¿Castejón sin salida?
En la versión española de Callejón sin Salida la escalera de incendios anglosajona se ha tornado por arte de magia en catalana. El jefe de bomberos, Pere Aragonés, se la ha puesto en bandeja a Sánchez (sin pensárselo mucho) cuando más flaqueaba su resistencia entre los hierros
Las películas americanas repiten con frecuencia esa típica escena en la que el malo o el bueno, depende, huyendo de los buenos o de los malos, depende, después de una persecución agotadora con mil sobresaltos y llena de escollos, acaba en un callejón sin salida repleto de enormes y churretosos cubos de basura, a izquierda y derecha, que tapan malolientes alcantarillas y pegajosas chimeneas de acero que, encastradas en lugares inverosímiles, rezuman a saber qué gases. El callejón, en su final, está tapiado por una altísima alambrada coronada por concertinas tetánicas. El espectador, pegado a su butaca, piensa: se acabó la yincana, a éste lo cogen. Lo mismo deben pensar los inevitables figurantes apostados por orden del director en el fondo del callejón donde fuman y visten uniformes de algún trabajo cercano, probablemente inconfesable. Miran la escena con la naturalidad infundida por la rutina. Pero no, el cine hace milagros (como Sánchez) y lo que normalmente vemos en la pantalla es que el bueno o el malo, qué más da a esta altura de la peli, sortee el insalvable obstáculo (normalmente usando y después bloqueando una de esas escaleras de incendio exteriores tan anglosajonas) y desaparezca de sus perseguidores difuminado entre vapores urbanos de agua.
En la política española de los últimos tiempos ocurre algo parecido, andan todos, los buenos y los malos, persiguiéndose, unos a otros, en una huida sin final. Y nosotros, apostados también en ese callejón pero con trabajos confesables (que pagan impuestos), vemos la escena con la naturalidad infundida por la machacona rutina a la que nos tienen acostumbrados nuestros políticos: Celtiberia show. La próxima edición del Manual de resistencia, me dicen, sale con un nuevo capítulo titulado Siempre hay salida, y con un ilusionante apéndice firmado por David Copperfield. Acomódense en sus butacas que tenemos peli para rato, o no, que diría Rajoy.
En la versión española de Callejón sin Salida la escalera de incendios anglosajona se ha tornado por arte de magia en catalana. El jefe de bomberos, Pere Aragonés, se la ha puesto en bandeja a Sánchez (sin pensárselo mucho) cuando más flaqueaba su resistencia entre los hierros. Vayamos por orden, que nuestro callejón se ha llenado de gente, a saber: tenemos el primer plano de un Sánchez abandonando las concertinas para ágilmente saltar a la escalera de emergencia (la que le permitirá pasar al otro lado) del amigo Pere enfundado en el traje ignífugo del adelanto electoral; en un plano secuencia, a bastantes metros, entrando en el callejón aparece resoplando el peso pesado Tellado que intenta seguir a un Feijóo más adelantado (en mejor forma) que ve en la alambrada su pasaporte para la Moncloa. Justo detrás de Tellado, doblando la esquina en un plano cenital, aparecen Ábalos y Koldo sudando la gota gorda después del Resacón en Las Vegas de la noche anterior. Un callejón repleto de hermanos Marx rebosa, aún más, por el capricho del jefe de casting (todavía no sabemos quién es) con el improvisado cameo del novio de Isabel que disfrazado de presunto defraudador aparece por allí en busca y captura de pisos nuevos. La pobre Yolanda, recién salida del set de maquillaje, intenta entrar en acción pero un cordón gallego, el del olvido, no le deja pasar. Puigdemont no está en el callejón, pero se le espera. Y el PNV, se me olvidaba el PNV, viejas y apagadas estrellas a las que hoy ningún productor llama; pues eso, el PNV, ni está ni se le espera. Y Otegui, no se me olvidaba, lo que pasa es que procuro no tenerlo en mis rodajes. (Pablo Iglesias no actúa porque está poniendo copas en «solo para rojos y la Colau» donde toca música en en vivo el grupo 5Terminal).
Del otro lado de la alambrada, se levanta Sánchez viendo ondear en los balcones las banderas vasca, catalana y europea; se quita el óxido, se lame las heridas, se anuda cual 007 la corbata, continúa camino y saluda al cielo poque en ese momento sobrevuela la ciudad Begoña a bordo de un avión de Air Europa.
¿Castejón sin salida? Pues oiga, mire usted, no lo tengo tan claro. Intentaré aclararme en el próximo artículo. Mientras tanto, no se muevan de sus butacas y continúen «visionando» El Debate.
¡Le digo a usted, guardia!
- Pablo Calvo-Sotelo es abogado