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En primera líneaVajk Farkas

Europa y lo 'woke'

Hay una actitud, diría ingenua, naif, de muchos españoles, intelectuales, tertulianos y políticos: es pensar que hay que buscar ayuda en Bruselas para que Europa salve a España de las actuaciones, dudosas desde el punto de vista del Estado de derecho, del Gobierno de Sánchez

Un fantasma recorre Europa: el fantasma del 'wokismo'. ¿De qué se trata? Un sinónimo guay de «neo-marxismo», que es ab ovo totalitario. Inherente al wokismo es la cancelación de todo disidente. Están proliferando las amenazas y acciones contra la prensa libre, contra las voces que no comulgan con esta ideología –y sobre todo contra los que se defienden de ella.

En Bruselas, hace pocas semanas intentaron acallar una conferencia conservadora, incluso usando fuerza policial. En Polonia, el nuevo Gobierno de Donald Tusk, en su purga ciega contra prácticamente todo lo relacionado con su oposición conservadora, quiere ocupar a toda costa la televisión pública, incluso utilizando la fuerza física. Algunos llaman a esto «resurgimiento democrático». De hecho, el nuevo líder de la oposición húngara –cuya popularidad queda muy lejos de la del Gobierno actual–también va a por la prensa conservadora, amenazándola y afirmando que, con él en el poder, ellos tendrán que irse de «vacaciones a largo plazo». En nombre de la democracia, por supuesto. Y aquí tenemos el caso de España con su «regeneración democrática» y lucha contra la «máquina del fango». Signifique lo que signifique, los señalamientos y las amenazas encubiertas en mensajes a menudo ambiguos –y cada vez menos ambiguos– desvelan perfectamente a dónde puede ir la cosa.

Resulta que no pueden ni creer que el mundo pueda tener otra explicación que la suya, o peor, saben que sí, pero les gustaría ocultarlo.

Hay una actitud, diría ingenua, naif, de muchos españoles, intelectuales, tertulianos y políticos: es pensar que hay que buscar ayuda en Bruselas para que Europa salve a España de las actuaciones, dudosas desde el punto de vista del Estado de derecho, del Gobierno de Sánchez. Hace poco, un dirigente del PP– no particularmente de los más lúcidos, esto sí– en Bucarest solicitó dramáticamente el socorro de sus socios europeos frente a los ataques al Estado de derecho en España. Pareció que estuviera exigiendo una dureza semejante a la que emplearon las instituciones europeas cuando atacaron a Hungría y a Polonia, de los que incluso retuvieron dinero que les correspondía. Bueno, en el segundo caso, sólo a la Polonia gobernada por Ley y Justicia (PiS). Porque parece que, para Bruselas, el criterio del Estado de derecho es que no gobiernen fuerzas patrióticas y conservadoras, ya que Polonia milagrosamente se ha convertido en un país democrático desde el segundo en que el primer ministro pase a llamarse Donald Tusk. Claro, esto supone no tener en cuenta las barbaridades antidemocráticas que se están llevando a cabo desde entonces.

'Lu Tolstova

Y es por esto por lo que esperar cualquier tipo de ayuda desde Bruselas contra Sánchez resulta una política muy equivocada. ¿Por qué las instituciones europeas, que no son menos woke que el propio Gobierno español, actuarían frente a él? ¿Por qué actuarían frente a un partido político que a nivel europeo es uno de sus principales socios de coalición? (En el Parlamento Europeo hay una «gran coalición» de socialistas, populares y liberales.) Hay que entender que a Bruselas no le importa nada el Estado de derecho. Como cualquier actor político, el poder es a lo que juega. Es decir, las instituciones europeas intentan mantener ajenas al poder en los estados miembros a todas las fuerzas políticas que consideran como objetivo prioritario defender los intereses de sus conciudadanos frente a Bruselas –y al revés: quieren fortalecer a aquellas fuerzas que, incluso a costa de los intereses de sus conciudadanos, defienden los de Bruselas.

En el caso de Hungría, las críticas relacionadas con el Estado de derecho han sido ataques políticos enmascarados en argumentarios jurídicos. La culpa de Hungría no ha sido atentar contra el Estado de derecho. Desde luego, no hay otro sistema jurídico bajo tanto escrutinio por Bruselas, ni sujeto a tanta revisión mediante acuerdos con el Estado miembro, como el húngaro. No, la culpa de Hungría ha sido ir a contracorriente de las políticas de la Unión Europea, no apoyar la inmigración ilegal, la ideología de género, y lo más imperdonable por parte de Bruselas: denunciar la usurpación encubierta de atribuciones soberanas y la ampliación de competencias comunitarias en perjuicio de la soberanía de los estados miembros, derivas que violan los propios tratados fundacionales de la UE. De hecho, en estos casos, el interés de los húngaros coincide con el del resto de naciones, que son conjuntamente contrarios a los que las instituciones europeas defienden. Por ello querían derrocar a los gobiernos húngaro y polaco. ¿Por qué actuaría Bruselas frente a un gobierno que es afín a todo esto, como lo es el español? Quizás emitan alguna declaración para cuidar un poco la apariencia, o algún debate en el Parlamento Europeo de baja intensidad. Es lo máximo que se puede esperar de las instituciones europeas.

Fíjense, en el caso de Hungría, una de las últimas cuestiones dirigidas al Gobierno –cuando ya no les quedaron otras excusas–, a las que condicionaron el desbloqueo de miles de millones de euros, era la superficie de los despachos de los jueces húngaros. En comparación: un partido de gobierno español acaba de presentar una proposición de ley que rebajaría el umbral de mayoría para poder elegir a los miembros del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), excluyendo al Senado de dicha elección. Es decir, no tienen la mayoría suficiente, porque los votantes así lo decidieron, y al no poder o no querer presentar un acuerdo aceptable para la oposición, se deciden por cambiar las reglas del juego. ¿Si no sé meter un gol desde lejos, intento acercar la portería? Si por no tener los jueces despachos suficientemente grandes pueden retener dinero de un estado miembro, en el caso de que dicha proposición de ley se apruebe, ¿qué consecuencias merecería, si a Bruselas de verdad le importara el Estado de derecho?

Si España tiene problemas con su gobierno woke, los españoles y sus representantes electos deben y pueden resolverlo. La solución está en las urnas. Desde luego, con unas instituciones europeas y un Gobierno español plegados a lo woke, no esperen «la salvación política». Esto último es ya problema de todos los europeos. La solución también va por las urnas, y el 9 de junio tendremos la posibilidad de cambiarlo para desmantelar la hegemonía 'woke'. Un claro ejemplo de por qué son importantes estos comicios europeos.

  • Vajk Farkas es director de la Oficina de Madrid, Centro de Derechos Fundamentales