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En primera líneaEduardo Coca Vita

Presidencia falaz, Constitución ineficaz y UE fugaz

Mucho regular y regular, ¿pero dónde está el recurso para desahuciar a un trastornado que interpreta y aplica las normas caprichosamente?

Actualizada 12:42

Mi último aporte a este diario concluía que somos pastoreados por un loco de atar y palmario mendaz con trasfondo de malicia por desequilibrio emocional y volitivo, cuya turbación mental merece la incapacitación. Exponía allí las pruebas, no indicios, de estar nuestra presidencia gubernamental en manos de un alienado cosido a flechazos desde las más varias trincheras, incluso suyas.

En aquella colaboración anunciaba esta de hoy sobre la Constitución inoperante y un pueblo inerme a los pies de diputados y ministros de «Sánchez y Asociados», cual jamelgos desbocados estercolando lo que pisotean, coceando a cuantos se les arriman por detrás y mordiendo a quien se ponga delante. Solípedos de cascos de vaso y herraduras de forja para más vigor en las contundentes patadas que sueltan. Y de potrero mayor, el presidente, su más corrido joquy. ¿Pero a qué espera? Descabalgue ya, porque sabe de sobra que mangonea España abrumado de silbidos e imprecaciones por donde va.

Lamentable que no haya una ágil respuesta constitucional a situaciones así. Hemos ponderado la bondad de nuestra Carta Magna por activa y pasiva con elogios y difusión. Nos ha servido para organizar las administraciones y dar juego a los poderes. Contiene, sin duda, fórmulas para la convivencia de intereses contrapuestos y criterios dispares entre tantas tipicidades como provincias, colectivos y personas. La teníamos por la varita mágica tan rastreada durante siglos. Ingenuos éramos al olvidar que ese edén necesitaba unos rectores políticos biempensantes, al menos los suficientes para avituallar cuatro años a la razón humana que busca el interés nacional, sin sospechar que un día los votantes corrientes tendríamos enfrente una conjuración de irracionales pilotados por un demente, que hizo de la mayoría de cívicos ciudadanos un campo de rehenes sin el cobijo del viejo orden legal, alterado por suplantadores de ideologías partidistas: todo patas arriba y para fines distintos de los concebidos.

Ilustración: constitucion española

Paula Andrade

De poco sirve volver la vista a la Constitución y exigir su aplicación. El problema no está en ella, sino en quienes, a través de vericuetos –y con marrullerías–, la utilizan para blanquear el mal obrar manado de desarreglos cerebrales y codicias enfermizas idóneas para tiranizar a un pueblo sin infligir sufrimientos físicos a los súbditos. Es en lo que se diferencian los malignos jefes políticos actuales de los personajes históricos más tétricos y siniestros. Ahora no envían a galeras ni calcinan, no degüellan ni ahorcan. Solamente dominan, vejan, humillan, subyugan, sojuzgan, reprimen, coartan, denuncian ante sus fiscales…, mientras fertilizan con privilegios a incondicionales inútiles o muertos de hambre, negando la sal y la palabra al que vale, hasta planear zurcir los labios de los jueces.

Y ahí está el fallo del texto constitucional, huérfano de los instrumentos de autoprotección que toda fortificación precisa. Fue redactado para defenderse de ataques externos, no de los de dentro. Si el contendiente o su primer lancero moran en casa, la perdición queda asegurada, porque la Constitución no articula arreglo alguno. Mucho regular y regular, ¿pero dónde está el recurso para desahuciar a un trastornado que interpreta y aplica las normas caprichosamente? Algo muy distinto a lo que sucede cuando, por diversas causas, accede a regir familias, empresas o patrimonios alguien con taras de comportamiento. Ahí el derecho arbitra soluciones y abre vías jurisdiccionales para invalidar facultades impropias de incompetentes o indecentes.

Llega a Moncloa un sujeto como PS, monta su tinglado de fechorías sin ruido, pólvora o manchas de sangre y no hay quien lo quite. Preguntas y nada. Que si el Congreso es suyo, la Fiscalía le pertenece y el TC derivó a corte privada de casación. O que nada de nada puede hacer nadie, porque el Senado pinta poco y las autonomías y entidades locales son tangenciales. Del Rey dicen que ni arte ni parte. Y la UME no puede moverse si no lo dispone Margarita, que tontea con el enemigo sin haber siquiera ascendido a cabo. ¿Y los tribunales? Se ven atados frente al maleante aforado, salvo hipótesis surrealistas de hacerse harakiris con 176 butacas entre heredadas, compradas y alquiladas. ¿Y qué hacer? ¿Contemplar y grabar la erupción volcánica o el avance de las llamas del fuego provocado? La declaración de incapacidad médica del presidente del Gobierno es la gran ausencia del texto constitucional. ¿Cómo fue posible?

Algún optimista confía en que nos queda Europa, pero somos límite de la UE, casi extrarradio, y en la metrópoli ven la desgracia como asunto exclusivo de españoles, dejándonos tirados entre largas y largas a inconcretas promesas, sin arrojo para salir al paso de lo obvio a ojos de todo el mundo, menos los dignatarios continentales. España se hunde, va a pique. Y cuando esté en la sima nadie la rescatará, porque la remota enmienda electoral se ofrece quimérica y quienes pudieran echar una mano probablemente hagan de contrapeso para inmovilizar el nuevo y espurio orden inconstitucional plebiscitado secretamente por Sánchez, Armengol, Pumpido, Ortiz, Puigdemont, Otegui… En la conjetura de que un día, de aquí a tres años, vuelva la cordura a las urnas, podría pillarnos sin maquinaria para reflotar los pecios de la hispana nave naufragada. Veo ilusorios otros remedios y me inunda el temor.

Estamos condenados por la historia, a la que no se detiene con empalizadas. Las pandillas de asaltantes no lo ignoran. Respiramos con el corsé de una de ellas, la del lunático de Tetuán, que tiene calculados los años que perdurará si las huestes europeas siguen sin tomarla en serio. A España no faltaron cuando el magnate los agasajaba/camelaba con banquetes ostentosos. El jefe europeo de turno no hizo otra cosa que campaña en su semestre de gloria mientras los demás se lavaban las manos con «allá lo engullan en España las tragaderas de que puedan hacer uso» y, cuando llegue su día, podrá ser recluido en la cárcel de cumplimiento de la prisión no revisable que merece el vesánico tejemaneje de un mandarín con manto de esparto tapándole las perfidias. Que conozca este malquisto de calzones tubulares y andares afectados cómo amargan las retamas y los torviscos. Ni las cabras los mascan. Mientras tanto, qué triste sino el nuestro. Entran ganas de llorar y desertar de la Comunidad.

  • Eduardo Coca Vita fue administrador civil del Estado
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