Lo quieren débil
Los socios de Pedro Sánchez saben que con ningún otro gobierno tendrán más poder porque tienen la espita que suministra al presidente
las bocanadas de aire justas para que no caiga exánime
Que abandonen toda esperanza quienes creen que Pedro Sánchez no aguantará la legislatura y se verá forzado a adelantar las elecciones porque sus socios lo dejarán caer. Confunden la realidad con sus deseos. Se equivocan los que creen que la falta de apoyos parlamentarios le forzará a disolver las Cámaras y a convocar elecciones. No lo hará salvo que tenga encuestas creíbles, no laudatorias como las que cocina el CIS, que le aseguren su permanencia en el poder, aunque el PSOE no fuera el partido más votado.
La razón de su supervivencia radica en su debilidad; parece una contradicción, pero es una evidencia. Desde la noche del 23 de julio de 2023 el presidente tiene claro que depende de los partidos separatistas y de extrema izquierda, y que sin ellos lo tiene todo perdido. Sus socios saben también que la debilidad de Pedro Sánchez les hace fuertes porque lo tienen en sus manos. Es un acuerdo de socorros mutuos por el que el presidente está pagando el precio más alto. Incluso en los momentos difíciles, cuando parezca que su suerte está echada, acudirán en el último instante a prestarle respiración asistida; después de pasar por caja, claro. Saben que con ningún otro gobierno tendrán más poder porque tienen la espita que suministra al presidente las bocanadas de aire justas para que no caiga exánime.
Están felices porque en los últimos 47 años nunca ha habido en España un gobierno más débil, y lo tienen cogido por ahí. Es la mayor victoria de la extrema izquierda y de los separatistas desde que se restauró la democracia, porque les permite arrancar al PSOE concesiones inimaginables hace solo un par de años. Cuanto más débil esté, más útil les será y más cederá a sus exigencias.
Cuando esté con la soga al cuello —como ahora lo está, cercado por escándalos de corrupción— y parezca más cercana su caída, más seguro y amarrado estará a su refugio de la Moncloa. Esa es la razón por la que no le van a dejar caer en los dos años y nueve meses que, como mucho, le quedan de vida a esta legislatura.
Nunca han ocultado su decisión de mantenerlo en el poder. Cuando a comienzos de año estalló el caso Koldo, el más importante diario barcelonés, con buenas fuentes en los partidos catalanes que apoyan a Pedro Sánchez, informaba que «el PP se equivoca si piensa que este punto puede hacer descarrilar la legislatura [esos partidos] abrigan al presidente y mantienen intacta su confianza»… Su confianza en que seguirá cediendo en todo lo que le exijan.
La estrategia de Pedro Sánchez es sobrevivir día a día; poco importa el precio si lo pagan los españoles, aunque sea el alquiler más caro por vivir en la Moncloa. Y lo está demostrando con hechos. Desde los indultos a la amnistía, la condonación de 15.000 millones de la deuda de Cataluña con el Fondo de Liquidez Autonómico, el traspaso de Cercanías o la recaudación del 100 % de los impuestos a Cataluña, son el botón de muestra de que está dispuesto a entregar lo que le pidan quienes pretenden construir una nación para luego separarla de España. Otra muestra humillante de su debilidad son los viajes a Waterloo de su hombre de confianza, Santos Cerdán, para entrevistarse con Puigdemont. Y a pesar de la romería, tiene que aguantar desplantes y que no le apruebe los Presupuestos.
Pero la cesión más escandalosa se conoció la semana pasada. Pedro Sánchez acordó con Bildu cambiar la ley de Seguridad Ciudadana para retirar las bolas de goma como material operativo de las fuerzas antidisturbios, y rebajar las sanciones por falta de respeto y desobediencia a los agentes de la autoridad, que pasarán de graves a leves, y deberán ser «objetivables». Pero esta cesión viene de largo cuando hace casi tres años el gobierno incorporó a Bildu a la redacción de la ley de Memoria Democrática ¡Los herederos de ETA, presididos por Otegi, que pasó seis años y medio en la cárcel por terrorismo, dando lecciones de memoria democrática y plasmándolas en una ley!
La sumisión del presidente a los separatistas, fruto de su debilidad, le ha llevado a no presentar en las Cortes los Presupuestos de 2025 —incumpliendo el plazo que exige del artículo 134.3 de la Constitución— hasta que ERC celebre su congreso a finales de noviembre y decida, si le conviene, negociar el precio de su voto favorable.
En una situación como esta es lógico mirar a la oposición como alternativa. En un artículo demoledor contra el presidente, publicado la semana pasada en The Economist, el autor aprovechaba para calificarla de ineficaz y dividida. Algo que no parece muy errado tras el patinazo monumental del PP y VOX al votar a favor de convalidar en España las penas cumplidas por los presos de ETA en Francia, lo que supondrá que 44 terroristas no cumplirán más de 300 años de cárcel.
Estamos ante la paradoja de un presidente que con 121 diputados está tan seguro en la Moncloa como el que contó con 202, aunque el precio que tiene que pagar a sus socios es entregar jirones de la dignidad del Estado y de la soberanía de la nación.
Le pueden acosar, desgastar, humillar, acorralar, zarandear y arrinconar, pero nunca lo dejarán caer porque saben que a todos, no solo a él, les va la vida en ello. La vida política, claro.
Emilio Contreras es periodista