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En primera líneaEmilio Contreras

Como un cohete... de feria

La riqueza que genera nuestro país no se traduce en prosperidad para todos porque queda embalsada entre los que más tienen. Ese es el legado de retroceso social del gobierno más a la izquierda de la democracia

Actualizada 02:00

El presidente del gobierno ha corregido a su ministra de Hacienda. «La economía no va como una moto, va como un cohete». María Jesús Montero ha rectificado disciplinadamente, y poco después se ha encaramado al optimismo presidencial: «Se lo confirmo, la economía va como un cohete».

cohete

Lu Tolstova

No les falta una parte de razón porque su triunfalismo se basa en cifras evidentes; pero, mucho cuidado, porque las apariencias engañan. El dato más significativo es el del crecimiento. España es el país de la Unión Europea cuya economía más crece. Aunque la previsión para este año era del 2,1% del PIB, la subida está siendo del 2,5%. Y la mejor noticia es que se debe en buena medida a la demanda interior; los españoles compran y consumen más porque disponen de más dinero.

Aunque la inflación sigue siendo alta, bajó dos décimas en junio y se situó en el 3,4%. Y ha habido otras noticias positivas. El paro descendió ese mes en 46.783 personas y se situó en el 11,9%. El turismo, principal pulmón económico de nuestro país, ha generado hasta mayo unos ingresos récord de 43.200 millones. Y Hacienda ha ingresado 11.000 millones extra.

Pero estos datos no aportan combustible suficiente para afirmar que la economía española vaya como un cohete. Porque siendo ciertos, son incompletos y hay otros que los rectifican e incluso los rebajan. Cuando se calcula la velocidad de un cohete no sólo hay que tener en cuenta la fuerza que lo impulsa sino el lastre que lo frena.

Los números están claros. Es cierto que el paro ha descendido, pero España sigue siendo el país con más desempleo de la UE y de la OCDE, y el paro juvenil dobla la media europea. A los 2.561.017 españoles sin trabajo, hay que añadir los más de 700.000 que se ocultan tras el eufemismo de «fijos discontinuos». Y aunque el paro bajó en 46.783 personas en junio, corregida la estacionalidad, esa cifra queda reducida a 4.800, según Funcas; y la mayoría de los nuevos contratos son a tiempo parcial o de fijos discontinuos.

El optimismo por los ingresos generados por el turismo se ve limitado por la advertencia del servicio de estudios del BBVA: «España no tiene capacidad para recibir más turistas». Nuestra gallina de los huevos de oro no puede rendir más. Hacienda ha ingresado 11.000 millones extra, pero a costa de la inflación, a la que no se han ajustado los tramos del impuesto sobre la renta. Y ese desajuste ha sido una sobrecarga para los contribuyentes y un ingreso extra para el Estado.

Estos datos, con sus luces y sus sombras, satisfacen a los analistas financieros e inversores que, por razón de su trabajo, sólo se mueven en la frialdad de los números. Aunque ya han lanzado un mensaje de advertencia: la inversión extranjera se redujo un tercio en el primer trimestre de este año, y suma cuatro trimestres en retroceso.

Un gobernante, y mucho más si se proclama de izquierdas, no debe ignorar la realidad social que se esconde tras estas cifras. Su objetivo último debe ser que la prosperidad cale y llegue a todos los escalones de la sociedad, y no quede embalsada en los estamentos más altos. Es lo que democristianos y socialdemócratas –con raíces ideológicas diferentes e incluso enfrentadas– hicieron en Europa durante más de treinta años desde el final de la II Guerra mundial.

Pero en la España del PSOE de Pedro Sánchez la riqueza queda estancada entre los que más tienen y no llega a los que tienen menos. Los datos lo demuestran. Los contribuyentes que ingresan más de 601.000 euros anuales aumentaron un 25% en los últimos años, mientras que 12.200.000 españoles perciben salarios brutos de menos de 21.000 euros. Los hogares que ingresan menos de mil euros al mes aumentan; ya son el 8%. Y se desploma el acceso de los jóvenes a la vivienda; en 2023 los menores de 35 años fueron sólo el 21% de los compradores, la mitad que en 2007. Es el paradigma de la desigualdad.

Pero hay más. Según Eurostat, el 26,5% de la población está en riesgo de pobreza, y España es el tercer país de la UE con más personas que corren ese riesgo, tras Bulgaria y Rumania. Y 700.000 ciudadanos que reciben ayudas de Caritas tienen trabajo, pero perciben un salario tan bajo que necesitan ese apoyo económico.

El avance de la desigualdad puede tener consecuencias demoledoras para nuestro país. Nos llevaría al deterioro y empobrecimiento de la clase media, soporte esencial para la estabilidad de un sistema democrático. La radicalización de muchos de sus integrantes y de buena parte de la clase trabajadora, los echaría en brazos del extremismo y hasta de la violencia, que tantas desgracias trajeron a nuestro país. Basta mirar hacia atrás y ver lo que ocurrió en España en el siglo XIX y parte del siglo XX. Sería volver a lo peor de nuestro pasado y desandar el camino que los españoles emprendieron hace más de medio siglo. Ese es el reto al que de verdad se enfrenta Pedro Sánchez, y no permanecer en el poder pagando el precio que sea necesario.

La realidad social de España va más allá de los datos macroeconómicos que airea el gobierno. Para muchos españoles la economía va como un cohete…de feria.

  • Emilio Contreras es periodista
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