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en primera líneaJuan Van-Halen

Haz lo que yo te digo

No podemos sorprendernos de que desde un ministerio de la verdad, en este caso de la mentira, del cambio de opinión, de la indignidad y la falta de ética, quieran dictarnos lo que nos conviene juzgando la realidad por nosotros

Hace años en un viaje a La Habana, mi viejo y buen amigo Miguel Ángel Aguilar, Pepe Oneto, tan recordado, y yo, alquilamos un taxi para movernos por los alrededores. El taxista, un tipo entrado en años y con esa amabilidad cercana de los cubanos, nos ilustraba sobre aspectos más o menos curiosos. Recuerdo que Pepe le preguntó si el taxi era suyo, y contestó que él conducía el coche, lo tenía concedido, y eso era importante. Justificó haber sido beneficiado con esa concesión, no obviamente con la propiedad, porque había cumplido con la revolución luchando en Angola.

Soy un enamorado de Cuba, mi abuelo nació en Manzanillo, donde me acogieron con los brazos abiertos. Eran los tiempos en que vivía –y me recibía– mi amigo José Ramón Fernández, el gallego Fernández, de familia asturiana, general de división en la reserva, exministro de Educación y muchos años vicepresidente del Consejo de Ministros, que se había formado como artillero en Cuba y en Estados Unidos, y fundó la Academia Militar tras la revolución en la que no participó; estaba en la cárcel por un intento de golpe contra Batista de los entonces llamados «oficiales puros». Era excelente persona a la que admiré. Y admiro a los cubanos que viven como pueden y a menudo mal. Cualquier pequeña compensación a sus dificultades es celebrada. Como conducir un taxi. El comunismo tal cual.

Los extremistas de izquierda, llamémosles así, se esfuerzan en marcarnos caminos, en aconsejarnos qué hacer, qué decir, cómo comportarnos ante cualquier contingencia. En definitiva, asumen ser una especie de libro de instrucciones que aspira a marcarnos conductas ejemplares. Las suyas. Se dicen comunistas y acaso estén versados, que tampoco, en la doctrina de Marx, o no hayan pasado de la lectura del Manifiesto. He dedicado el fin de semana a releer doctrina comunista, y me ha resultado añeja, superada y un tanto estrafalaria. Casi tanto como la primera vez que me solacé con algunos textos clásicos venidos a menos. Como muchas de sus banderas están desteñidas y han sido superadas, se inventan nuevas. De ahí el feminismo combatiente, el ecologismo ideologizado, el animalismo ridículo, el género por elección no por la naturaleza… Hay numerosos ejemplos de exageraciones hasta el vértigo en estas nuevas banderas de la izquierda.

Paula Andrade

Ya sabemos que para Marx «la manera como se presentan las cosas no es la manera como son». O «la teoría de los comunistas se puede resumir en una sola oración: abolición de la propiedad privada». O «la educación de todos los niños, desde el momento en que puedan estar bien sin el cuidado de una madre, se realizará en instituciones estatales». O la tremenda: «El último capitalista que colgaremos será el que nos vendió la cuerda».

Recientemente la vicepresidente Yolanda Díaz nos advertía de que no debemos trasnochar, que los restaurantes cierran muy tarde. Pero ella trasnocha cuando le peta. Igual que cambió su armario (había que verla en su Ferrol) quiere que cambiemos nuestras costumbres. Viste de Prada pero no es Meryl Streep en El diablo viste de Prada. Tampoco es el diablo. Es alguien entre Falcon y Falcon, entre Nueva York y el Vaticano, que nos da insistentes consejos de cómo tenemos que vivir. No como vive ella, porque somos ciudadanos de a pie.

Otro recuerdo de consejos gubernamentales es el del entonces ministro de Consumo, Alberto Garzón. Quería que no comiésemos carne pero luego conocimos el menú de su boda. Eso sí, sus invitados se lo merecerían. Y cómo olvidar que la ministra de Educación, Isabel Celáa, nos dijo que los hijos no son de los padres. Me recordaba la frase de Marx citada más arriba. Obsérvese que el santón comunista señala que los niños pasarán al Estado cuando «puedan estar bien sin el cuidado de una madre»; se trataba de quitar a los niños de sus familias. ¿Es lo que apuntaba Celáa, sorprendente actual embajadora ante la Santa Sede?

Por su parte Ada Colau, entonces alcaldesa, se mostró enfrentada al turismo en Barcelona, y anunció una limitación de los cruceros que llegaban a la ciudad en un pulso con las autoridades portuarias, aparte de su moratoria hotelera que condenó a Barcelona a no abrir nuevos hoteles manteniendo un modelo turístico masificado y obsoleto. La última referencia personal en estas líneas es Francina Armengol que, aparte de lo sabido y lo sospechado, se saltó el confinamiento en Palma durante la pandemia siendo presidenta de las Islas Baleares. Tomaba copas en un bar a las dos de la madrugada saltándose sus propias normas. Sería su manual de resistencia. Se comentó entonces que luego decidió una cuantiosa multa para un grupo de jóvenes reunidos de fiesta en un piso turístico.

Estos extremistas, desde el comunismo o sus cercanías, nos quieren controlar en todo. Se sienten facultados para decirnos cómo tenemos que vivir, cómo hemos de vincularnos, cómo entender la familia (ya hay dieciséis modelos de familia), cómo afrontar y mantener las relaciones de pareja… Es una especie de mundo distópico a lo Orwell con un Gran Hermano vigilante, invasor de la intimidad, odioso. No podemos sorprendernos de que desde un ministerio de la verdad, en este caso de la mentira, del cambio de opinión, de la indignidad y la falta de ética, quieran dictarnos lo que nos conviene juzgando la realidad por nosotros.

Nos quieren menores de edad. Cuando, prepotentes, empingorotados en sus sitiales regalados pese a su escasez de neuronas, escuchemos «haz lo que yo te digo», simplemente regalémosles un corte de manga y un «me gusta la fruta».

  • Juan Van-Halen es escritor. Académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando