firme y el glorioso pregonero en el comunitario candelero; el matrimonio a yuras con Otegi; las citas clandestinas allende el Pirineo y los vis a vis de parias con chisgarabises; el vomitivo «bilduzazo» en tierra de San Fermín; la cátedra de la esposa no estudiosa y la opereta del hermano expatriado; el cachondeo de Mohamed con chiquito Albar parlant de catalá a Brussel.les; las entrevistas previstas, los noticiarios cocinados y las teles leales; las elongadas carcajadas en la baja cámara entre plantes y largas cambiadas… Nadie como usted para saber de qué va lo que cualquiera puede anchar y estirar.

Ilustración: sanchez mister

Paula Andrade

Si resulta histórico el aserto de creer sobre aberraciones sexuales todo lo que te cuenten –y a ello le añadí, por mi experiencia, hacer lo propio en pleitos de juzgado y caza mayor de establo–, ahora redondeo el aforismo con amarga paremia: «De sexo, justicia menor, caza mayor y obras del pérfido Castejón, cuanto oigas, te digan o imagines, créetelo». Y es que, por mucho que de usted se temiera, la descomposición de su espíritu y la desintegración de su cabeza lo superan.

Hay numerosos léxicos especializados al margen del general del idioma castellano. Hasta yo hice uno cinegético, pero viene mejor citar el de insultos, los de refranes y dichos sentenciosos o el de Cela, con abominables remoquetes para las trabajadoras del placer carnal. Seguro que saldrá uno con las indecencias del actual imperio Moncloa y los vilipendios que le dedicó el pueblo a su tétrico emperador encajando día tras día todos los improperios usados en países con academia de español. Anótese otra plusmarca, presi.

Usted no merece el machetazo de alguien que le gane a perturbado ni la posta de un tirador tarado y fuera de madre, a los que Dios detenga, como deseo, aunque ni el Dios dador de la libertad pueda controlar a quienes superen a los autócratas en sicopatía y maldad. Para el impostor que ningunea a los españoles y se ríe de su patria solo pido lo que tiene bien ganado y algún día le llegará: detención por los agentes que hoy comanda, juicio ante tribunal de magistrados independientes, acusadores imparciales de extracción democrática y los caros defensores que bien pagará el encausado después de tanto ahorrar viviendo y viajando a todo tren sin gastar. Y ya sabe lo que le espera el día de su sanmartín: la prisión reclamada al unísono en las manifestaciones o el cobijo en embajada de su onda después de requebrarle la sociedad urbana y rural por las canalladas de su ánima de lobo rabioso, mordedor y contagioso. Un tipo, si no genial, tremendamente original. Pero para el mal. Un caradura al que cuanto se le diga le dará igual mientras tenga su Congreso y su palacio, su Fiscalía y su escolta pretoriana, amén de su Margarita y su Marlaska, sus comunicadores abozalados y sus aliados gratificados. Más la cohorte de serviles. Y, en fin, sus corrillos, claques, conciliábulos y cercos filibusteros sembrados de falsedad y abonados con honor residual.

Señor Sánchez, usted no es honesto. Solo es un personaje rebozado con lo peor que el género pensante puede arropar a sus componentes, lo que hace dudar de la racionalidad de algunos hombres y los vuelve escoria, como denunciaba el parlamentario de Navarra que leyó la definición académica del vocablo: «Cosa vil y de ninguna estimación». Otra flor para su jardín, jefe.

Nada extraña que deba andar escondiéndose, salir por patas de todo lugar y huir como alimaña delante de los canes perseguidores, siendo incapaz de pasear a pelo por parte alguna de España si va de visita o asiste a celebraciones. Y pronto, ni por la UE podrá circular. Comparto los calificativos que le endilgan a diario como presidente repudiado por el mayoritario sentir de España, Europa unida y el mundo libre, donde le toman por un piernas, un títere, un cantamañanas, un mequetrefe, un chiquilicuatre… No se quejará, mi presidente, del muestrario donde elegir la tarjeta de presentación para cuando demande asilo a los cuatro pelagatos que le queden de amigos. Si, una vez caído, no le dan de lado y lo dejan tirado. Entrénese para lo peor, míster Pericón.

  • Eduardo Coca Vita es escritor
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