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En primera líneaJosé Antonio García-Albi

¿Nos gusta ser ciudadanos de segunda?

Los sufridos ciudadanos de segunda tenemos que comenzar nuestra rebelión para nuestra propia supervivencia por nosotros mismos, buscando liderazgos en aquellos que planteen renovar el sistema y no perpetuarlo

En las últimas semanas hemos vivido una efemérides importante y un hecho político lamentable que aunque no lo parezca guardan relación entre sí. Se cumplieron veinte años del ataque terrorista del 11-M. Tragedia de la que todavía desconocemos la identidad de los autores intelectuales y que marcó el inicio de un proceso de fracturación de la sociedad española. Los socialistas se lanzaron inmoral y brutalmente a manipular los hechos culpabilizando de ellos, con ira, a media España con una puesta en escena que dicen improvisada. A partir de ahí se va produciendo progresivamente la creación de dos grupos sociales que, a efectos de este texto, voy a llamar el estamento, el establishment me parece un poco cursi, y nosotros los ciudadanos de segunda.

Unos días después del aniversario se consumó otro atentado, este contra el Estado de derecho y la separación de poderes; la aprobación de la ley de amnistía. Esta no solo supone que arbitrariamente haya unos ciudadanos concretos que obtienen unos privilegios penales y no se les sanciona por sus delitos; refleja otro dato perverso que beneficia a las organizaciones del estamento frente a las de los ciudadanos de segunda. Veamos, nos encontramos con varios entes con personalidad jurídica, los partidos, que han organizado y perpetrado un intento de golpe de Estado, en sus órganos directivos se tomaron decisiones ilegales y sus miembros las ejecutaron pero ahí siguen esas organizaciones. Llama la atención que si los directivos de una empresa privada, de una pyme, cometen algún acto delictivo no solo responden ellos, la empresa propiedad de ciudadanos de segunda también es imputada ya que el artículo 31 bis del Código Penal dice que «las personas jurídicas serán penalmente responsables de los delitos cometidos en nombre o por cuenta de las mismas, y en su provecho, por sus representantes legales y administradores de hecho o de derecho las personas jurídicas.» Dicho artículo excluye a los partidos políticos. Existe un evidente trato de favor al estamento. ¿Se imaginan al PSOE inhabilitado 10 años por los ERE?

Pero abundando en estas cuestiones nos encontramos con que, no en casos delictivos, en cuestiones de gestión empresarial los miembros del consejo de administración, administradores o administradores de hecho de las empresas responden personalmente y patrimonialmente de algunas de sus decisiones de gestión. Mientras que los miembros del estamento pueden gestionar la cosa pública de manera ruinosa o displicente sin que respondan de nada. Sabemos que, por ejemplo, los miembros del consejo de administración de la CNMV no son responsables aunque aprueben propuestas sin la debida diligencia. También ocurre que cuando realizan actividades ajenas la cuestión política, como puede ser robar, resulta que muchos de ellos están aforados incluso para burdos delitos y los partidos a los que pertenecen no son imputados.

Lu Tolstova

La desigualdad entre la casta o estamento y nosotros, las personas de segunda, se va extendiendo como una mancha de aceite a cuestiones menos llamativas pero no menos importantes. La cancelación de la llamada meritocracia, de la valoración del esfuerzo y de la preparación personal que comienza con los nuevos sistemas de educación, termina de un plumazo con los sistemas competitivos de selección. De ese modo, los del estamento pueden seleccionar libremente a miembros de su clase para ocupar los puestos de los cientos de organismos públicos que van creando y que pagamos, porque así lo deciden ellos, los ciudadanos de segunda. Por ejemplo, al no pertenecer al club privilegiado nunca entraremos a trabajar en las ruinosas televisiones públicas, desde las que se adoctrina, pero sí las pagaremos.

Ellos también definen para nosotros, infelices, lo que es o no cultura. Incluso reciben de nuestros bolsillos importantes cantidades de dinero para reescribir la historia. Chiringuitos subvencionados que inventan mentiras sobre nuestro pasado que estamos obligados a creer.

¿Y qué pasa con las cosas de comer? Pues para empezar que los dirigentes se creen legitimados para limitar derechos como la propiedad y la libertad de mercado y de empresa. Protegen la ocupación ilegal, intervienen los mercados, las empresas e imponen impuestos expropiatorios transfiriendo rentas de los que ahorran y trabajan al estamento.

Expulsados de la política los más preparados, son los mediocres los que definen cuál es el interés de la sociedad en el futuro. Y para alcanzar ese espurio objetivo nos endeudan hasta la locura, disparan el gasto público superfluo e innecesario, suben los impuestos y generan inflación. Nuestra renta disponible, nuestro PIB en renta per cápita disminuye y los de segunda cada vez somos más pobres viendo los fuegos artificiales que produce el aumento de la deuda pública, que se convertirán en fuegos fatuos en una espiral de más impuestos, más inflación y listas de espera en la sanidad que no deja de ser un recorte encubierto. Y por supuesto, si protestas como los agricultores, sufrirás represión ideológica por ser «facha» o usarán a la Agencia Tributaria a modo de lupara siciliana contra ti.

No veo a los dos partidos de la oposición con capacidad ni fuerza para liderar la necesaria rebelión de los ciudadanos de segunda. Ni líder, ni liderazgo, ni capacidad intelectual para plantearla. Pienso más bien que esperan llegar al estamento para instalarse en él y disfrutar confortablemente de su comodidad. El PP está a favor de este sistema estamental y Vox parece haber renunciado a dirigir las reivindicaciones de la libertad y de las clases medias.

Los sufridos ciudadanos de segunda tenemos que comenzar nuestra rebelión para nuestra propia supervivencia por nosotros mismos, buscando liderazgos en aquellos que planteen renovar el sistema y no perpetuarlo. Hacerlo es posible; véase Argentina con Milei.

  • José Antonio García-Albi Gil de Biedma es empresario