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en primera líneaJuan Van-Halen

El PP y Vox a cantazos suicidas

Sería lógico que el PP y Vox concertaran estrategias, asunto que no sería necesario hacer público. Evitarían decisiones que alegran al sanchismo y a sus aliados que nunca se han visto con más influencia y menos votos

Hace días mi viejo amigo Ignacio Camuñas, persona cabal, preparada y con experiencia, escribió en esta sección un relevante artículo: «El PP ante el Frente Popular» (11/9/2024). Comparto el núcleo de sus opiniones sobre que el enfrentamiento entre el PP y Vox es un error, se coincida o no, porque a lo evidente suelen condicionarlo circunstancias que no deberían mover molino. De seguir o incrementarse los cantazos no traerían nada bueno. Sería un servicio a Sánchez.

Lu Tolstova

El PP debería no considerar a Vox un apestado, o a veces lo parece, de extrema derecha. Ni atacarle. El «puto amo» (Puente dixit) pacta con partidos históricamente retrógrados, incluso alguno pintorescamente xenófobo, y al conjunto lo hace pasar, una mentira más, por «mayoría progresista». Y, por su parte, Vox no debería mostrarse cada vez más duro contra el PP. Bajar el pistón creo que agradaría a buena parte de sus votantes. Conozco muchos y cercanos. Que no se equivoque. En las últimas generales el PP sumó 48 escaños mientras Vox perdió 19. Y no fue por opacidad en sus políticas. Con una pérdida menor hubiese caído Sánchez.

Alberto Núñez Feijóo no debería errar desde la buena fe, que algunos consideran ingenuidad, acaso por impropios consejos de algún próximo, porque a él, que conozco desde hace años, no le tengo por ingenuo. Un pacto con los nacionalistas de derecha no salvaría nada porque Sánchez siempre ofrecerá más. Bien que lo sabían ante la apañada moción de censura contra Rajoy y por eso la apoyaron. El PP tampoco debería creer que acercarse a Sánchez le beneficia. Lo normal es que le engañe o al menos lo intente. Es cierto que el pacto sobre el CGPJ era necesario, siendo testigo el Comisario de Justicia de la UE, y comprometiéndose Sánchez a una nueva ley con un CGPJ elegido por los jueces. Y Nuñez Feijóo me permitirá aconsejarle que no se fie de doña Úrsula y que desconfíe de lo que le apunten personas cercanas. La UE bajo su presidencia ha hecho poco por España o no se ha notado. Es la que ponía ojitos a Sánchez.

Santiago Abascal, al que conozco hace años y es político avisado, no debería dejarse influir por sus próximos más radicales. El radicalismo no es presentable en España. Nunca lo fue. Es como el sueño, se diluye por la mañana. Los favores de Vox a Sánchez no han sido pocos. Anuncié que los enumeraría. Hoy citaré el último. Evitó una nueva derrota parlamentaria del sanchismo, que vivía un mal Pleno, absteniéndose en una moción instando al Gobierno a rechazar las negociaciones bilaterales con las comunidades autónomas durante el proceso del nuevo sistema de financiación autonómica, o sea contra el concierto económico con Cataluña. Vox argumentó que «el PP se ha negado a negociar la enmienda de Vox». ¿Lo importante no es España y, al fondo, expulsar a Sánchez? Pesaron más los intereses partidistas. Y Sánchez ganó.

Sería lógico que el PP y Vox concertaran estrategias, asunto que no sería necesario hacer público. Evitarían decisiones que alegran al sanchismo y a sus aliados que nunca se han visto con más influencia y menos votos. Como le ocurre a Sánchez. Uno y otros consiguen lo que deseaban. Y Sánchez, desde un maniqueísmo y una soberbia cercanos a la patología, sigue encantado de haberse conocido y de hundirnos a los españoles cada vez más en su charco. Él reitera lo de «máquina del fango», copiando al Umberto Eco de su novela «Número cero». El «puto amo» (Puente dixit) es el conductor de esa máquina, y sin gobernar, porque no puede, se mantiene en Moncloa.

Tanto el PP como Vox, que nació en buena medida en la calle Génova, y nada nace porque sí, pueden ser ciegos, sordos y mudos, como los tres monitos sabios, pero siguiendo la simbología de la escultura japonesa: contenerse para no dañar. El PP no va a conseguir, me temo, la cota de 176 diputados del pasado; la sociedad ha cambiado y las subvenciones y la «okupación» de instituciones cuentan. Y Vox no encontrará una alianza más cercana. Deben vencer la serenidad y la inteligencia. Escribí sobre el error de Vox al abandonar los gobiernos en los que participaba. Así ignoramos cómo actuarían gobernando y, además, hubo consejeros de Vox que discreparon y siguen en sus responsabilidades. Todo un cante. No entienden que o gobiernan juntos o no lo harán.

Ambos partidos han caído, y me sorprende su candidez, en la gran trampa a la democracia, una de las mayores y más hábiles del pequeño autócrata: enfrentarse. Son aliados naturales para su reto principal: expulsar a Sánchez y devolver al país los valores democráticos perdidos en la sucesión de oprobios que vivimos. No hay otros porque los demás están comprados. Sánchez premia a la mediocridad porque es su espacio natural. Repásese el Consejo de Ministros. No dudo que esa mediocridad sumisa, de rebaño, se reforzará en el próximo Congreso Federal del PSOE sanchista. Para eso lo ha adelantado.

De pequeño, en mi pueblo, las pandillas de chavales cuando nos cabreábamos nos liábamos a cantazos. Como éramos flojos en puntería, por insuficiencia o adrede, la cosa no llegaba a más. El PP y Vox andan a cantazos a mi juicio suicidas. A ver si hoy este observador escriba no recibe cantazos. Mis comentaristas de Vox suelen matar al mensajero. No pertenezco ni soy cercano a Vox y al no compartir mis libérrimas opiniones, como es normal, me ponen a parir sin esgrimir argumentos sino a menudo sólo insultos y descalificaciones. Pero aseguro que en mis muchos años como parlamentario nunca pronuncié un insulto. Es fácilmente comprobable. Me hubiese descalificado ante mí mismo. Otros lo hacían y lo hacen. Yo no.

Y concluyo como el artículo de Ignacio Camuñas: «Ojalá ambos partidos actúen y obren en consecuencia». Gracias, Ignacio.

  • Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de las Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando