Se nos rompió el humor
La ausencia de humoristas es el reflejo de la sociedad anti liberal en la que vivimos. Y es grave ya que es consecuencia de una censura provocada por el socialismo interviniendo en el ámbito privado
Las distintas actividades que se realizan en una sociedad son reflejo y consecuencia del estado de salud de la misma; de su situación vital. Si las ponemos frente a un gran espejo las veríamos reflejadas, aunque a veces lo hagamos en «los espejos del Callejón del Gato» en una descripción valleinclanesca de la realidad de una época. De modo que, observando la evolución de los actos de la sociedad a lo largo de varias décadas, se puede uno acercar a la intrahistoria de una nación.
España casi siempre ha sido un país vital, divertido, inquieto y creativo. Durante décadas vivíamos al ritmo de una música de buenos y relevantes cantantes, compositores y grupos musicales. También la notable producción cinematográfica gozaba del favor del público que acudía a las salas. La situación actual es muy distinta y no es casualidad, obedece a causas concretas.
Pero me voy a detener en una extinta profesión y ocupación de la que siempre disfrutábamos, con satisfacción, de una importante cantera. Me refiero a los humoristas. Los había gráficos como Mingote, publicaciones de humor como La Codorniz. Y humoristas radiofónicos y televisivos. Pero siempre había humor. En función de nuestra edad podemos elaborar una amplia relación de ellos. Por ejemplo, Gila, Summers, Chumi Chumez, Tip y Coll, Esteso, Pajares, Eugenio, Martes y Trece, Cruz y Raya, Pedro Ruiz, Arévalo… así hasta componer un largo listado. Pero no es que siempre hubiera humoristas, es que eran incansables; todas las semanas veíamos o escuchábamos a algunos. ¿Cuántos años estuvo en antena El Estado de la Nación en el programa de Luis del Olmo? Años sin fallar un miércoles; emisiones en las que uno del grupo era Ussía, maestro y protagonista de este diario. Y si un programa televisivo quería tener cierta relevancia, tenía que contar con el humor. Todas las semanas en prensa, radio, televisión o salas de espectáculos los humoristas se integraban con la sociedad, ya que esta luego compartía comentarios y charlas con su entorno sobre los diversos chistes.
Ser humorista hoy en día debe ser algo casi imposible y de seguro una profesión de riesgo. Imposible pensar que alguien pudiera cantar canciones de Esteso como «La chorba del Jacinto" o »La Ramona”. Sería lapidado en la plaza pública. O imaginen la tarea del humorista creando un chiste y una vez concluida se da cuenta de que no le sirve porque contiene la palabra culo dos veces y eso no puede ser; ¡vaya! todo el trabajo creativo realizado a tomar... Sin embargo, Eugenio usaba esa palabra en su famoso chiste del «búho». Y ya si en la historieta figura algo parecido a un piropo o un comentario sobre las calidades corporales de una moza, bueno, es probable que el cómico tuviera que salir al exilio. Hoy los piropos solamente caben entre personas del mismo sexo. ¡Un rollo!
Si la censura de la intransigencia creada por el socialismo aplicada sobre menudencias sin importancia es castrante, imaginen lo que podría ocurrir si se hace chanza o crítica sarcástica de los miembros del gobierno. El humorista sería arrojado al hoyo de la fachosfera del que no podría salir. Allí reposaría para siempre pues ningún medio le iba a volver a contratar. Bueno, de hecho los medios ya no contratan a nadie dedicado al humor; ¿para qué? El humor, para que lo sea tienen que tener un poco de provocación, algo de picardía, un toque de ironía y un desenlace final ajeno a la normalidad; en él cabe la crítica y el sarcasmo. Imitar a un político no es burla, es exagerar con sentido del humor alguna característica del mismo.
El programa «El Estado de la nación» se emitía todas las semanas; nunca pasó nada. Pedro Ruiz imitaba perfectamente al presidente Suarez. ¿Y? Es una pena porque tal y como tenemos hoy el corral de comedias habría una gran cantidad de materia prima. Ya me estoy imaginando a Tip y Coll creando múltiples acepciones y significados para explicar que cosas hacen los miembros del gobierno cuando están «haciendo Wakaluas». Y a Martes y Trece parodiando un dialogo entre Yolandita y el ministro Oscar, ese que de niño se cayó de un puente y se quedó así. Aunque más que Yolandita tendríamos que recuperar para ella el mote popular del ministro Morán, el de los chistes, y llamarla La Pulpo que Palpa. En fin, sería un no parar.
La ausencia de humoristas es el reflejo de la sociedad anti liberal en la que vivimos. Y es grave ya que es consecuencia de una censura provocada por el socialismo interviniendo en el ámbito privado. Cuando algo deja de ser para consumo doméstico, privado, como lo es reírte en casa, se ha tornado en algo público y es entonces cuando los socialistas dicen que pueden intervenir, por ser algo público. Así van señalando enemigos y controlando ciudadanos. Y ocurre que la libre creatividad personal, la inquietud creadora, la iniciativa que perfila una personalidad concreta desaparece; no son compatibles con personas que se creen que tienen legitimidad para juzgar a otras. Veamos, como resultado, los humoristas de Cuba, Venezuela o de la Rumanía de Ceausescu… Y es que el socialismo además de crear pobres, genera tristeza y falta de libertad.
Creo que es importante luchar contra la tiranía de lo «correcto». Por eso, aunque incluso gente de mi entorno me tilde de pesado por negarme a pasar por el aro, a mí me merece la pena. Vamos, que como conclusión podemos decir que se nos rompió el humor. Pero, créanme, esta vez no ha sido de tanto usarlo.
- José Antonio García-Albi Gil de Biedma es empresario