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En primera líneaPedro Fuentes

Ángeles sin brillo

El pasado mes de julio pasaron a formar parte de los desamparados por la progresía, de ese porcentaje que dice el presidente que no es preocupante porque es pequeño. Les okuparon su casita de campo

La vida política es ese tango donde las alegrías de unos bailan de la mano con las tristezas de otros. Más aún cuando las fuerzas políticas son como feriantes de aviación dando vueltas a un pilón en una playa saturada de público.

Escribía Faulkner que «la sabiduría suprema es tener sueños bastante grandes para no perderlos de vista mientras se persiguen».

Lu Tolstova

Me pregunto cuáles son los sueños de nuestros gobernantes. En el caso del PSOE de Sánchez parece claro. No sucede así con la oposición. Tras los acontecimientos del verano, parece mentira la tibieza y falta de unidad del centro derecha. Ya no podemos aspirar a menos. Pero esto no ha terminado aquí.

El sueño de Sánchez es enorme y el de la oposición es una pesadilla que les levanta con dolor de cabeza al día siguiente.

Los demás contemplamos estupefactos como los «servidores públicos», con las excepciones que marca la estadística, trabajan día a día para convertirnos en «ángeles sin brillo», con la torpeza de ni siquiera darse cuenta o, al menos, eso preferimos pensar, incluso cuando dejan vacíos sus sillones y el contribuyente sigue pagando.

Una de estas tardes asistí al lamento de un ángel sin brillo, un trabajador de clase media, cotizando más de cuarenta años, pagador de una hipoteca de treinta y dos años, contribuyente de todo tipo de impuestos, directos e indirectos, hombre de paz que nunca ha asistido, ni siquiera, a una manifestación autorizada o desautorizada. En todos los años de su vida laboral nunca tomó una baja por enfermedad, nunca pasó por una comisaría o juzgado, jamás tuvo una disputa al volante de su Peugeot, no frecuentó «lugares de alterne», sus hijos han ido a un colegio público, buenos estudiantes que terminan sus estudios en breve, su esposa lleva más de veinte años en una empresa de servicios de limpieza, y...

Esta familia tuvo un sueño grande. Mientras lo perseguían nunca se olvidaron de él: sus hijos estudian las carreras que ellos no pudieron estudiar, terminaron de pagar un pisito en un digno barrio de Madrid y compraron una pequeña parcela en un bonito pueblo camino de Ávila, donde con mucho esfuerzo consiguieron levantar una sencilla casita de campo, con un bonito jardín.

Están a cinco años de la jubilación con el sueño de retirarse a su pueblo después de cuarenta años de esfuerzo, felices de una democracia que les permitió pensar a lo grande y lo habían conseguido.

El pasado mes de julio pasaron a formar parte de los desamparados por la progresía, de ese porcentaje que dice el presidente que no es preocupante porque es pequeño. Les okuparon su casita de campo.

Lloraba delante de un café en una terraza de un bar de su barrio. Escuchó como el señor Errejón dijo que no eran democráticos esos grupos que están pretendiendo luchar contra la okupación. Que eran de ultraderechas y que había que aplicarles la ley. Quizás, este desprotegido ciudadano no entendió correctamente las palabras de este diputado.

Este ejemplo es el sueño grande de muchos españoles de las últimas décadas, de los años de democracia en nuestro país, del derecho a prosperar desde la perspectiva del trabajo y del esfuerzo. De buscar una vida mejor.

Parece obvio que un gobernante y los políticos deberían de velar por estos sueños de prosperidad y no por acrecentar las pesadillas del temor de familias sencillas, desprotegidas ante la ley.

Fuera de nuestras fronteras no entienden esto que sucede en España, se ríen de nuestro sistema de igualdad y de esta progresía que le está otorgando más derechos al delincuente que al hombre de bien.

Esta situación exige una ley que no permita este tipo de actuaciones. Tantos «decretos ley»...

¿Dónde está la ley? ¿Por qué es tan difícil llegar a ella?

No creo que se pueda encontrar un servidor público al que le parezca justo lo que está sucediendo. De lo contrario, como decía Fauche, «no sería un crimen, sería un error».

Cuando terminamos el café, este hombre ultrajado, con lágrimas en los ojos repitió suavemente: Miserables... miserables.

Señores políticos, después de este relato, que no es «La casa de la Pradera», sigamos con el circo de ustedes que promete no un gran sueño sino un deleznable espectáculo otoñal.

Triste... muy triste.

Como expresaba Hayek en su «Camino de servidumbre» tomando la voz de De Tocqueville: «La democracia extiende la esfera de la libertad individual; el socialismo la restringe. Hace del hombre un simple número, porque el socialismo aspira a la igualdad en la coerción y la servidumbre».

Un hombre número despojado de su prosperidad es un okupado despreciado por cierta progresía.

¿Dónde está la ley?

  • Pedro Fuentes es humanista